El Supremo Tribunal Federal de Brasil (STF) arranca hoy su votación en un juicio que podría poner en jaque a centenares de tierras indígenas pendientes de demarcación en el país. En el llamado "juicio del siglo" sobre los indígenas, la máxima Corte debe decidir si es válida la tesis del marco temporal, defendida por el agronegocio con el apoyo del presidente Jair Bolsonaro, según la cual solo deben reconocerse como tierras ancestrales aquellas ocupadas por estos pueblos cuando se promulgó la Constitución brasileña en 1988.
La sesión del pleno del STF finalizó este miércoles sin iniciar la votación. Se espera que el juez Edson Fachin, relator del caso, lea su voto en la sesión del jueves. Según el aviso del tribunal, los miembros de la Corte fueron consultados y acordaron dejar el voto de Fachin para la próxima sesión debido a la extensión de su fundamento. El juicio podría prolongarse varias sesiones a pedido de alguno de los 11 jueces y se espera una votación ajustada.
En concreto el STF debate una causa sobre el territorio Ibirama-Laklano, en el estado sureño de Santa Catarina, que en 2009 perdió su estatus de reserva después de que una instancia inferior acogiera el argumento de que los grupos no estaban viviendo allí en 1988. Pero, por decisión de la propia Corte, el veredicto tendrá repercusión general y podría afectar a muchas otras tierras en disputa.
Los indígenas sostienen que la Constitución les reconoce sus derechos sobre sus tierras ancestrales, sin prever ningún marco temporal. Y afirman que en muchos periodos fueron desplazados de sus territorios, especialmente durante la dictadura militar (1964-1985), con lo cual sería imposible determinar su presencia en 1988.
Por su parte los grandes productores rurales sostienen que en Brasil, con una población de 213 millones de habitantes, los 900 mil indígenas ya poseen mucho territorio (un 13 por ciento de la enorme superficie del país) y que si no se adopta el marco temporal ese número llegará al 28 por ciento, unas proyecciones muy cuestionadas. El sector cuenta con el apoyo de Bolsonaro, que hasta ahora viene cumpliendo su promesa electoral de no demarcar "ni un centímetro más" de tierras indígenas.