Molino Cañuelas, principal procesadora de granos de trigo para la producción de harina para la industria alimenticia, se presentó en concurso preventivo tras fracasar en el intento de llegar a un acuerdo privado de reestructuración de deuda con el conjunto de sus acreedores. "Las acciones judiciales promovidas por una minoría de las entidades financieras forzaron a la empresa a solicitar la apertura de su concurso preventivo", explica el comunicado dado por la empresa de la familia Navilli-Villemur. Según trascendió, serían entre tres y cuatro los bancos que trabaron un posible acuerdo para refinanciar una deuda que asciende a unos 1400 millones de dólares. Molino Cañuelas asegura, en su comunicado, que había alcanzado un razonable nivel de acuerdo "con una relevante cantidad de las instituciones financieras involucradas, incluída la banca nacional y organismos multilaterales", pero la oposición de esa minoría habría bloqueado el camino.
Inmediatamente después de conocida la noticia, pareció corporizarse el fantasma de Vicentín sobre el escenario, el holding cerealero de la provincia de Santa Fe que centó toda la atención política y económico con un espectacular derrumbe, de la noche a la mañana --de noviembre de 2019 al mes siguiente, para ser más estrictos--, luego de llevarse más de 95,5 millones de dólares en créditos del Banco Nación en tan solo 30 días, cuando ya estaba en mora con sus créditos anteriores. La empresa se declaró en default en la primera semana de diciembre, cuando el dinero ya había desaparecido de sus cuentas, y dejò un tendal de más de 1300 millones de dólares de deuda, de los cuales 300 millones eran sólo del Banco Nación.
Aunque con un monto de deuda acumulada similar, las características de la caída de Molino Cañuelas son diferentes a la de Vicentin. Las dificultades financieras de Cañuelas arrancan en 2017, cuando los resultados de sus operaciones seguían siendo favorables (margen bruto de ganancias de u$s 52 millones en el primer semestre del año), pero arrastraba una acumulación de deuda importante (más de u$s 650 millones), producto de una ambiciosa expansión en los años anteriores, que la llevó incluso a adquirir los activos harineros de Cargill que operaban bajo la marca Trigalia.
Esa compra ubicó a Molino Cañuelas en el liderazgo local en cuanto a capacidad de procesamiento de trigo (3,1 millones de toneladas anuales). Pero necesitaba obtener aportes de capital por u$s 330 millones para ordenar su situación financiera. Lo intentó con una emisión de acciones en el país y en Wall Street, pero fracasó. Ya con el inicio de 2018, fue víctima de la pandemia financiera macrista. El sobreendeudamiento del país provocó primero el cierre de los mercados internacionales para la Argentina y luego, el remedio fatal que le encontró el tandem Macri-Caputo-Sturzennegger al problema: el acuerdo con el FMI.
Ahì comenzó lo que ayer el medio especializado Agrofy calificó como "el derrotero crítico que arrastró a muchas compañías con deudas en dólares a una situación límite". Entre ellas, Molino Cañuelas.
A partir de entonces, la empresa siguió cumpliendo con sus compromisos comerciales --por compra de granos y otras operaciones ligadas a su actividad industrial--, pero empezó un difìcil camino de negociación con sus acreedores financieros: bancos extranjeros y entidades locales, privadas y estatales. En medio de esta negociación, recibió el golpe de gracia de la política económica macrista: la megadevaluación del día después de que Mauricio Macri perdiera las PASO de agosto de 2019.
En un recordado discurso, y en medio del descalabro producido por el golpe de mercado, con los resultados en la mano Macri dijo "si el kirchnerismo gana, esto es sólo la muestra de lo que puede pasar, es tremendo lo que puede pasar". Así explicó una devaluación del 21% y una fuga de divisas de u$s 1200 millones en un solo día. Incendió el país. Fue el tiro de gracia para Molino Cañuelas y otras firmas endeudadas en dólares bajo el impulso del propio gobierno.
Los dos años siguientes fueron de arduas negociaciones con los acreedores financieros, pero no hubo acuerdo global. Se dice que no son más de cuatro los bancos que lo bloquearon --dos serían de capital privado local--, pero la opción que tomó Molino Cañuelas es que la negociación continúe en el justicia comercial. El concurso preventivo se solicitó en conjunto con la firma Compañía Argentina de Granos SA (Cagsa), la comercializadora a través de la cual Cañuelas le compra los granos a los productores y le presta diversos tipos de servicios.
La opción que tomó Molino Cañuelas pretende, según el comunicado, “proteger sus activos, los puestos de trabajo directos e indirectos de la empresa y los intereses de los propios acreedores, manteniendo su estructura productiva y asegurando su continuidad operativa en todas sus plantas y establecimientos industriales y comerciales".
Mario Villalba, secretario general del sindicato de molineros (UOMA), filial Cañuelas, afirmó que las autoridades de la empresa aseguraron que no habrá despidos. "Sólo mantiene deudas con entidades financieras y está al día con sus proveedores de cereal, sueldos y cargas sociales. Esto es una política de presión de los organismos financieros, de la misma manera que el FMI presiona al país", sostuvo. La empresa tiene 700 empleados en Cañuelas y más de tres mil considerando las 15 plantas que operan en seis provincias.