En la Patagonia profunda, su bisabuela lo cuidaba por las tardes cuando su mamá se tenía que ir a trabajar, y Mariano Saborido todavía agradece el momento de libertad que se habilitaba ahí, junto a la más longeva de su familia: solamente en la casa de María podía echar mano al rouge fucsia para pintarse los labios, atarse un pañuelo en la cabeza y desempolvar los bebotes antiguos que habían sido de su abuela para jugar a la mamá. Mariano cuidaba a los muñecos, les daba la teta como había visto que hacían las mujeres y los mecía sin mucha conciencia de que en ese juego nacía algo parecido una vocación. En la casa de la bisabuela María también vio, a través de uno de esos televisores con botones que en los noventa ya habían quedado viejos hacía décadas, por primera vez a Antonio Gasalla: un señor jugando a volverse mujer para deleite de su público.
Mariano terminó el colegio en Puerto Deseado, Santa Cruz, y fue el deseo el que lo llevó a Buenos Aires con la intención de estudiar Psicología, aunque después del CBC se cambió a Ciencias de la Comunicación, para volcarse después, entre parciales y finales y cada vez más de lleno, a hacer talleres de actuación y a probarse en personajes muy distintos en el teatro y la televisión. Su familia no era de las que viajaban seguido a la capital (“mi abuela sigue diciendo que no tiene ropa para venir a Buenos Aires”) así que no sabía muy bien qué podía depararle la gran ciudad, pero la intuición de que había algo para él fue más fuerte. En los últimos años actuó en Reinos, de Agustina Muñoz, Margarita Molfino y Romina Paula y en Lo que el río hace, la obra de teatro de las hermanas Marull que por la pandemia derivó en un documental sensible, de lo mejor que dio el ciclo Modos híbridos. También hizo su primer personaje importante en la tevé: fue Paco Jamandreu, el sastre de Evita, en Argentina, tierra de amor y venganza. Incluso antes de ese papel que lo llevó a ser más conocido por fuera del circuito teatral, empezó a juntarse a ensayar Paraguay, un musical inspirado en Broadway pero deliberadamente clase B que cada viernes, desde el Centro Cultural Morán –el enclave nac & pop del barrio de Agronomía– parodia con humor y amor el sueño americano.
Paraguay nació casi como un juego de chicos en el que cada quien elige quién quiere ser, y eso se nota desde la primera escena: los personajes están confeccionados como un traje a medida para cada actor o actriz. El proyecto empezó a germinar hace más de tres años, cuando Manuela Martínez, una de las actrices del proyecto, se juntó con las directoras Paula Grinszpan y Lucía Maciel en plan de hacer algo juntas. Manuela ya tenía en la cabeza algunos textos con acento paraguayo, y eso fue lo que finalmente terminó por darle a la obra uno de sus elementos clave. Cuando convocaron a Mariano para sumarse y le preguntaron qué personaje tenía ganas de hacer, él respondió que se imaginaba haciendo “una suerte de Mercedes Sosa, un hada madrina”. Bastante de eso persiste, finalmente, en Liliana Pérez Albornoz, a quien compone con una gracia que no se encuentra todas las semanas en escena. Liliana es una suerte de matrona a cargo de coordinar a los inmigrantes que esquivan el procedimiento habitual de visas, documentación y aplicaciones para vivir en Estados Unidos e ingresan al país a través de un sistema tan mágico y misterioso como el de Harry Potter para entrar a Hogwarts. Lo que sigue para ellos, sin embargo, se parece muy poco a la magia o a un sueño, pero mejor no spoilear tanto.
Como todo el elenco de la obra (directoras incluidas) se formó con Nora Moseinco, el procedimiento para organizar esas voluntades de experimentación y convertirlas en una obra estuvo claro para todos desde un principio: “Hay un modo de trabajo que tenemos en común. Uno va probando cosas, y de afuera te van guiando y direccionando esas pruebas”, explica Mariano. Con el correr de los ensayos y la escritura de textos, las directoras fueron encontrando los caminos del texto y las canciones, que entrelazan melodías azucaradas con un poco de crítica social.
Pero la conciencia sobre lo que realmente estaban haciendo llegó más tarde. Cuando los espectadores empezaron a devolverles que, además de un musical divertidísimo, Paraguay es una obra muy aguda sobre la migración y los sueños que suelen rondar en el imaginario latino sobre el Primer Mundo (en un momento en el que tantos medios titulan sobre las bonanzas que ofrece “la vida en el exterior”) el elenco empezó a sumar nuevas capas al trabajo. “Creo que nosotros nos enteramos un poco de lo que la obra cuenta a medida que empezamos a hacer funciones y la gente se empezó a copar”, dice Mariano. Porque, para el elenco y sus directoras, Paraguay es sobre todo un juego sin demasiadas pretensiones. “Para nosotros es un lugar de encuentro y mucha diversión. Después de la obra nos quedamos a comer en el Morán, a charlar con la gente. Es nuestro plan, nuestro fútbol cinco semanal”.
En los próximos meses, Mariano Saborido va a cumplir dos nuevos sueños vinculados a su profesión. Por un lado, irse de gira con Paraguay a España (harán funciones en el Festival de Otoño de Madrid y también en otras salas). Por otro, actuar en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín: durante octubre reemplazará a Maiamar Abrodos en Siglo de oro trans, la versión libre y queer de Don Gil de las calzas verdes dirigida por el regisseur de ópera Pablo Maritano. ¿Su papel? Doña Ana, la madre de Doña Inés, interpretada por Monina Bonelli. “Actuar mujeres es un poco mi cosa favorita, sí. De hecho, cuando me ofrecen varones enseguida me conflictúo un poco”, se ríe Mariano. “Es como si no necesitara tanto para hacer de mujer, porque hay una parte de mí que también es eso. Obvio que me gusta componer otras cosas, pero lo que aprendí en el taller de Nora es que no hace falta irte muy lejos de vos en la actuación. ¿Qué te gusta? ¿Cantar, pintarte, jugar al acento de señora? Bueno, andá, hacelo. Hacelo una y otra vez”. Encontrar esa zona de confort fue una suerte de bálsamo, un espacio que habita cada vez más a gusto. “No te digo que me dio tranquilidad, porque los actores nunca estamos tranquilos, siempre estamos a la busca de trabajo, pero me dio cierto alivio no pensar que siempre tengo que componer algo que es muy distinto de mí para ser un buen actor. O sea, si aparecen personajes en donde tengo que componer algo distinto, bienvenidos, pero si toda mi vida van a venir obras en las que tengo que hacer de señora, ¡que vengan! Acá estoy, esperando”.
Paraguay se presenta los viernes a las 20 y a las 21:30 en el Centro Cultural Morán. Siglo de oro trans estrena este viernes en el Teatro San Martín, y las funciones con Mariano Saborido en el papel de Doña Ana serán a partir de octubre.