La viuda de Sandro se queja, reclama con justicia y razón. Se usan imágenes y temas musicales del ídolo en publicidad política, sin su autorización. Los derechos de autor te los debo.
Diego Capusotto podría hacer algo parecido, si se nos permite una broma; las campañas imitan su estilo, sus giros, el tono general de su mensaje. Una parodia alocada invade la tele y la radio. Se espiralizan debates irrisorios, sobre audios o videos editados hasta la tergiversación. El neo cartesianismo satura los medios; cualquier cuestión se divide en muchas partes, tantas como sean necesarias para transformarse en una frivolidad o una pelotudez, lisa y llana.
La docente discutiendo con el alumno podría llevar a pensar cómo se conversa en el aula, cómo se reconfigura la autoridad, cómo los adolescentes chucean a los profes, cuál debería ser el tono admisible para replicarles, la valoración ética del escrache viral… Todo se subsume en una palabra clave: “adoctrinamiento”. Banalizar es la cuestión.
Las campañas como espacio integral desaparecen. Las recorridas no se registran, a candidatos les cuesta un Perú acrecentar el conocimiento público. La lógica panelista derrota a la política por goleada.
Una fracción relevante de la dirigencia se presta o se pone a la cabeza, a veces por conveniencia, a veces engolosinada por llegar a trending topic. Unos minutos de fama, muy poquitos, eh: Andy Warhol lo registró décadas atrás.
Para quien es poco junado o minoría llamar la atención puede ser negocio. El exministro Florencio Randazzo concibe un rapapolvo de una imitadora de Cristina Kirchner (¿o de Graciela Borges?) con puteadas incluidas. En spot encadenado, la mamá (de Florencio) reivindica su derecho a insultar ella también. Sergio Berni (que no es candidato pero spotea lo mismo) conversa con su mamá mientras labura, infatigable. Se burla de Randazzo, de “la leona” (itinerante) María Eugenia Vidal. Siempre reserva un párrafo para su colega nacional, la ministra de Seguridad Sabina Fredric. La exgobernadora Vidal se encoleriza contra Fredric, Victoria Tolosa Paz y Berni. Ninguna protagonista deja pasar una oportunidad de un sketch sobre el volátil tema del día.
Los creativos se empeñan, el humor se insinúa. Pero, ojo al piojo, cualquier toque de ironía adversaria se descalifica de volea. La solemnidad, la moralina, marcan el ritmo. Clamor de inquisidores, por doquier. ¿Cómo referirse a “garchar” cuando hay tanta pobreza? Inadmisible la comparación con Suiza mientras sigue el flagelo del narcotráfico. Cancelación berreta, al rojo vivo.
Cambia, todo cambia. En 2015, hace poco, el macrismo amagó haber descubierto otro arte de campaña que supuestamente sintonizaba con deseos de “la gente”. Descontracturar hasta que aclare. Música, a bailar en el escenario mi amor, candidatos desafinando sin ruborizarse, suelta de globos. Se calculaba que la sociedad se había cansado de la intensidad kirchnerista. El individualismo venía de la mano con buena onda y la vida bella.
La resultante a una semana de las Primarias Abiertas (PASO) tornó inaudibles los discursos políticos. Las dos grandes coaliciones se abroquelaron en un relato identitario. “Núcleo duro” lo llaman ahora, transijamos con la expresión para hacernos comprender. Casi nadie “centrea” en las propuestas.
Las novedades más estridentes se anclan en la derecha. ¿Llegó Vox a la Argentina? ¿Llegó para quedarse?
El domingo próximo, en la votación intermedia, algunos enigmas empezarán a descifrarse. Dos mensajes le pusieron contenido a semana que hoy termina. El expresidente Mauricio Macri propugnó que hay que evadir impuestos para prosperar. El CEO y dueño de Techint Paolo Rocca, propuso, entre varias iniciativas, que debe bajarse la presión fiscal para la industria… que, cáspita, crece bien con esta presión fiscal, en infectadura y bajo el régimen populista.
Spoiling del resto de la columna: las dos iniciativas concuerdan, autorretratan a Juntos por el Cambio (JpC), ayudan a definir qué se pone en el juego en las elecciones.
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Volvé, Mauricio, Horacio te perdona: El cierre de listas dejó la impresión de haber coronado una victoria delicada del Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. Eutanasia de Macri exiliado en la FIFA, preludio de una campaña “catch all” como marcan los manuales para un sistema polarizado. La derecha es nuestra, apuntemos al centro con evidencia científica, tono didáctico, sobreactuando respeto. Repetir, adecuándola, la estrategia de 2015 cuando a la derecha de Cambiemos solo quedaba la pared.
Los focus groups, las encuestas revelaron otro escenario. Emergieron Javier Milei y José Luis Espert (en ese orden de presencia y por ahí de intención de voto). Las homilías de la exministra Patricia Bullrich colaban en la barra brava propia.
El retorno de Mauricio pareció una necesidad, HRL se avino, el expresidente copó la parada, comenzando el desfile en la cadena de sus diarios, radios y teles militantes.
Vidal se sacó las pilchas de Heidi, “Horacio” admitió que Ricardo López Murphy entrara a una interna en Capital. No consiguió cerrar el feudo, la sapiencia de campaña que aplicaron los gobernadores radicales, la mayoría de los peronistas incluyendo al bonaerense Axel Kicillof. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se distingue para malestar de Larreta.
De regreso en Ítaca Macri habla, sin filtro ni autocrítica. Defiende su gestión, una misión imposible ante los votantes no encuadrados. No importa porque el objetivo es retener lo propio, no especialmente avanzar.
Guionado como de costumbre, sin repreguntas que lo hagan pensar, Macri a veces se entusiasma, se le suelta la lengua. En un derrape elogia la evasión impositiva. Un delito que empalma con su trayectoria, con las trapisondas desde el llano y la Casa Rosada para zafar de las deudas del Correo. Con la ampliación del blanqueo a su propia familia, mediante un decreto que violó la ley respectiva, conducta que lo caracteriza y sigue impune. Macri excedió límites pero si hay una napa de votantes evasores les indicó una opción. Desoigan los cantos de sirena de Milei, acá estamos nosotros que sabemos cómo hacerlo.
Rocca supo ser más sutil, apegado a las reglas institucionales. “La Justicia”, una Sala de la Cámara Federal mejor dicho, lo zafó –descarada y solidaria-- en la causa de los cuadernos. Liviano de equipaje se explayó ante periodistas del palo en la celebración del día de la Industria.
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Paolo, el león ambicioso: La Unión Industrial Argentina (UIA) festejó el día y las circunstancias actuales, relativizando el sonoro faltazo del presidente Alberto Fernández o de algún ministro. La actividad del sector crece, ya superó los indicadores de 2019. La UIA no lo confiesa pero la recuperación se produjo mediando prohibición de despidos, paritarias que se reabren. Las medidas de protección no fueron escollo.
Rocca integra otra corporación patronal, la máxima. La Asociación Empresaria Argentina (AEA) congrega a Techint, al Grupo Clarín, a otros grandes jugadores. Se apersonó al ágape de la UIA para emitir señales, dialogó con los medios. De nuevo, propuso medidas lícitas, aunque discutibles: fue más moderado y sistémico que Macri. Acuerdo pronto con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Poner coto al crecimiento del empleo público. Basta de “planes”, ese lugar común que empobrece discusiones y diagnósticos. Y, desde luego, disminuir la presión impositiva una de las causas que impide el desarrollo nacional.
En otras temporadas la monserga de los CEOS apuntaba a los altos salarios como escollo para la competitividad. Hoy en día, son ínfimos respecto de los estándares nacionales históricos o en la comparación internacional. Rocca retorna al caballito de batalla fiscal. Insinúa diseñar quién pagará el costo de la crisis sanitaria-económica. Su programa no es nuevo, amerita un repaso veloz acerca su relación con los expresidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Los grandes capitalistas autóctonos están acostumbrados a que el Estado les saque las papas del fuego en épocas de incendio. La estatización de las deudas privadas durante la dictadura, la pesificación asimétrica en el mandato del presidente Eduardo Duhalde. Kirchner timoneó la recuperación ulterior a la crisis de 2001. La marea subió, todo flotaba. Los empresarios se la llevaban con pala, acertó Cristina. Por unos cuantos años no confrontaron con los gobiernos kirchneristas. La pax relativa terminó cuando advino la crisis mundial de 2008-2009. Era el momento de determinar cómo se socializaban las pérdidas. En aquel entonces Rocca acuñó una suerte de parábola sobre el poder de Kirchner. Decía que el expresidente reinó en una selva que acababa de atravesar una catástrofe. Las fieras no eran tales, estaban débiles, subalimentadas, sin dientes. Kirchner las domesticó sin mayor esfuerzo y así comandó el país, con éxito. Tanto que las fieras recuperaron el peso, la fuerza, las garras. En 2008-2009 sonaba la hora de barajar y dar de nuevo. Los reyes de la selva regresaban.
En aquella etapa, Cristina los había chuceado para que armaran un partido político y se presentaran a elecciones. Las plegarias fueron atendidas, la derecha nativa organizó un partido de clase. Llegó a la Casa Rosada, configuró un Estado gestionado por los dueños del poder económico. Juntos por el Cambio compite con el Frente de Todos que, aún con tropiezos, conserva la unidad del peronismo, de partidos aliados, de la CGT, de las CTA, de la mayoría de las organizaciones sociales. Dos proyectos, se describe. Dos coaliciones sociales, nítidas en su diferenciación a pesar de imperfecciones y de ausencias. Eso se juega el domingo que viene y el 14 de noviembre.
Como en otras circunstancias, los leones se guarecieron de la tormenta del mundo en 2020 aceptando ayudas generosas del gobierno de Alberto Fernández. La tregua fue breve, parece que los dientes y las garras crecieron pronto, ahora van por más.
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Las PASO y lo que vendrá: El oficialismo también desplazó discurso desde el arranque de la campaña. Su objetivo era iluminar un futuro cercano, mejor. Las consignas “la vida que queremos” o “vamos a salir” explican bien la idea. Había que redondearlas con promesas creíbles atentas a los padeceres que causó la pandemia. La vacunación, el paulatino alivio o cese de las restricciones, la recuperación económica (tan heterogénea cuan innegable) son sus pilares. La propuesta se enmarañó en el laberinto mediático, previsiblemente dominado por la oposición. La superficialidad de la campaña despolitiza, favorece a la derecha.
La revelación del cumpleaños en Olivos, una conducta reprobable que afecta al propio presidente, agravó el cuadro. El impacto en la intención de voto es dudoso, impredecible, acaso indeterminable. El impacto en la campaña resultó notorio. El Gobierno y Alberto Fernández mismo pasaron a la defensiva. La respuesta del Frente de Todos, por motivos diversos, tuvo alguna simetría con la de Juntos por el Cambio: afincarse en la identidad peronista, garantizar el voto propio. Táctica sensata pero insuficiente para reconvocar a quienes legitimaron el contrato electoral propuesto por Alberto hace dos años. Una mayoría del 48 por ciento en la Argentina es policlasista en lo social y multicolor en lo político.
En días recientes el discurso oficial retomó la interpelación a sectores medios. Le quedan tres meses para la instancia decisiva, será necesario que la reactivación llegue a más bolsillos, que la mejora en la calidad de vida se expanda. Y que la gente común entienda que la polarización no es un mito sino una disyuntiva crucial. La agresividad de los debates podrá ser excesiva, el ensimismamiento de muchos dirigentes una trampa para lo que representan... pero la disyuntiva existe. Entre una coalición nacional popular y otra encabezada por las clases dominantes que nada olvidaron y nada aprendieron en el llano. La soberbia de Macri y Rocca lo comprueban y remarcan.
Las elecciones de medio término, sobre todo en Diputados, alientan el crecimiento de terceras fuerzas. En esta ocasión, se intuye, las más favorecidas se afincan a la derecha del espectro político. Todo un dato para evaluar cuánto se juega en el cuarto oscuro. Dos coaliciones compiten en contexto hostil y en un mundo en el que irrumpen y triunfan emergentes de derecha ultra como Jair Bolsonaro o Donald Trump. El macrismo integra esa troupe, sus nuevos contendores meten pavor.
Queda una semana para las PASO que se dirimen en 24 provincias aunque el enfoque predominante se concentra demasiado en Buenos Aires y en la CABA.