Delta es la variante que más preocupa al mundo, con presencia en más de 170 países. Cuando llega a un nuevo territorio, en pocas semanas tras detectarse su transmisión comunitaria, desplaza a las precedentes y provoca nuevas olas, incluso en aquellas naciones que, producto del avance de la vacunación, ya no experimentaban grandes complicaciones con la covid. En Argentina, con el 62 por ciento de la población inmunizada con una dosis y el 36 por ciento con el esquema completo, se plantean algunos interrogantes. ¿Es posible evitar una nueva ola motorizada a partir de Delta? ¿Qué ocurre en Sudamérica? ¿Qué dicta la experiencia en Europa y el resto del mundo?
“Puede ser que tengamos una tercera ola. Por ahora, venimos con condiciones epidemiológicas que nos están permitiendo disminuir la transmisión. También hay que tener en cuenta que no solo hay que concentrarse en Delta, una nueva ola puede generarse por cualquier otra variante”, plantea Nicolás Kreplak, ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires. Después enfatiza su perspectiva en la marcha de la campaña de vacunación: “Viene muy bien y eso nos ayuda increiblemente, hay que seguir insistiendo con los cuidados mientras se continúa inmunizando a la población. Nos queda completar la segunda dosis y acelerar la inoculación de la primera a los adolescentes. Cuando vacunemos a los pibes y pibas, terminaremos con una etapa fundamental y podremos atravesar sin mayores problemas la pandemia. Si avanzamos en la vacunación adolescente, podemos evitar nuevas olas”.
Desde hace 14 semanas consecutivas el promedio de infecciones diarias disminuye, tanto que se advierte un 88 por ciento menos de casos en relación al pico registrado en mayo. A ello, se suman 12 semanas de reducción del número de muertes. Las dos variantes de mayor prevalencia en territorio doméstico son Gamma (popularmente conocida como variante de Manaos) y Lambda (andina); mientras que de Delta, aunque se presupone su transmisión comunitaria (por el reporte de una cantidad importante de contagios sin nexo con viajeros), el porcentaje aún no constituye una cifra considerable y el Ministerio de Salud elige no categorizarla en ese sentido.
¿Su propagación se está retrasando más de lo habitual?
“Es posible que Delta se esté transmitiendo mucho más de lo que podemos detectar en nuestros países. Podríamos estar en una situación epidemiológica mucho más clara en un par de semanas. Por el momento, todos los indicadores son favorables, porque los casos bajan”, advierte Carolina Torres, bioquímica y viróloga del Conicet. Y agrega: “En Córdoba es en donde más casos de Delta se detectaron pero el acumulado sigue sin ser alarmante; en el resto de las localidades no hay indicios de transmisión comunitaria”.
Según un estudio de la Agencia de Prevención y Control de Enfermedades de Corea del Sur, difundido semanas atrás, la carga viral que presentan los infectados con Delta es 300 veces mayor que con la cepa original de Wuhan. Este último se suma a un trabajo divulgado el mes pasado desde China, que anunciaba que, en verdad, la carga viral era 1.000 veces superior. Pero, en términos concretos, ¿qué implica? Que la carga viral sea 300 o 1000 veces mayor significa que en el tracto respiratorio de las personas que se infectan hay mayor producción de virus y, si hay más virus, existe una mayor probabilidad de que sea transmitido.
Los hermanos Santiago y Nicolás Olszevicki (bioquímico y doctor en Letras, respectivamente) compartieron un análisis en sus redes, que este diario recogió de manera reciente. En aquella ocasión, plantearon un razonamiento interesante, con el objetivo de poner a jugar los datos disponibles en base a las experiencias de otros países para proyectar lo que podría suceder en Argentina. “La variante Delta se volvió mayoritaria en Reino Unido, cuando el 58% de la población estaba vacunada con una dosis y el 38% con dos. El impacto en el número de muertes, gracias a ese nivel de inmunización (que ahora creció significativamente), está siendo muy limitado”. Contabilizaron 4.654 fallecimientos en toda la ola Delta (desde finales de mayo hasta ahora) el equivalente a cuatro días durante la ola previa. Con ello, pese a que la epidemiología no es una ciencia exacta, colocaron paños fríos al contextualizar y trazar un ejercicio prospectivo: aquel escenario podría ser el argentino en poco tiempo. Sin embargo, ninguna situación es equivalente a otra.
No hay con qué darle: la mejor herramienta que la humanidad hoy tiene a mano –con mayor o menor cercanía, según el caso– son las vacunas. A la fecha, si bien se ha visto que pierden efectividad frente a Delta al momento de prevenir contagios, la buena noticia es que continúan confiriendo una excelente protección para prevenir hospitalizaciones y muertes. Lo mismo sucede con las otras variantes: cada vez son más corrientes las noticias de hospitales y centros de salud que comunican, después de mucho tiempo, no tener pacientes internados por covid. El Zonal de Nueva Esperanza (en Santiago del Estero) y El Cruce (Florencio Varela, Buenos Aires) fueron los últimos que dieron a conocer la buena nueva. A la fecha, Argentina está en su punto más bajo de ocupación de camas de terapia intensiva. Registra 2.391 pacientes internados con covid, cuando en junio había alcanzado los 7.969.
¿Será que la chicana que profería en mayo de 2020 Jair Bolsonaro se transformó en realidad? En un futuro, gracias a las vacunas, la covid podrá convertirse en una “gripecita”. La diferencia sustancial es que el presidente brasileño lo anunció cuando la tecnología aún no estaba disponible y mientras recomendaba a los ciudadanos tomar hidroxicloroquina para tratar la enfermedad. En el presente, la nación vecina acumula más de 580 mil muertes por coronavirus.
¿Por qué todavía no explotó en Sudamérica?
Una de las hipótesis científicas que más voces autorizadas cosecha es la expuesta por Marta Cohen, patóloga pediatra argentina que en el presente trabaja en la Universidad de Sheffield (Reino Unido). Se refiere a que Delta se demora en tornarse predominante en la región porque las variantes ya presentes pudieron haberse convertido en “competidoras locales”.
En el área metropolitana de Chile y en el sudeste de Brasil, se registra transmisión comunitaria de Delta. Por caso, en Río de Janeiro corresponde a más del 85 por ciento de las nuevas detecciones. También se reportan casos de Colombia, Perú, Paraguay y Ecuador de esta variante sin nexo, aunque –del mismo modo que ocurre con Argentina– las cifras no son significativas como para expresar un porcentaje bien discriminado. Lambda se hizo fuerte en Perú, en Chile y en Argentina (especialmente en AMBA), mientras que Gamma se propagó con mayor acento en el resto de la región sudamericana. La explosión de las variantes en cualquier territorio depende de sus características intrínsecas (más transmisibles, que evadan con mayor éxito la respuesta inmune), pero también de las medidas que se implementan.
En Argentina, hacia fines de junio y los primeros días de julio comenzaron a reportarse los primeros casos de esta variante en personas sin nexo con viajeros. Pese a que la evidencia indica que en unas pocas semanas se vuelve predominante, aún no lo ha hecho en Sudamérica. Si la óptica se abre hacia Latinoamérica, México ya comienza a exhibir una curva en ascenso gracias a su rápida propagación. De manera reciente, superó los mil muertos en una jornada (1.177), y para remontarse a una cifra similar hay que ir hasta el 2 de junio, con 1.092 decesos (las autoridades sanitarias aludieron un problema de registro), o bien, hasta marzo. A veces pareciera que se contabilizan muertos como si fueran manzanas, de una manera fría y despersonalizada, pero lo cierto es que como apuntaba el intelectual Alejandro Kaufman, la capacidad de saber cuántos vivos y muertos –las estadísticas– hacen a la estatalidad de las naciones.
Una pregunta adicional: ¿es por la vacunación que no hay transmisión comunitaria? “Es muy difícil pensar de modo causal la epidemiología. Sin dudas, las vacunas juegan un rol central, porque experimentamos desde hace semanas una caída que evidencia una correlación razonable con el ritmo de la campaña. Sin embargo, también es verdad que en muchos países de Latinoamérica que no tienen nuestro nivel de inmunización, está Delta y no se produce un aumento de los casos”, reflexiona el ministro bonaerense. Y completa: “En varias naciones vecinas está aumentando la presencia de la Delta pero sin producir terceras olas”.
La experiencia mundial
Uno de los primeros científicos que en Argentina adelantó el fenómeno de desacople entre casos y muertes que ocurriría gracias a la vacunación fue el biólogo molecular Ernesto Resnik. En los países con la campaña de inmunización avanzada (Reino Unido, Italia), Delta no ocasionó tantos fallecimientos; en cambio, en aquellos que inocularon menos dosis (Rusia por ejemplo), a medida que se incrementan los casos también lo hacen los decesos. En Estados Unidos, la experiencia con Delta dependió de las tasas de vacunación de los diferentes Estados: mientras las infecciones disminuyen en las jurisdicciones del sureste, se incrementan en el noreste y oeste.
En la ciencia sale caro trazar proyecciones, en efecto, no son muchos los científicos y científicas que se animan a hacerlas. Pero lo cierto es que se estuvo hablando tanto de “picos” y “nuevas olas”, que con el presente que se percibe, parece difícil imaginar una escalada en la curva. “En todos los lugares en los que se vio una nueva ola, Delta reemplazó rápidamente a las variantes previas. Los que tenían un buen nivel de vacunación mostraron muchos casos con pocas muertes y los que vacunaron poco exhibieron muchos casos y muchas muertes”, precisa Kreplak.
Lo que aún significa más, las proyecciones resultan tan difíciles de hacer que, en medio de una pandemia, la verdadera hazaña es que desde la ciencia también se aprenda a comunicar incertezas. “Hay un período con casos sueltos en el que ni siquiera se puede calcular un porcentual de lo que representa una variante. Eso nos ocurre en Argentina por ahora con Delta, todavía el margen de error es muy amplio porque no circula fuertemente en la población. Eso puede cambiar de una semana a otra”, explica la científica. Y continúa con un ejemplo: “En Europa tienen un nivel de vigilancia genómica de una sensibilidad muy alta (Reino Unido secuencia más del 50 por ciento de lo que ingresa), por lo que pueden detectar a Delta incluso cuando estuvo en un nivel muy bajito. Sin embargo, no lo hicieron porque el gobierno justo flexibilizó actividades. Todo es relativo”.
Cualquier previsión en esta pandemia, como apunta Torres, es relativa porque, además de depender del contexto y de los patrones culturales que explican los comportamientos de las personas, también lo hace de las medidas que toman las autoridades gubernamentales. En Argentina, las restricciones se levantaron conforme avanzó la mejora de la situación sanitaria. Pese a la advertencia de la comunidad científica y médica, lo que muchos países desarrollados deciden ignorar es que la inmunidad debe alcanzarse de forma global. Mientras algunos países acaparan y dejan vencer sus vacunas en depósitos, otros marchan muy retrasados en sus campañas por falta de acceso. El Sars CoV-2 ha demostrado que los patógenos, en un mundo globalizado como el actual, no saben de barreras geográficas. Delta, por su parte, ha demostrado que en pocas semanas puede desplazar a cualquier otra variante predominante sin problemas. El objetivo de máxima es que ese fenómeno –si no está sucediendo ya– ocurra con una población más protegida.