Desde Río de Janeiro
Dejando claro por enésima vez que desconoce todo límite, ni siquiera vestigios de límites, el ultraderechista mandatario brasileño Jair Bolsonaro avanzó una vez más, primero en Brasilia y luego con más furia en un mitin en San Pablo, contra el Supremo Tribunal Federal (STF).
Refiriéndose específicamente a uno de sus integrantes, Alexandre de Moraes, Bolsonaro aseguró enfáticamente que no cumplirá ninguna de sus determinaciones. De paso, mencionó a otros “canallas” que integran la Corte Suprema de Brasil, incitando los manifestantes a seguir su ejemplo.
En un inédito ataque de un mandatario a un integrante de la Corte Suprema de Justicia en Brasil, Bolsonaro ya había pedido por la mañana, en una manifestación convocada por él en Brasilia, que Luiz Fux, presidente del STF, “controlase” a uno de sus integrantes, precisamente Moraes.
Retórica golpista
En una clara declaración golpista, advirtió a Fux que si no lo hiciese, “ese Poder (en alusión al Judicial) puede sufrir lo que no queremos (una intervención directa)”.
En las últimas semanas Bolsonaro viene insinuando que no desea una “ruptura” entre las instituciones (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), pero que siente que es cada vez más difícil impedir que eso ocurra, principalmente a raíz de medidas llevadas a cabo en la Corte Suprema.
Por la tarde, en San Pablo, fue más allá: dijo que no respetará ninguna de las decisiones de Alexandre de Moraes emitidas desde el STF.
La avalancha de ataques de Bolsonaro a la Corte Suprema, así como a otro de sus integrantes, Luis Roberto Barroso, que a la vez preside el Tribunal Superior Electoral, vienen desde hace tiempos en un creciendo permanente. Este martes alcanzaron su auge.
Bolsonaro defiende que el actual sistema electoral, con el voto electrónico, no es “auditable”. Dijo que en 2018 ganó en la primera vuelta, y prometió presentar pruebas. Así empezaron sus embates con Barroso.
Nunca presentó nada. Al contrario: en una transmisión en vivo por las redes sociales, trajo denuncias amplia y fuertemente desmentidas desde hace al menos dos años.
Gracias a eso, Alexandre de Moraes, con pleno respaldo de todos sus colegas de la Corte Suprema, abrió una investigación contra el presidente.
Otras muchas medidas de Moraes – todas, vale reiterar – con pleno respaldo de sus colegas del máximo tribunal, irritaron profundamente a Bolsonaro, elevando más y más la tensión.
Moraes determinó la prisión de varios “bolsonaristas” que, por las redes sociales, incitaban no solo actos de violencia como difundían mentiras por doquier. Uno de ellos, el ex diputado Roberto Jefferson, es ejemplo claro de cómo actúan esos seguidores del mandatario ultraderechista: con un fuzil en las manos, avisó que su blanco era el ex presidente Lula.
Para Bolsonaro, actitudes como esa y de muchísimos otros fanáticos de sus seguidores, constituyen plena “libertad de expresión” asegurada por la Constitución. Y al mandar detenerlos, Alexandre de Moraes los transformó en “presos políticos”.
Este martes, una vez más y en términos especialmente duros, el presidente exigió su “inmediata liberación”.
Como se recordará, Bolsonaro llegó a pedir al Senado, que tiene competencia para tal, que declarase el impedimento de Alexandre de Moraes y su consecuente alejamiento de la Corte Suprema.
El presidente del Senado (y del Congreso), Rodrigo Pacheco, ni siquiera aceptó analizar el pedido. Con eso, se transformó en otro enemigo más del mandatario ultraderechista.
También este martes Bolsonaro, en otro frente de batalla, volvió a reiterar que no aceptará los resultados de las elecciones presidenciales del año que viene a menos que vuelva el voto impreso, “auditable”.
Se trata de claro y reiterado ataque al presidente del Tribunal Superior Electoral, Luis Roberto Barroso, también integrante de la Corte Suprema, que aseguró que el actual sistema es seguro y está previsto en la legislación.
En el espejo de Trump
La medida retomada por Bolsonaro ya fue derrotada en la Cámara de Diputados, y la insistencia del presidente anticipa lo que podrá hacer cuando sea derrotado, como indican todas las encuestas de opinión pública, el año que viene: imitar a su ídolo y guía Donald Trump y ordenar una invasión del Congreso.
Lo que se considera en medios políticos luego de la tempestad surgida a partir de las declaraciones claramente golpistas de Jair Bolsonaro, principalmente las dirigidas contra la Corte Suprema de Justicia, pero también el Congreso, es que el clima alcanzó un nivel tal que exigirá medidas urgentes. Concretamente, se considera que con sus ataques al Poder Judicial y su afirmación de que no respetará decisiones del STF anunció una ruptura.
Una vez más, Bolsonaro anticipó, a los gritos, que solo saldrá del palacio presidencial “por las manos de Dios”. Es decir, que no aceptará otro resultado electoral que su victoria.
En el principio de la noche los integrantes del Supremo Tribunal Federal se reunieron para decidir cuál actitud adoptar frente a lo ocurrido.
Mientras se aguarda lo que decidirán tanto la Corte Suprema como los partidos aliados o cercanos al ultraderechista, y principalmente qué hará el presidente de la Cámara de Diputados, en cuyo cajón adormecen al menos 126 pedidos de apertura de un juicio para destituir al ultraderechista – y ahora claramente golpista – mandatario, hubo fuertes cacerolazos por todo el país en la noche.
Si a eso se suma el dato de que, a pesar de grandes, las movilizaciones de este martes fueron mucho menores de lo que esperaban Bolsonaro y sus seguidores más cercanos, resta la impresión de que el mandatario salió de una jornada especialmente turbulenta menor de lo que entró.
Queda por ver qué pasará a partir de hoy, luego de un día de tremenda turbulencia.