La idea “El medio es el mensaje”, de Marshall McLuhan, admite su correlato degradado en tiempos de la posverdad: “la noticia son los comments”. El diario La Nación publicó hoy una información con este título: “Córdoba: refugiados prefieren volver a Siria porque no aguantan la inflación”. De este lado de la grieta, la noticia fue recibida al principio con incredulidad: “Deben haber hackeado la web del diario”, dijeron algunos. “Se resquebraja el eje oficialista”, aventuraron otros, idealistas de la conspiración mediática. “Una prueba más de la campaña del miedo”, ironizaron quienes extrajeron de la noticia –que había sido levantada del diario La Voz y estaba escrita con un tono muy respetuoso y hasta se diría, aséptico—una interpretación que dejaba tragicómicamente mal parado al macrismo y sus aliados cordobeses: cómo será de malo este gobierno –era el subtexto--que los refugiados sirios prefieren exponerse al ISIS, a la madre de todas las bombas, a los ataques preventivos de la aviación rusa y a la represión de Bashar al-Asad antes que soportar el plan económico de Cambiemos. Una hermenéutica maliciosamente antimacrista.
Superada esta reacción inicial, una breve recorrida por los “comments” de La Nación y de Infobae (que rápidamente se hizo eco de la historia de la familia siria que se volverá a Alepo porque no pudo adaptarse a la Argentina) permitió advertir que la noticia, lejos de ser interpretada como una crítica a la gestión económica de Cambiemos, incentivaba los peores sentimientos chauvinistas, xenófobos y prejuiciosos de ese sector que está, precisamente, del otro lado de la grieta. La presunta “objetividad” de la nota (que narraba, con datos concretos, las dificultades que tuvieron los sirios para adaptarse, los problemas con el idioma, la imposibilidad de encontrar trabajo, etcétera) quedaba diluida tras un rápido paneo por sus repercusiones. “Que se vayan a morir a Siria”, “No los queremos acá”, “Son unos vagos, querían vivir de arriba en nuestro país”, eran algunos de los comentarios espontáneos de “la gente”.
La noticia había dejado de existir. Lo que quedaba era su lectura. Que ahora ocupa el lugar de la noticia, con las connotaciones que, seguramente, los medios en cuestión tenían en mente desde el principio, más allá de la inocente ecuanimidad de la publicación original. El dispositivo parece engorroso, pero es sencillo: se dice “A” porque se sabe que un público cautivo va a interpretar “B”, lo que dará pie, algún día, a que finalmente se discuta “C”. La “C”, en este caso, es funcional a los verdaderos intereses de este modelo cultural: trazar una línea regresiva que empiece con los “refugiados” (provenientes de un país, además, lleno de “terroristas”), continúe con los “inmigrantes indocumentados” (“mano de obra barata del narcotráfico y culpables de la falta de trabajo en la Argentina”) y finalice, sin más, con todo el sistema de protección a los más vulnerables. Porque el que interpreta es, a su vez, interpretado. Entonces el que escribió, con despecho instintivo, “¡no los queremos acá!”, abona el camino para que otros, menos indignados, diseñen políticas que –ya superada la anécdota de la familia siria-- excluyan a planeros, villeros, desocupados, etcétera.
Dos conclusiones finales, que acaso ya sean, para muchos lectores, verdades de perogullo:
- Lo único que interesa de una noticia es su efecto. O, mejor dicho, la noticia es su efecto.
- Lo que pase con los sirios, acá o allá, no le importa a nadie.