El enojo es bastante frecuente hoy en día entre los motivos de consulta. Muchas personas encuentran que la forma más inmediata o directa que tienen de poder tratar algún conflicto o dificultad es enojándose. Ante la menor frustración, ¿qué pasa? Nos enojamos. ¿Qué es el enojo? Es lo que produce la frustración. Frustración y enojo son dos caras de la misma moneda.

El enojo es algo que aparece como reacción, es la inmediatez de la frustración, es la consecuencia inmediata de haberse frustrado. El hecho de enojarse muestra cierta posición regresiva en el modo de tramitar los conflictos. Una de las expresiones más difundidas hoy en día es la de “falta de tolerancia a la frustración”. Así, por ejemplo, medimos la tolerancia a la frustración, se la usa como criterio diagnóstico; pero, ¿qué quiere decir que midamos la tolerancia a la frustración? Que el modo de respuesta a los conflictos de las personas, por lo general, es eminentemente reactivo. Se enojan más, menos. Soportan más, menos. En niños y adolescentes esto es algo permanente. Y no solamente en niños y adolescentes, también en los adultos. Por este motivo, la respuesta más habitual a la frustración es el acting out, es decir, salir a hacer algo rápidamente, en busca de una satisfacción que compense la pérdida.

El acting como respuesta a una frustración tiene además cierto componente de venganza, de querer cobrarle algo al otro. En ese sentido, es una respuesta muy básica, como una especie de berrinche generalizado. Podríamos pensar que la nuestra es la época del berrinche generalizado ante cualquier cosa. Socialmente, nos volvimos niños caprichosos y vengativos.

Clínicamente, en los inicios de los tratamientos, los analistas nos encontramos teniendo que trabajar con que la respuesta habitual no sea la del berrinche, no sea la del “bueno, pero yo no quería que pasara esto”. Para muchas personas el inicio del análisis es encontrarse en esa posición en la cual tienen que elaborar de alguna forma, simbólicamente, una frustración, que algo que querían no pasó. Esta es una de las formas típicas de la frustración.

Hoy en día es relativamente frecuente encontrarse con personas que llegan a la consulta porque se encuentran con otros que les dicen que se enojan demasiado. Algunas personas hasta se autodefinen como “calentonas”, que tienen “mecha corta” o “saltan como leche hervida” o se enojan por cualquier cosa, tanto en situaciones verbales como en otras más efusivas.

Muchas personas también llegan a la consulta por episodios en los cuales se terminaron agarrando a trompadas en la calle con alguien por una pavada, donde la tensión del vínculo con el otro se volvió un enojo que se expresó agresivamente. En la película Relatos salvajes esto es muy claro. Hay una diferencia entre agresión y violencia. Por lo general, utilizamos estos dos términos como sinónimos y decimos de alguien que es agresivo o violento. Y también está la distinción entre la agresión activa y la agresión pasiva, o la pasividad de la agresión, algo muy frecuente hoy en día.

Una conducta es agresiva cuando transgrede los límites corporales de otro cuerpo. En cambio, la violencia no es una relación basada en el cuerpo a cuerpo; muchas veces sí, pero no necesariamente. En principio, depende de instituciones, siempre supone una relación triádica, una terceridad. 

Supongamos que, en una situación judicial, se dicta o se emite una restricción para que una persona no se acerque a otra. Si esa persona transgrede o no respeta esa indicación simbólica, esa indicación judicial, ya eso es violento. La violencia tiene que ver con no reconocer un principio legal. Legal no significa indefectiblemente jurídico, sino legal en sentido institucional. Puede ser que la violencia, a veces, se exprese agresivamente, o no.

A partir de esto podemos entender por qué tenemos una lupa muy grande para poder atender a las violencias agresivas, que son las violencias visibles, por lo general. Porque la agresión es visible, el punto está en que algunas violencias no lo son. Por ejemplo, el cinismo puede ser muy violento. Puede haber violencia verbal, que no tiene que ver con insultar a alguien. Alguien puede ser violento con otro solamente desconociéndolo como persona, como al entrar en un lugar y no saludar a alguien, desconocerlo como ser humano al cual saludar. Y ahí no hay necesariamente una transgresión del límite corporal, es decir, no hay una conducta agresiva, pero sí hay una conducta violenta. De hecho, la indiferencia es muy violenta.

La agresión suele ser visible. La agresión suele ser ruidosa. La agresión duele. Cuando uno se enoja, por lo general, es agresivo. En cambio, la violencia, cuando se vuelve invisible, se vincula mucho más a la ira. Cuando ya no se trata solamente del enojo, sino del uso que se puede hacer del enojo, del uso premeditado ya no para ser, supongamos, explosivo, efusivo, eventualmente agresivo, sino para desconocer a otra persona.

La pasividad en la agresión o el carácter agresivo de la pasividad está muy poco explorada. Alguien puede relacionarse de una forma violenta con otro a través de la victimización. Es el caso de la persona que, frente a una frustración, inmediatamente se victimiza, usa esa victimización como una estrategia de reproche con el otro y le ofrece una imagen desagradable de sí mismo. Porque, en ese punto, la persona que se victimiza prescinde del otro.

Es importante distinguir entre victimizarse y ser una víctima. Las víctimas no se victimizan, necesitan ser reconocidas como víctimas. Es decir, la víctima está dentro de una dialéctica que es la del reconocimiento. Ahora bien, la persona que se victimiza prescinde de ser reconocida, se autoproclama víctima. Se autodefine víctima y, desde esa autodefinición de víctima, prescinde del reconocimiento del otro. Y, por lo tanto, ofrece una imagen negativa, una imagen degradada, que lleva a una paradoja: la paradoja de la violencia de quien dice que el otro es violento. Esta es una paradoja que es intrínseca hoy en día, que es propia de la victimización y consiste en estar diciendo todo el tiempo que el otro es violento. También se trata de una forma enojada de tratamiento de la frustración.

* Psicoanalista. Docente y escritor