“La llave maestra que abre al mundo de Volátil es la que abre la puerta de una misma”. Si se vincula él método “hacia dentro” que Silvina Gómez pega a su nuevo disco, con el estado que encierra su nombre –el de cierta ensoñación “amorosa y cretiva”- pues ya se puede entrar en él. Y disfrutarlo. Acceder sin prejuicios a la escucha colectiva que se hará el miércoles 15 de septiembre a las 22, en el marco de La hora azul, ciclo producido por el sello Shagrada Medra, a través de su sitio en YouTube. “Gracias a este espíritu volátil es que hice un disco que soñé, pero nunca imaginé, y eso es lo maravilloso del camino, esa búsqueda constante, ese diálogo permanente entre el entorno y las situaciones que se van presentando con los propios deseos”, define esta fina cantora, compositora y multiinstrumentista entrerriana, que también presentará el disco el 18 de diciembre en la Sala Hugo Balzo de Montevideo.
Tanta es la fuerza intríseca del nombre, que Volátil se llama también el cuarteto que acompaña a Gómez desde 2018. “Lo armé por instinto, sin siquiera pensar en la formación tímbrica”, admite ella pensando en la batería del ex Jaime Roos, Martín Ibarburu; los “teclados voladores” y el acordeón de Hernán Peyrou, y el bajo de Rolo Fernández. “Son tres mosqueteros del groove, y contribuyeron a que Volátil tenga un sonido eléctrico y potente, a diferencia de Aguas y Fábulas del monte, mis discos anteriores, que son más acústicos y tienen a la madera como matriz”, subraya Gómez, cuyo trabajo cuenta además con Quique Sinesi y Hernán Jacinto como invitados. “De todas maneras, hay rasgos que se mantienen, que marcan una continuidad, como la adicción a la síncopa o lo divertido que resulta el trabajo minucioso, artesanal”.
-La figura “desde afuera” es que Volátil se escucha con un sonido acuático, y no es casual. ¿Qué relación estética tenés con los ríos de tu provincia?
-Los ríos son parte de mis paisajes desde siempre. Tengo un vínculo muy especial con el agua porque simboliza la calma, la suavidad. Ella es la esencia de todas mis músicas, al punto que el piano es mi instrumento agua… en él estoy contenida, y siento que el tiempo toma su forma real en consonancia con el ritmo de la naturaleza… la música es el agua que transforma mi camino y lo vuelve danzado.
En tal sinergia seguramente se fijó Carlos “Negro” Aguirre, cabeza de Shagrada Medra junto a Luis Barbiero, para consensuar la edición del disco. “El “Negro” tan querido es una de mis grandes influencias. Tanto que he tenido que 'matarlo' un poco, solo un poquito ¿eh? (risas), para poder ir buscando mi propio camino sonoro. Dejar de buscar su aprobación es un tema que me llevó muchas horas de psicoanálisis”, ironiza Gómez, que fue parte del grupo de Aguirre. “De él aprendí eso de meter la lupa y trabajar en cada rinconcito de la canción, además del maravilloso mundo de la polirritmia y el lenguaje afro. Su música es la música del agua… ensancha el pecho y el alma de quien escucha”.
De quien escucha, por caso, los arreglos que la música hizo sobre “Pan de agua”, de Ramón Ayala, o el 6 x 8 de “Libero”, canción que la compositora toma como muestra para definir su trabajo. “Está inspirada en danzas afro yorubas urbanas, y en la fuerza que representan”, dice, y luego recala en la éponima: “'Volatil' es una canción en la que siempre sentí la presencia del Flaco Spinetta”, arriesga. “Tiene el espíritu y la fuerza del rock, dado su rezo positivo, su deseo de seguir adelante, viviendo las dificultades como oportunidades de aprendizaje y crecimiento”.
-¿Y “El viento” que simboliza?
-Es un candombe groovero que nos invita a bailar y representa la importancia de la música y la danza compartidas en nuestras vidas, la calle y el encuentro como espacio de expresión
Gómez nació en Paraná cincuenta años atrás.
Vivió en Concordia, en Buenos Aires y en Bello Horizonte, bello paraje acuático
de Canelones, Uruguay. Además de sus tres discos como solista, ha incursionado
en proyectos de Nora Sarmoria, el “Negro” Aguirre, Silvia Iriondo y Beto Satragni, a quien homenajeó en 2012 a través del disco Bello Horizonte, del que participaron Lito Epumer, Hugo
Fattoruso, Mariana Ingold y Ricardo Nolé, entre otros. “Uno de los recuerdos más
lindos que tengo de Beto es cuando empecé a tocar en Raíces, su banda. Los
ensayos se hacían en una sala que le habían prestado o le alquilaban a él, en
una casa abandonada, y consistían en tocar una o dos veces cada tema. Era
una fiesta del groove, se gozaba mucho. Muchas veces terminamos en el bodegón
de al lado donde comíamos unas cazuelas increíbles y nos reíamos mucho. Beto
era del chiste permanente, un libro de anécdotas que nos dejaba boquiabiertxs…
la música era su gran pasión”