Hay "economistas serios" que destacan la analogía entre la economía de un país y la de un hogar. Es una idea asombrosa a menos que se considere la posibilidad de que los ciudadanos impriman moneda en su propio living, única forma de poder asemejar su economía doméstica con la de un Estado.
Esta extraña idea colisiona, además, con otra que sostienen los mismos economistas: equiparar el endeudamiento en pesos con el endeudamiento en dólares. Según esta mirada, da lo mismo que Argentina se endeude en su moneda a que lo haga en una que sólo imprime la Reserva Federal de Estados Unidos.
Es difícil encontrar a un jefe o jefa de familia que no detecte la diferencia entre tomar un préstamo en la misma moneda de sus ingresos (como sueldos, jubilaciones o pensiones) o tomar uno en dólares. Endeudarse en pesos es menos riesgoso que en dólares.
Control
La evolución del valor de una divisa, del dólar en este caso, depende de factores que el gobierno no controla, como los precios internacionales, el comercio global y las políticas de Estados Unidos. Por supuesto, la cotización del peso también puede variar de forma incontrolable. Pero esto sucede justamente cuando el Gobierno asume compromisos en dólares desproporcionados respecto a su capacidad de repago y termina sin poder acceder al financiamiento internacional, como ocurrió en cada uno de los capítulos de políticas neoliberales, es decir, la última dictadura, la Convertibilidad y el macrismo.
Muy diferente es el caso de los compromisos en pesos. En la medida en que el Estado concentra sus ingresos en esa moneda, básicamente por alícuotas impositivas vinculadas al valor de los bienes en pesos, su capacidad de cumplir con esas deudas está atada a la dinámica interna, al igual que las eventuales refinanciaciones.
Repago
Aliviar el peso de la deuda en dólares es mucho más complicado que en el caso de la deuda en pesos, aun cuando la economía crece. Hay sectores vinculados únicamente al mercado interno que con el crecimiento general se dinamizan en una magnitud mayor que los sectores transables. De hecho, en economías como la argentina, cuando el mercado crece, dada la estructura productiva dependiente, el saldo comercial se comprime o se vuelve deficitario. Luego la cuenta corriente pasa a ser crecientemente deficitaria y genera una presión adicional sobre la cotización del dólar.
El repago de la deuda en dólares exige necesariamente mayor capacidad de exportación y/o contracción de importaciones. Pero para las economías en desarrollo, es particularmente difícil generar superavits comerciales para pagar deuda en dólares. Es más complicado todavía cuando el monto de los préstamos en dólares está fuera de escala respecto a la capacidad de repago porque se tomó para cancelar pasivos nominados en pesos, las tasas de interés son superiores al 7 por ciento y hay acumulación de vencimientos de corto plazo. La situación es incluso peor cuando los gobiernos provinciales también se endeudan en dólares.
No entender esto u obviarlo es la principal razón que explica que, a pesar de haber contado Macri al inicio de su mandato con el mayor ingreso de dólares registrado en la historia nacional, el país haya caído en recesión en tres de los cuatro años de gobierno con tasas de inflación cercanas al doble que en 2015.
Programa
Comprometer el saldo comercial al repago de la deuda sin un programa de desarrollo desvanece las chances de progreso. En todas las experiencias de desarrollo capitalista, las divisas generadas por la vía comercial han sido aplicadas esencialmente a la modernización y ampliación de la capacidad productiva.
Entregarlas como vehículo para la extracción de rentas financieras extraordinarias impide cualquier tipo de recomposición duradera de la actividad, además de aumentar bruscamente la inestabilidad. Si el uso de las divisas es para el negocio financiero, las políticas públicas no tienen margen de maniobra para estimular el desarrollo.
El expresidente Macri se ocupó de emitir señales en contra de la idea de destinar los dólares a potenciar el desarrollo productivo: atraso cambiario, apertura comercial y financiera, restricción crediticia a la producción, tasas estrafalarias, tarifazos y facilidades de reconversión para productores nacionales a importadores.
La deuda en dólares aumentó la dependencia externa y, por lo tanto, redujo los grados de libertad para dirigir la economía en función de las necesidades productivas soberanas para crecer y mejorar la calidad de vida de la población.
Acreedores
Así como equiparan deudas en monedas diferentes, hay "economistas serios" que diferencian las deudas en función de los acreedores. Si se trata de acreedores extranjeros, la deuda pública se transforma en un imperativo moral. “Ahora hay que ir, sentarse en el tribunal de Thomas Griesa y lo que él termine diciendo, hay que hacerlo”, sostuvo Macri luego del extravagante fallo a favor de los fondos buitre.
De forma similar, el ex ministro de Economía y actual candidato de Juntos por el Cambio, Ricardo López Murphy, llamó a “besar en las dos mejillas” a quienes compren bonos argentinos.
Es decir que si la deuda es con acreedores externos, es legítimo condenar a los argentinos a padecer hambre y sed para pagarla. Si, en cambio, la deuda es hacia los jubilados, entonces ya no se trata de un imperativo moral sino de una deuda relativa que se debe cancelar en función de los recursos públicos que se asignen a tal fin e independientemente del monto adeudado.
Ningún economista serio invocaría el hambre o la sed de los ricos para asegurar el sueldo de los docentes o los haberes de los jubilados. Lo mismo ocurre con las deudas de los grandes contribuyentes hacia el Estado: nunca son imperativas.
El propio Macri dijo hace unos días que “estamos en un país en donde para ganar plata hay que evadir impuestos. Hoy nadie que pague todos los impuestos en Argentina puede tener un retorno sobre su capital”. López Murphy apoyó esa visión al sostener que hay “impuestos extravagantes”, a pesar de que la presión fiscal es inferior a la Unión Europea.
Timba
Los resultados de la gestión del ministro Martín Guzmán dejan al descubierto que durante el gobierno anterior había capacidad de desarrollo de mercado financiero en pesos para financiar el gasto público. ¿Será que Cambiemos no quería ir en contra del gran negocio de la timba financiera?
Hay "economistas serios" que reniegan de la deuda en pesos, tal como la emitida para mitigar los efectos de la pandemia, por su efecto sobre la demanda de dólares. Imaginan que la economía siempre está en pleno empleo, por lo cual una mayor demanda no puede generar estímulos reales sobre la oferta. Como si no existieran necesidades sociales de emergencia, capacidad ociosa y desempleo que pudiera reactivarse con esa política monetaria.
Afortunadamente, los países desarrollados también emiten más en situaciones de emergencia. Por supuesto que esos niveles de emisión monetaria tienen impacto inflacionario y que deben estar articulados a las necesidades reales, pero también permiten la recuperación de la actividad en el resto del mundo y en Argentina.
En un escenario cambiario tan difícil, hubiera sido más saludable combinar deuda en pesos y deuda en dólares. Pero se llegó a la situación actual por la irresponsabilidad del gobierno anterior que no supo administrar los muy bajos pasivos que registraba el país en 2015. El exministro de Economía de Macri, Nicolás Dujovne, reconocía en 2016 que “el nivel de deuda es bajísimo, no conozco ningún país que tenga un nivel de deuda más bajo”.
El ingreso de capitales derivado del endeudamiento en dólares brinda un mayor margen de acción para financiar el desarrollo tecnológico del país y brindar señales de fortaleza, acumular reservas y solventar las políticas monetarias. Ahora bien, la emisión estrafalaria de más de 100 mil millones de dólares entre diciembre de 2015 y enero de 2018 rompió todas las escalas internacionales.
Fue tan desequilibrada y abusiva que generó asimismo un endeudamiento espurio y colosal en pesos por la emisión de títulos de deuda del Banco Central a tasas que llegaron al 86 por ciento. Esos títulos permitían absorber el exceso de liquidez en el mercado derivado de las operaciones cambiarias del Gobierno nacional y los provinciales, que vendían dólares de la deuda para pagar sus compromisos en pesos.
Fue un formidable negocio de comisiones y tasas para el sector financiero que terminó implicando defaults tanto en dólares como en pesos, lo cual fue algo inédito. El resultado fue mayor inestabilidad, imposibilidad de acceder al crédito externo y una agenda de compromisos imposible de afrontar, desarticulación productiva y aumento de la precarización laboral, la pobreza y la desigualdad.
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