Desde Lima
Se prolonga la novela, y la crisis, en torno al ministro de Trabajo, que se ha negado a renunciar luego que se lo pidió el jefe de gabinete. Una historia de marchas y contramarchas, que se inició con los ataques de la derecha parlamentaria y mediática contra el ministro, al que acusa de haber integrado en los años ochenta el grupo armado maoísta Sendero Luminoso, y que ha puesto sobre la mesa las tensiones y divisiones internas en el gobierno y sus problemas al momento de tomar decisiones.
El presidente Pedro Castillo no ha ratificado el pedido de renuncia del jefe de gabinete a su ministro, pero tampoco ha salido a respaldar al titular de Trabajo. En los hechos, el silencio presidencial mantiene en su puesto al ministro Iber Maraví y es una implícita desautorización al jefe del gabinete, Guido Bellido. Una razón del presidente para mantener al titular de Trabajo sería no dar la imagen de ceder ante las presiones de la derecha que exige su salida. Otra razón tendría que ver con disputas internas en el gobierno y con el hecho que Maraví, profesor y sindicalista como Castillo, es muy cercano al presidente.
Cuestionamientos de la derecha
La novela hasta ahora sin fin comenzó el pasado lunes cuando Bellido anunció públicamente que le había pedido la renuncia a Maraví y que éste dejaría el cargo. Fue su respuesta a los cuestionamientos de la derecha contra el ministro, a quien sindican como “terrorista” en base a un informe policial de hace cuarenta años en el que se dice que en ese entonces era miembro de Sendero. Maraví, que nunca fue sentenciado por esos cargos, rechaza la acusación. Bellido, que también es cuestionado por la derecha y los medios, le pidió la renuncia a Maraví tres días después que el Congreso opositor le diera el voto de confianza, indispensable para mantenerse en el cargo. Entregando la cabeza del ministro de Trabajo, el jefe del gabinete esperaba satisfacer al sector de la derecha que le dio el voto de confianza y que pide la salida del ministro, y bajar el tono de los ataques en su contra de la derecha que votó por negarle la confianza y de los medios.
La derecha no solo quiere sacar a Maraví, su estrategia es tumbarse a los ministros “uno por uno”, como han anunciado sus voceros más radicales, parte de un plan desestabilizador que apunta al final de la fila contra el presidente. Solo tres semanas después de haber asumido la presidencia, por presiones de la derecha Castillo sacó a su canciller, el exguerrillero y sociólogo Héctor Béjar, una reconocida figura de la izquierda. Béjar no forma parte de Perú Libre, pero su salida como una concesión a la derecha molestó al partido oficialista. Luego de ese episodio, visto como una muestra de debilidad del gobierno, en el Ejecutivo no quieren que en el caso del ministro de Trabajo se repita esa imagen de ceder rápido a las presiones de la derecha política y mediática.
Pugnas al interior del gobierno
Pero detrás de esta historia no solo están las presiones de la derecha, sino también las pugnas al interior del gobierno, en el que conviven en tensión el sector más cercano a Castillo, formado principalmente por dirigentes del sindicato de profesores como él; el sector del partido oficialista, Perú Libre, encabezado por su controvertido secretario general, Vladimir Cerrón, un ex gobernador sentenciado a prisión suspendida por malos manejos económicos e investigado por otros cargos de corrupción; y por los aliados del gobierno que vienen de otras agrupaciones de izquierda. Cerrón presiona por ganar espacios de poder. Esta crisis ministerial se da en el contexto de esa pulseada entre Castillo y Cerrón. Mientras el ministro de Trabajo forma parte del círculo de profesores cercano al presidente, el jefe de gabinete, que le pidió su renuncia, es parte de la dirigencia de Perú Libre que responde a Cerrón.
El secretario general del partido de gobierno celebró públicamente el anuncio de la salida de Maraví, lo que dijo consolidaba el poder de Bellido, su ficha más importante en el gobierno. Pero Castillo, sin hablar públicamente, impuso su poder para mantener a su ministro. El intento de Bellido de sacar a Maraví se dio días después que, según versiones periodísticas que citan fuentes del gobierno, Castillo pensó en sacarlo de la jefatura del gabinete, pero desistió luego de una tensa conversación con Cerrón. Con la movida de pedir públicamente la renuncia de Maraví, que puso en marcha sin la luz verde del presidente, Bellido, además de contentar a la derecha que lo cuestiona, buscaba fortalecer su posición al interior del gobierno y debilitar al círculo de profesores cercano al presidente. Fue un intento de consolidarse en el cargo, tanto frente a la oposición como al interior del Ejecutivo. Pero la apuesta le salió mal. La renuncia que anunció no se concretó y se quedó sin piso. Quiso fortalecerse y terminó debilitado.
“Esta crisis ministerial, que ha sido una comedia de errores, es una manifestación de que hay dos cabezas en el gobierno, las de Castillo y Cerrón. Al mantener al ministro de Trabajo, Castillo busca detener el avance de Cerrón en esa guerra de posiciones que hay entre ambos. No creo que esta situación se pueda mantener por mucho tiempo. Para Castillo el escenario es muy complicado, todas las salidas implican pérdida y la derecha dura está viendo cualquier oportunidad para provocar su destitución. Si rompe con Cerrón y Perú Libre, perdería el apoyo de la bancada oficialista en el Congreso. Pero creo que no le va a quedar otra opción que romper, es imposible gobernar manteniendo esa dualidad, con Cerrón diciéndole lo que debe hacer. Al romper con Cerrón, su única salida sería moverse al centro para buscar nuevos aliados. A Castillo lo favorece que la derecha está dividida y tiene sus propios problemas internos”, le señaló a PáginaI12 el historiador y analista político Nelson Manrique, comentando el escenario que se abre en el gobierno con esta crisis.
Manrique considera que el silencio de Castillo en esta crisis y otros momentos importantes “le está dando armas a la derecha, contribuye a desestabilizar su gobierno, está enajenando el apoyo de quienes votaron por él, que sienten que no hay un gobierno que tome resoluciones, lo que es imperdonable en un momento que tenemos la pandemia, crisis económica, desempleo”. “Castillo evita a la prensa, no da declaraciones, porque no tiene un rumbo claro, no tiene algo claro que decir”, señala.
Aunque Castillo detuvo su anunciada salida, a Maraví no parece quedarle mucho tiempo en el gobierno. El Congreso se prepara para interpelarlo por las acusaciones de su supuesta pasada militancia en Sendero, con la intención de censurarlo, lo que lo obligaría a dejar el cargo. Todo indica que la oposición tiene los votos para lograr la censura.
En este escenario de crisis ministerial, ataques opositores contra los ministros y tensiones internas en el gobierno, no se descarta que junto a la probable salida del ministro de Trabajo, que si no cae antes sería obligado a renunciar por el Congreso, se sumen otros cambios en el gabinete. Cambios que podrían implicar una recomposición de las fuerzas al interior del oficialismo.