El poeta portugués Fernando Pessoa sostuvo alguna vez: “Mi patria es la lengua”. Este mismo comentario es retomado por el poeta argentino Juan Gelman en el Congreso Mundial de la Lengua Española en 2017, el mismo año en que Gelman recibiera el Premio Cervantes.

Cristina Kirchner dijo alguna vez “La patria es el otro”.

La pregunta del millón sería: ¿quién es el otro? Y otra pregunta posible sería: ¿qué es la patria?

Cristina dijo “la patria es el otro” en el sentido del otro como prójimo, del otro como semejante comunitario.

El psicoanalista francés Jacques Lacan conceptualiza dos otros: el otro como alter-ego, como prójimo, como semejante de la misma especie, y el Otro que es el registro de lo simbólico, es decir, el código lingüístico en el que ese bebé nace, se cría y se subjetiviza, el idioma o lengua materna a través del cual ese bebé se transforma en persona, en sujeto sujetado a un inconsciente pulsional.

La mamá, o el otro que cumpla esa función es la que permite la entrada de ese bebé a ese Otro que es la lengua. Una mamá lo suficientemente buena es aquella que logra arropar a ese niño, acunarlo, cantarle y mimarlo en esa lengua que ella comparte con los suyos, miembros de una familia, una comunidad, una etnia y una región y país en donde se habla tal o cual lengua. La lengua materna es la lengua de quien cría a ese niño. A su vez, lo transforma en un parlêtre, es decir, un ser en la lengua, un ser en el habla de esa lengua y no de otra.

Hubo grandes escritores como Julio Cortázar o Juan José Saer que si bien vivieron la mayoría de sus vidas en Francia y además de francés, Cortázar, por ejemplo, sabía perfectamente inglés, fueron escritores que además de hacer otras cosas en otras lenguas para ganarse la vida, toda su obra literaria la construyeron en la lengua-madre, en el español.

Es muy significativo que la gran mayoría de escritores que viven en el exilio sigan construyendo su obra literaria personal en la lengua de nacimiento: es en este sentido que Pessoa dice “mi patria es la lengua”, en el sentido de patria como lengua-madre.

Arropar a un bebé, acunarlo y mimarlo en la lengua materna, es lo que permite que ese bebé sea en esa lengua y no en otra, lengua que primero registra desde lo discursivo, lo oral, y que luego pasa a registrar (leer y escribir) con los signos de escritura propios de ese idioma: de ahí que Pessoa haya dicho “mi patria es la lengua”, no hablando de patria como un territorio con límites políticos y administrativos sino de patria como la lengua que hablamos, en la que somos y en la que nos reconocemos como los seres hablados que somos.

Las nanas o arrorrós son canciones mínimas, con mucha melodía que pertenecen a los saberes ancestrales de las mujeres de cada familia, de cada etnia y de cada región y que se pasan de generación en generación.

En la “Canción de cuna para despertar a un negrito” el poeta cubano Nicolás Guillén enfatiza la rima consonante dada por la “sa” o la “za” (“Una paloma cantando pasa/¡Upa mi negro que el sol abrasa!/ya nadie duerme ni está en su casa/ni el cocodrilo ni la yaguaza”). El estribillo que se repite al final de las tres estrofas que forman el poema le da el ritmo de la rumba, el candombe o el son, ritmo emparentado con los tambores africanos o el bongó propio de la isla: “Coco, cacao/cacho, cachaza/¡Upa mi negro,/que el sol abrasa!”.

En “Duerme negrito” se tocan unos cuantos puntos en común con la canción de Nicolás Guillén. “Duerme negrito” es una canción para dormir a un bebé y no para despertarlo, y es la nana (la persona que cuida a ese bebé) quien le canta al negrito para que se duerma mientras su mamá está trabajando en el campo: “Trabajando duramente/trabajando”/ “trabajando y no le pagan/ trabajando, sí”. Acá aparece otra vez la situación marginal y explotada del negro, y, a la vez, la de la mujer sola con hijos (“trabajando y va cosiendo/trabajando, sí/ trabajando y va de luto/trabajando, sí”) y la figura del explotador blanco: “Y si negro no se duerme/Viene el diablo blanco/ Y ¡zas!, le come la patita/ Yakapumba, Yakapumba/Apumba, yakapumba, yakapumba”; punto que se repite en el poema de Nicolás Guillén: “Diga despierto/lo que le pasa/¡Que el amo muera/muera en la brasa!”, hablando directamente de los negros esclavizados en las Antillas y jugando semánticamente con las acepciones del verbo despertar: despertarse del sueño o despertarse de la esclavitud.

Tampoco en el poema de Guillén aparece el papá del negrito: “Negrazo, venga con su negraza” (le dice la mamá a su bebé).

La canción “Duerme negrito” es compilada y musicalizada por Atahualpa Yupanqui a partir de nanas y arrorrós populares tomados de la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela. Luego la cantaron folcloristas de la talla de Víctor Jara, Jairo y Mercedes Sosa, entre otros, quienes la transforman en una canción típica argentina.

De momentos tiene ritmos lerdos y otros más acelerados pero la musicalización es propia del folclore argentino.

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