La taruca, venado andino o huemul del norte, es una de las 19 especies de mamíferos clasificadas “en peligro”, según el Libro Rojo de los mamíferos amenazados de la Argentina. 

En 1996, fue declarada monumento natural, con el objetivo de protegerla. En Catamarca, debido a su comportamiento tímido, no existe un censo que permita conocer la cantidad de ejemplares que quedan. La caza furtiva, la competencia con el ganado doméstico y la actividad minera son sus principales amenazas en esta provincia.

La talla de este animal es un poco menor que la del huemul patagónico, puede medir entre 1,40 o 1,65 de alto y pesar unos 65 kilogramos. Su pelaje es gris lobuno o pardo grisáceo amarillento, tonalidad que mantuvieron sin variaciones a lo largo de los años. La cola es pardo oscura y contrasta con el blanco que presenta en el vientre, al igual que en la porción inferior e interna de las patas, el extremo del hocico, el contorno de las orejas y la garganta. También es muy habitual una marca oscura o negra en forma de “y” que ostenta en la parte superior del hocico y la frente.

Si bien, como animal autóctono habitó el continente desde hace siglos, su nombre y características trascendieron cuando en 2018 se decidió que su imagen fuera el centro del billete de cien pesos.

En Catamarca, vive en las Sierra de Ambato a partir de los 3000 a 3600 metros, en localidades como Los Ángeles, Concepción, El Machando, Humaya. También hay en Aconquija, desde los 2800 hasta los 4.000 metros y en las sierras de Belén

El estado poblacional de la taruca es desconocido para el área de extensión de la especie en el noroeste argentino. Se trata de una especie difícil de localizar. “Censos poblacionales realizados en las regiones montañosas de la provincia de La Rioja indicaron que sus números son muy bajos y en grupos aislados entre sí por la acelerada fragmentación del hábitat e interrupción de los corredores de pastizales por diversos factores como caminos y cultivos”, explicó a Catamarca/12 el biólogo Roberto Salinas.

Para el profesional, divisar uno de estos ejemplares, “es un privilegio y más difícil que ver las ballenas en Península Valdez”. Asegura, que en sus excursiones, sólo pudo divisar un grupo dos o tres veces.

“En el año 2007 y con las provincias del país en donde viven las tarucas, como La Rioja, Jujuy, Salta y Catamarca, tuvimos una serie de reuniones con el objetivo de realizar una propuesta para ver todas las especies amenazadas y hacer un censo, como el que se hizo con las vicuñas”, explicó Salinas.

Las vicuñas, también en peligro, fueron censadas en 2006 y se elaboró un plan para su protección, que está ayudando a su conservación. Sin embargo, y pese a los intentos que mencionó el biólogo, aún no se hace nada para proteger a la taruca.

Salinas, señaló que las principales amenazas para este animal son “la caza furtiva, porque son animales que viven en grupos reducidos, donde hay un macho con tres o cuatro hembras y alguna cría joven. Las cazan por los cuernos, se mata al macho y quedan las hembras solas y de esta manera tienen más posibilidades de que las maten los pumas y zorros colorados”, explicó y contó que lamentablemente tuvo oportunidad de ver grupos de animales muertos.

Por otro lado, está “la competencia con el ganado doméstico. Ellas pierden pastos tiernos y las vacas les contagian garrapatas, que a su vez traen enfermedades. En este contexto, están las prácticas asociadas al manejo de ganadería, donde se prende fuego a los pastizales para que haya rebrote de pastos, y provocan el aislamiento de las tarucas”, contó.

Matanza de tarucas por cazadores (1996).

En tanto, y teniendo en cuenta que son animales que viven en grupos, el avance de cultivos, la creación de caminos hacen que queden aisladas y terminan reproduciéndose entre los mismos grupos y no tienen flujo genético. “Así, empiezan a perderse genes recesivos y comienzan las enfermedades degenerativas”, aclaró el biólogo.

La otra causa, que Salinas dejó planteada cuando participó del estudio de impacto de la Minera Agua Rica, es “la exploración minera. La instalación se está previendo entre los 2500 y 3500 metros de altura en Aconquija, justo el lugar en donde ellas habitan. Cuando se hicieron los caminos de exploración, las vi. Andaban en medio de las máquinas y muchas fueron cazadas, porque se volvieron más mansas. Además se les cortan los caminos para pasar y cruzarse con otros grupos”, aseguró.

En cuanto a la posibilidad de su cría en cautiverio, Salinas contó que se realizó un intento en Alemania, en el zoológico de Berlín, entre 1931 y 1941. Un macho vivió allí durante 10 años, 7 meses y 18 días y murió durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En este mismo lapso por lo menos nacieron 6 machos y 6 hembras entre julio y noviembre. También hubo animales en el zoo de Hamburgo (1891) y en el de Hagenbeck (1922). En 2016, hubo un nacimiento en el Parque de Las Leyendas, ubicado en Perú.

“Si consideramos las variables de amenazas que tienen las tarucas, el panorama no es alentador. Están en peligro, no sabemos cuántas hay y tampoco conciencia. Creo que es necesario plantearnos cualquier acción que potencialmente afecte el hábitat y evitar que sigan muriendo o enfermándose”, concluyó Salinas.