En la ciudad de Catamarca podemos ver, a pesar de tanta demolición del patrimonio arquitectónico, cómo se conservan algunos ejemplos de casonas con patio.
Alrededor de este espacio exterior introspectivo, se agrupan las habitaciones que contienen a las áreas privadas y públicas para la vida diaria. Esta idea de organización funcional, ambiental y social de las viviendas fue evolucionando a lo largo de miles de años, desde el Mediterráneo y Oriente Próximo, en la antigüedad, hasta llegar a nuestros días.
La imagen actual de la vivienda individual, repetida en la extensión del territorio del Gran Aglomerado Urbano de Catamarca, probablemente irá cambiando en los próximos tiempos. Vamos al paradigma de la vivienda colectiva, para compartir espacios de uso común de la vida social o productiva comunitaria, con lotes más ajustados para la vida familiar introspectiva. Por lo tanto, estamos en presencia del desafío de repensar resilientemente cómo habitar el patio en nuestra realidad, para tomar empuje en busca de la sustentabilidad.
La pandemia, que nos afecta como Humanidad, puso en evidencia cómo en las viviendas se desarrollan tareas productivas, asociadas a la generación de ingresos, y también reproductivas, referentes al cuidado del hogar en el ámbito doméstico. Comenzamos a visibilizar en nuestros discursos la idea de pensar a la casa como productiva y saludable. Aquí es donde entra a jugar la necesidad de contar con un espacio exterior de uso íntimo familiar, como es el patio, para habitar con una buena calidad ambiental. Una realidad que nos atraviesa como sociedad y que no debemos dejar de visibilizar en Catamarca.
Los habitantes de nuestra ciudad capital, que construyeron sus viviendas a finales del siglo XIX en la cuadrícula fundacional, siguieron el modelo que tenían incorporado en sus mentes de la forma de vida de las Chacras. La posición central de los patios de las casas diseñadas por Luis Caravati, siguen la lógica heredada de la casa-patio romana, motivada en la práctica por la necesidad de iluminación y ventilación. Convengamos que esta idea de composición del arquitecto italiano es opuesta a la disposición chacarera, que relaciona a los patios con los límites externos del recinto; pero, el concepto sigue siendo el mismo: el vacío adquiere sentido en la prolongación visual de los espacios de la vivienda hacia el exterior.
Así como en la ciudad de Caravati el corazón de manzana constituía un patio mayor de uso común para los vecinos que compartían la producción de sus alimentos; en la actualidad ese espacio exterior de uso común de la vecindad debería replicarse también en la escala de la vivienda y en su introspección. Aquella imagen de regar el piso de ladrillos cerámicos del patio doméstico, como todavía hoy en día lo hacen los vecinos de las chacras, cada tarde de calor cuando cae el sol, permitiendo que el fresco inunde sus habitaciones, es algo a recuperar.
La vivienda con un patio en el centro de su composición, en un terreno más acotado que los que vemos en la actualidad, genera, seguramente, una mejor calidad de vida de quienes la habitan. Considerando que en Catamarca tenemos inviernos templados y veranos cálidos, el control de ese vacío es mas fácil con el acondicionamiento ambiental pasivo, con un mínimo consumo energético para calentar o refrigerar los espacios interiores, cuando lo requieran.
El arquitecto Mies van der Rohe, durante la década de 1930-40, experimentó, en el hacer del proyecto de sus casas-patio, la conexión entre las culturas del pasado y el mundo que le tocaba vivir. En el proceso creativo de la casa introvertida, sin más referencias al exterior que su abertura cenital, le permitió rechazar la forma como objetivo, al afirmar que “tan sólo la intensidad de vida interior puede traslucir intensidad formal”.
*Arquitecto