Los discursos de la derecha siempre son clasistas, y están pensados y dirigidos al imaginario colectivo del sector al que les interesa impactar. Se trata de un espacio integrado por el núcleo más reaccionario de la clase alta, que es siempre el mismo y es el que selecciona y dicta los argumentos a los diversos dirigentes del odio. A él se le debe sumar un espacio más amplio aún, integrado por diletantes que, si bien también son profundamente reaccionarios, pueden fluctuar en sus intenciones de voto. Es el sector que se disputan los Milei, Espert, Lopez Murphy y por supuesto los Vidal y Macri.
Sin embargo, mirando detenidamente, Mariu Vidal es mucho más peligrosa que Milei. Los personajes como él, que escupen los más variados y agresivos insultos, tienen un techo muy bajo. Por lo bizarro de su discurso y por una violencia en sus expresiones que, por fortuna, siempre seducen sólo a un puñado de desquiciados. El caso de Vidal, Santilli, o el propio Larreta, es distinto. Han aprendido a expresarse de una manera menos agresiva, en apariencia, aunque la violencia implícita en sus discursos es superior en sus consecuencias a la que predican Javier Milei o Jose Luis Espert. Vidal no grita que hay que “quemar el Banco Central”, pero, impostando una imagen ingenua, lanza en tono monocorde la idea de que el cigarrillo de marihuana que se fuma en el norte de CABA no es el mismo que se aspira en una villa. Y la esencia de su discurso es absolutamente cierta. Vidal dice textualmente: “Una cosa es fumarte un porro en Palermo un sábado a la noche con amigos, relajado, o con tu pareja, o solo, y otra cosa es vivir en la 21-24, en Zabaleta, en la 1-11-14, rodeado de narcos y que te ofrezcan un porro". Es una descripción descarnada a la que hay que prestar atención. Ella no dice que en el norte capitalino la gente no se droga. Lo que resalta es el contexto que rodea a quien fuma marihuana en uno u otro lugar. Las razones por las cuales un grupo de amigos pueden fumar un porro “relajados” un sábado a la noche como propone Mariu, o en pareja e incluso en soledad, son las mismas que a lo largo de la historia convalidaron las atrocidades que estigmatizaron -como lo hace ella-, a los pobres. Los amigos de Palermo están relajados porque saben que a ellos no los van a detener ni golpear, ni mucho menos torturar y muchísimo menos desaparecer. En cambio, los amigos de la Villa, que también fuman marihuana, nunca pueden estar relajados como los de Vidal. Son los que ella afirma que no llegarán a la universidad y por los que se esforzó en su gestión para que tampoco tuvieran suficientes hospitales para atender su salud. Como le dijo Macri al Presidente Alberto Fernández, que se “mueran los que se tienen que morir”. El mismo Macri que se preguntaba públicamente: “Para qué queremos tantas universidades”. Es la lapidaria síntesis con que los opresores de siempre, los bandidos de siempre, los racistas de siempre se ocupan de ubicar a cada sector social en su lugar.
La descripción de Vidal sobre la marihuana, es el mensaje más violento que se ha escuchado en la campaña. Nos recuerda a Javier González Fraga, quien fuera Director del Banco Nación, cuando afirmaba en una conferencia que “una chica de la villa, embarazada, está más para la bailanta que para amamantar”. Esa senda de razonamiento transita Vidal, para quien, los que desayunan mate cocido en las villas, no tienen que fumarse un porro como sus relajados amigos de Palermo.
Los razonamientos de odio con los diversos matices de la derecha que compite por un espacio, se suceden a diario en esta campaña. No debemos olvidar que son discursos que suelen preceder a los actos de odio. Tolerarlos es el primer paso para naturalizarlos y naturalizarlos es el primer paso para habilitarlos.