Científicos de la Universidad de California, en San Diego, Estados Unidos, están desarrollando dos vacunas contra el coronavirus que, a diferencia del resto de las fórmulas fabricadas en el mundo, no necesitan frío para su almacenamiento.
De ser aprobadas --aun se encuentran en la fase inicial de desarrollo-- permitirán un gran avance en la distribución mundial, especialmente en zonas rurales o en los lugares con pocos recursos.
"Lo interesante de nuestra tecnología es que las vacunas son térmicamente estables, por lo que podrían llegar fácilmente a lugares donde no es posible instalar congeladores", destacó Nicole Steinmetz, nanoingeniera de la Universidad de California, quien aseguró que las pruebas con ratones han demostrado una elevada respuesta inmune.
Detalles de la investigación
Una de las vacunas, según un artículo del Journal of the American Chemical Society donde se publicaron detalles de la investigación, está hecha a partir de un virus vegetal, el virus del mosaico del caupí, y la otra a partir de un virus bacteriano, o bacteriófago, llamado Q beta.
En el desarrollo, los científicos emplearon plantas de caupí y bacterias E. coli para generar cultivos del virus vegetal y del bacteriófago.
El resultado es una nanopartícula con el aspecto de un virus infeccioso que, sin embargo, no resulta infeccioso ni en animales ni en humanos sino que engaña al sistema inmunitario y estimula al organismo para generar una respuesta contra el coronavirus.
Los investigadores han probado ambas candidatas a vacuna en ratones con implantes, parches e inyecciones, y los tres métodos dieron altos niveles de anticuerpos neutralizantes en la sangre contra el SARS-CoV-2.
¿Cuáles son las ventajas?
Una de las ventajas de usar virus vegetales y bacteriófagos para hacer vacunas, señalaron los investigadores, es que son fáciles y baratas de producir a gran escala, ya que cultivar plantas no conlleva mucha dificultad y tampoco requiere una infraestructura demasiado sofisticada.
Además, celebraron los especialistas, estas nanopartículas son extremadamente estables a altas temperaturas, lo que permite almacenar las vacunas sin necesidad de mantenerlas en frío.
Por esta misma característica, también pueden someterse a procesos de fabricación que utilizan calor. De hecho, el equipo utiliza este tipo de mecanismos para envasar sus vacunas en implantes de polímero y parches de microagujas.
Los implantes que se inyectan bajo la piel y liberan lentamente la vacuna a lo largo de un mes sólo tendrían que administrarse una vez, mientras que los parches de microagujas, que pueden llevarse en el brazo sin dolor ni molestias, permitirían a las personas autoadministrarse la vacuna.
Utilidad frente a otros coronavirus
En la investigación, los científicos de la Universidad de California descubrieron que los anticuerpos que generaron ambas vacunas también logran neutralizar el virus del SARS.
Según analizaron, esto se debe a la parte de la proteína de la espiga del coronavirus que se une a la superficie de las nanopartículas: una de estas piezas que el equipo de Steinmetz eligió, denominada epítopo, es casi idéntica entre el SARS-CoV-2 y el virus del SARS original.
"Esto nos da esperanzas para una potencial vacuna contra el pan-coronavirus que podría ofrecer protección contra futuras pandemias", dijo Matthew Shin, coautor del estudio.
Otra ventaja es que no se ve afectado por ninguna de las mutaciones del SARS-CoV-2 que se han registrado hasta ahora, lo que significa que estas nuevas vacunas podrían ser potencialmente eficaces contra las nuevas variantes, como la Delta, con la que ya se están haciendo pruebas.
Por último, los autores también destacaron la versatilidad de esta tecnología de vacunas porque "incluso si esta tecnología no tiene un impacto en covid-19, puede adaptarse rápidamente a la siguiente amenaza, al siguiente virus X", remarcó Steinmetz. De hecho, los laboratorios de Steinmetz y Pokorski han utilizado esta receta en estudios anteriores para fabricar vacunas para enfermedades como el VPH y el colesterol.