Mientras Ciro y Los Persas se preparaban para el segundo asalto del recital, la pantalla que gravitaba al fondo del escenario esta vez sirvió de soporte para revisitar el trayecto del grupo durante el último año y medio. Desde los festivales del verano de 2020, en los que cada fecha de la que fueron parte la convertían en una fiesta (incluso en Paraguay), hasta su adaptación al streaming. Aunque la escena más impactante fue la del líder de la banda cantando “Tan solo” durante su actuación en la versión digital del Cosquín Rock, en un Luna Park sin público. Una especie de metáfora de la desolación que experimentaron en la pandemia, usando como telón de fondo ese estadio porteño en el que Andrés Ciro Martínez supo ser maestro de ceremonias de varios happenings memorables. Por lo que la tercera función que brindaron el frontman y sus secuaces en el Teatro Opera, en la noche del miércoles, no sólo sirvió para el reencuentro con sus fans de forma presencial. También fue una ocasión idónea para ahondar en su nuevo álbum, Guerras (un viaje en el tiempo), lanzado en noviembre de 2020.
A partir del formato acústico que funciona como columna vertebral del disco, el otrora líder de Los Piojos repasa sus clásicos de hoy y de siempre. Dejando en evidencia, y acá radica el otro diferencial de este cuarto trabajo de estudio, su cualidad para contar historias. Y la verdad es que el rol de cuentacuentos le sienta bien, incluso sin banda de sonido. Durante varios pasajes del recital, Martínez retrocedió en el tiempo y rescató anécdotas de su adolescencia en Ciudad Jardín. Algunas de ellas junto a Manino. A pesar de que para la mayoría del público su amigo de mil batallas era seguramente un desconocido, el cantante, guitarrista y armoniquista se encargó de hacerlo entrañable y parte de las familias piojosa y persa. Aunque en ese caso la retrospección no fue explícita. Después de que acabó el video que repasó la vida de Ciro y Los Persas poco antes de la nueva normalidad y durante ésta, el artista apareció desde el fondo del teatro montando su bicicleta Bianchi (modelo 1948) adaptada a una circunstancia retrofuturista. Al igual que esa galera que pesaba una eternidad.
Pero volvamos aún más atrás en el tiempo. Esta vuelta a los escenarios de la banda iba a suceder en marzo pasado. Sin embargo, si algo enseñó la pandemia, entre tantas cosas, es a improvisar y a no dar nada por sentado. De manera que, tras avanzar a cuentagotas en el verano, los recitales volvieron a ser suspendidos a fines del primer trimestre de este año. Si bien esas funciones pasaron para el 27 y 28 de agosto, se fueron multiplicando. Entonces surgieron las del 1° y 2 de septiembre, y más tarde se sumaron las del 7 y 8. Si Ciro y Los Persas no hacen más no es porque le falten ganas, sino porque se van de gira a España a mediados de mes. El frontman lo anunció el miércoles en su cuenta de Twitter. Otra razón para celebrar esa noche. Una bien lluviosa, por cierto, lo que no empapó ni mermó el entusiasmo del público por volver a ver un recital en un aforo cerrado. Al mismo tiempo que ingresaba el millar de personas que sacó su entrada para esa función (según la producción de esta serie de shows, se utilizó el 55 por ciento de la capacidad del lugar, por más que está permitido el 70), una voz en off explicaba el protocolo sanitario.
Poco antes de las 21, y en medio de la batahola conmemorativa que se desprendía desde las butacas, se abrió el telón con el sexteto sobre el escenario. Comenzaron arriba con “Te diría”, clásico de Los Piojos al que le secundó esa especie de manifiesto de Los Persas: “Banda de garage”. Ahí Ciro pasó de la guitarra eléctrica a la armónica, para quedarse sólo con el micrófono en otro temazo de su antiguo grupo, “María y José”. Ante la imposibilidad de levantarse de sus asientos, el público revoleaba y agitaba los brazos a un tris de la dislocación. Por suerte (para las extremidades) apareció la bienvenida del anfitrión, lo que le puso paños fríos a semejante calentura introductoria. Además, el cantante contó que había estado en Mendoza grabando la segunda parte de la trilogía que se desprende de Guerras, y que en esta ocasión pondrá el foco en la encarnación sinfónica de su repertorio. Eso dio pie para presentar una de las canciones que será adaptada para ese álbum, “Tal vez”. Apenas acabó el tema, el artista se sentó en una silla alta, agarró la guitarra acústica y advirtió: “Pasamos del amor espiritual a otro tipo de amor”.
Tras “Shup-Shup”, hizo la gran Freddie Mercury al empezar a intercambiar con sus fans algunas notas de la escala musical. Preludio de lo que a continuación estaba por venir: el funk rockeado “Juira!” y el emotivo “Antes y después”. Demostración sine qua non de que hay que tener aguante para dejarlo todo cantando con un barbijo de por medio. Luego de sendas creaciones de Ciro y Los Persas, sucedió el primer ínterin del show. Lo que estaba por venir se encontraba en sintonía con el formato acústico del nuevo disco de la banda. O más bien electroacústico. Justo en ese instante, Martínez se abrió camino con su bicicleta retrofuturista. Arrancaron el set con “Insisto”, seguida por “Ruleta” y “Te encontré”, único tema inédito del álbum. El sexteto continuó el recorrido con “Morella” y lo acabó con “Tan solo”, mientras el cantautor pedaleaba sobre el escenario. Se detuvo un momento para avisarle al público que los iba a dejar un rato con Manu Martínez. Acompañada por la banda de su padre, la hija del medio demostró con creces que heredó su talento. Y sólo le bastaron dos canciones para confirmarlo.
Al regresar, Ciro cantó uno de los temas que
firmó con su actual proyecto: “Ciudad animal”. inaugurando así el último tramo
del recital. Quizá el más interactivo, porque dio no sólo para contar
anécdotas, sino también para abrir una botella del vino que patentó y brindar
con dos cumpleañeras que estaban sentadas cerca del escenario. “Ya volveremos
al pogo. Mientras tanto podemos charlar, ¿no?”, dijo. Incluso puso a sus fans a
escoger los temas que estaban por venir. El primero fue “Maradó”, a 25 años de
la salida de 3er Arco (sobre lo que no hizo alusión), al que le sucedieron
“Me gusta” y “Dientes de cordero”. Seguidamente, el frontman preguntó si podía
hacer un cover, y no encontró resistencia. Menos mal, porque eligió “Me matan,
Limón!”, incluido en otro álbum que en 2021 celebró su primer cuarto de siglo: Luzbelito,
de los Redondos. Entonces volvió a poner a su gente a debatirse entre un par de
clásicos de Los Piojos: “El farolito” y
“El balneario…”. Ganó el primero. Aunque amagó con despedirse, tras más
de dos horas de show, desenfundó “Astros”. Y es que con esta banda siempre hay
chance para uno más.