El exjuez federal Norberto Oyarbide falleció por una complicación en el cuadro de covid-19 que lo mantuvo internado durante dos meses en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento (IADT) de la Ciudad de Buenos Aires. Después de 22 años en la judicatura, Oyarbide había renunciado en 2016 a su cargo en los tribunales de Comodoro Py, donde logró convertirse en una de las figuras más excéntricas.
Oyarbide cumplió 70 años el 22 de junio pasado. Lo quiso festejar con un grupo de amigos. A los días se contagió de covid, lo que derivó en una internación el 1 de julio. Si bien en las primeras semanas mostró algunos signos de mejoría, su salud se terminó deteriorando rápidamente.
Nacido en 1951 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Oyarbide fue el primer profesional de su familia. Durante sus primeros tiempos en Buenos Aires, llegó a barrer pisos para sobrevivir. Ingresó como pinche a los tribunales en 1976 y, a los cuatro años, se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires (UBA). En 1992, el gobierno de Carlos Menem lo designó como fiscal adjunto y, a los pocos meses, le confió la Fiscalía Federal 1 con competencia electoral. Para 1994, Oyarbide estaba instalándose en el Juzgado Federal 5, ubicado en el tercer piso de los tribunales de Comodoro Py, que había dejado vacante Martín Irurzun para mudarse a la Cámara Federal. En su oficina se destacaban la foto de su madre, a quien cuidó con devoción hasta su muerte, y una Biblia.
Hábil para manejarse con el poder político, los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad, Oyarbide atesoraba un diploma al mérito que le otorgó la Policía Federal Argentina (PFA), donde daba clases. En 1998 lo acusaron de ser cliente VIP del burdel Spartacus y de darle protección a una red de prostíbulos. En marzo de 2000, el Senado lo suspendió. En ese momento, Oyarbide dijo que era un “muerto social”. La acusación en su contra se desmoronó el 11 de septiembre de 2001, el mismo día del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York.
A Oyarbide le apuntaron por el cierre de la causa de enriquecimiento ilícito contra Néstor Kirchner. En 2008, fue el juez que se plantó frente a Jorge Rafael Videla para revocarle la prisión domiciliaria y mandarlo nuevamente a la cárcel. Al tiempo, el juez relató que el dictador --dueño de la vida y la muerte durante los años más aciagos de la última dictadura-- estalló en llanto. Oyarbide también calificó como delitos de lesa humanidad los crímenes de la Triple A. También, en 2011, convocó a una conferencia de prensa para dar a conocer una resolución en la que reconocía que el Estado turco había cometido genocidio contra el pueblo armenio.
Después de acumular decenas de denuncias en el Consejo de la Magistratura, Oyarbide renunció en los primeros meses de la presidencia de Mauricio Macri tras reunirse con el entonces ministro de Justicia Germán Garavano y su segundo, Santiago Otamendi, hoy integrante del Tribunal Superior de Justicia de CABA. Su renuncia se conoció días después de que la Comisión de Disciplina del Consejo de la Magistratura movilizara una citación en su contra.
Oyarbide era uno de los jueces apuntados por Macri desde que en 2010 lo procesó por el escándalo de las escuchas ilegales contra familiares de las víctimas del atentado a la AMIA y a su propia hermana, Sandra Macri. Tras dejar un sobre cerrado en el Ministerio de Justicia con su renuncia, Oyarbide dijo que “jamás” había sufrido presión alguna. Sin embargo, con el tiempo, habló de lo que caracterizó como relación “enfermiza” de Macri con las escuchas, la causa que lo terminó apartando de su despacho del tercer piso de los tribunales que hoy ocupa la jueza María Eugenia Capuchetti.
En febrero, llegó en un Mercedes y con chaqué a los estudios de Radio 10, donde debutó como columnista de Coco Silly. "Macri no me compró porque yo no cotizo en Bolsa, pero tuvo intención directa de hacerlo", dijo entonces. "Me pidió que me inhiba en sus casos; yo tuve la causa de las escuchas ilegales donde él, siendo jefe de gobierno (de la Ciudad de Buenos Aires) utilizó la inteligencia del Estado con (Antonio “Jaime”) Stiuso a la cabeza. Ya siendo Presidente no había nadie que se le interpusiera, tenía todo el aparato del Estado para llevar adelante su obra extraordinaria", dijo entonces Oyarbide.