La crisis ambiental que enfrenta el universo y la proximidad de la cumbre sobre el tema que se celebrará en Glasgow en noviembre próximo hizo coincidir a las autoridades máximas de la iglesias católica, ortodoxa y anglicana, el papa Francisco, el patriarca ecuménico y arzobispo de Constantinopla, Bartolomé I, y el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, en un documento conjunto en favor de la “protección de la creación”. En su declaración los líderes religiosos aseguran que “esta es la primera vez que los tres nos sentimos obligados a abordar juntos la urgencia de la sostenibilidad medioambiental, su impacto en la pobreza persistente y la importancia de la cooperación mundial”. Las máximas autoridades de estas iglesias cristianas sostienen que “nos hemos dado cuenta de que, ante esta calamidad mundial, nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo, que nuestras acciones realmente afectan a los demás, y que lo que hacemos hoy afecta a lo que ocurrirá mañana”.
Pronunciamiento ecuménico
El documento de apenas dos páginas, que lleva en el pie la firma de los tres líderes religiosos, , tiene un tono dramático al hacer el diagnóstico de la situación ambiental de la humanidad, sostiene que “hoy estamos pagando el precio” del deterioro de la naturaleza, subraya que de no cambiar la actitud “mañana podría ser peor” y advierte que “el cambio climático no es sólo un reto futuro, sino una cuestión inmediata y urgente de supervivencia”.
El papa Francisco es la máxima autoridad de la Iglesia Católica que cuenta con aproximadamente1.300 millones de fieles. Los cristianos ortodoxos que reconocen a Bartolomé I como su líder espiritual se estiman en 220 millones en todo el mundo y los cristianos que integran la Comunión Anglicana mundial que lidera el arzobispo Welby son 85 millones.
El pronunciamiento conjunto comienza recordando la crisis sanitaria que atraviesa el mundo. “Durante más de un año, todos hemos experimentado los efectos devastadores de una pandemia mundial: todos nosotros, pobres o ricos, débiles o fuertes. Algunos estaban más protegidos o eran más vulnerables que otros, pero la rápida propagación de la infección ha hecho que dependamos unos de otros en nuestros esfuerzos por mantenernos a salvo” apuntan los líderes religiosos cristianos y advierten que frente a estas circunstancias “debemos decidir qué tipo de mundo queremos dejar a las generaciones futuras”, es decir “debemos elegir vivir de otra manera; debemos elegir la vida”.
Y dirigiéndose de manera directa a quienes participarán de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en Glasgow “como líderes de nuestras Iglesias, hacemos un llamamiento a todos, sea cual sea su creencia o visión del mundo, para que se esfuercen por escuchar el clamor de la tierra y de las personas que son pobres, examinando su comportamiento y comprometiéndose a realizar sacrificios significativos por el bien de la tierra que Dios nos ha dado”.
Al reflexionar sobre la importancia de la sostenibilidad, los firmantes del documento ecuménico denuncian que “hemos maximizado nuestro propio interés a costa de las generaciones futuras”. Porque, dicen, “al concentrarnos en nuestra riqueza, nos encontramos con que los bienes a largo plazo, incluida la riqueza de la naturaleza, se agotan para obtener ventajas a corto plazo”.
El análisis avanza luego sobre el impacto que esta realidad provoca en las personas que viven en la pobreza señalando que existe una “profunda injusticia” dado que “las personas que soportan las consecuencias más catastróficas de estos abusos (contra la naturaleza y el ambiente) son las más pobres del planeta y las que menos responsabilidad han tenido en causarlos”.
Clima extremo y catástrofes
Según el papa Francisco, el patriarca Bartolomé y el arzobispo Welby “estamos pagando el precio” como humanidad y “el clima extremo y las catástrofes naturales de los últimos meses nos revelan de nuevo con gran fuerza y con un gran coste humano que el cambio climático no es sólo un reto futuro, sino una cuestión inmediata y urgente de supervivencia”.
El texto incluye una cruda descripción de los desastres naturales que hoy enfrenta el universo. “Inundaciones, incendios y sequías generalizadas amenazan a continentes enteros. El nivel del mar sube, obligando a numerosas comunidades a trasladarse; los ciclones devastan regiones enteras, arruinando vidas y medios de subsistencia. El agua se ha vuelto escasa y el suministro de alimentos inseguro, provocando conflictos y desplazamientos para millones de personas. Ya lo hemos visto en lugares donde la gente depende de explotaciones agrícolas a pequeña escala. Hoy lo vemos en los países más industrializados, donde ni siquiera las sofisticadas infraestructuras pueden evitar por completo una destrucción extraordinaria”, dice el documento.
Los altos dirigentes cristianos subrayan que como sociedad “debemos reconocer que la forma en que utilizamos el dinero y organizamos nuestras sociedades no ha beneficiado a todos” y asumir que “nos descubrimos débiles y ansiosos, sumergidos en una serie de crisis: sanitaria, medioambiental, alimentaria, económica y social, todas ellas profundamente interconectadas”.
Al diagnóstico sigue un pedido para actuar de manera mancomunada en la certeza de que “juntos podemos caminar hacia una sociedad más justa y plena con los más vulnerables en el centro” pero ello implica hacer cambios y que “cada uno de nosotros, individualmente, debe responsabilizarse de la forma en que utilizamos nuestros recursos” afirmando que “juntos, como comunidades, iglesias, ciudades y naciones, debemos cambiar de ruta y descubrir nuevas formas de trabajar juntos para romper las barreras tradicionales entre los pueblos, para dejar de competir por los recursos y empezar a colaborar”.
Y a quienes tienen responsabilidades de gobierno, de conducir empresas, emplear personas e invertir fondos les piden que elijan “beneficios centrados en las personas” y que se conviertan “en líderes de la transición hacia economías justas y sostenibles”.
El documento de los altos líderes religiosos cristianos termina señalando que “el cuidado de la creación de Dios es un mandato espiritual que requiere una respuesta de compromiso. Este es un momento crítico. El futuro de nuestros hijos y el de nuestra casa común dependen de ello”.