Como previa del partido del domingo con Brasil, fue casi inmejorable. La Selección Argentina estrenó en Caracas su condición de campeón de América remarcando todas las diferencias que la separan de Venezuela, Ganó 3 a 1 y jugó muy bien. Manejó la pelota con gran paciencia, juntó jugadores de muy buen pie en todos los sectores de la cancha y aunque a veces pareció excederse en la intención de entrar tocando por el medio, al final esa pretensión terminó imponiéndose. De hecho, los tres goles, el de Lautaro Martínez en el primer tiempo y los de los Correa (Joaquín y Angel) en el segundo llegaron de esa manera. El descuento venezolano (un penal que el atrevido Jefferson Soteldo le picó a Emiliano Martínez sobre el cierre del partido) sólo decoró un resultado que desde el final de la etapa inicial casi quedó asegurado.
Una jugada cambió el rumbo del juego. A los 31 minutos de ese primer tiempo, el rudo defensor venezolano Luis Adrián Martínez (que siete minutos antes había reemplazado a José Manuel Velázquez), le aplicó un atroz planchazo a Lionel Messi que bien pudo haberlo lesionado seriamente. El árbitro uruguayo Leodan González primero le mostró la tarjeta amarilla, pero luego a instancias del VAR, cambió su fallo y decidió expulsarlo. Si once contra once, Venezuela se había parado de contrataque con ocho hombres por detrás de la línea de la pelota, con uno menos se replegó aún más, se plantó al borde de su propio área y se resignó a aguantar el toque de los argentinos.
Sin apuro, buscando obsesivamente meter una pelota clara en medio del área, Argentina llegó a su primer gol en el tiempo adicional, luego de un gran pase que Gio Lo Celso, el jugador más claro de ese arranque, le puso a Lautaro Martínez para que el delantero del Inter defina sobre la salida del arquero Wilker Fariñez. Y siguió con la misma tesitura en la segunda etapa. Todos buscaban a Messi parado en la media luna del area venezolana. Y Messi repartió el juego para todos. Incluso para los laterales Molina y Acuña que ampliaron el frente de ataque. En los primeros 20 minutos, faltó justeza en el último pase. Pero se la encontró cuando entraron Joaquín y Angel Correa por Lo Celso y Di María. Joaquín anotó el segundo a los 25 minutos luego de una buena combinación entre Messi y Lautaro y con un remate fuerte desde fuera del área. Cuatro minutos más tarde fue el turno de Angel, que recogió un rebote de Fariñez después de una sucesión de toques cortos y rápidos entre Messi, Lautaro y Joaquín Correa.
A diferencia de la Copa América de Brasil, cuando tras un primer tiempo más o menos bueno, la Selección se tiraba atrás y le daba la pelota a los rivales, esta vez la Argentina se plantó todo el partido en el campo rival. Hubo alguna caída de tensión entre los 15 o los 20 minutos del complemento, cuando Venezuela pudo sostener un poco más la pelota y llegó dos veces con peligro al arco de Emiliano Martínez. Pero rapidamente, el equipo salió del pozo y siguió tocando y buscando meterse por el medio. Da toda la impresión de que la Selección se sacó un peso enorme de la espalda luego de la consagración continental. Y que sin tanta presión encima puede animarse a jugar y a imponer la categoría de muchos de sus jugadores. Las diferencias que se suponían antes del partido quedaron refrendadas con pulso firme. La superioridad fue indiscutible y varios jugadores (desde luego Messi y además, Lautaro Martínez, Lo Celso, Molina, Guido Rodriguez) rindieron en un nivel alto.
El domingo habrá que ir a Brasil para jugar en el estadio Morumbí de San Pablo la revancha de la final del Maracaná de Río de Janeiro. Será un partido muy diferente. Pero se puede confiar en el equipo de Lionel Scaloni. El paso por Caracas dejó muy buenas sensaciones de cara a lo que se viene. La Selección se plantó con autoridad sobre la cancha y lo más importante de todo: siempre intentó juntarse y tocar la pelota. Le ganó muy bien a Venezuela porque estuvo segura de lo que debía hacer a cada momento del partido. Jugó siempre y por eso ganó sin dejar dudas, mandándole mensajes optimistas al futuro.