¿Qué es lo que se celebró tanto? ¿La Copa América? ¿La vigencia de Lionel Messi en su condición de monstruo sagrado? ¿La vuelta de la gente a la cancha? ¿La idea de que está cerca el fin de la pandemia? ¿La vuelta de la gambeta, la pared y de ese fútbol que llevamos en la sangre? ¿La ilusión de que se puede pelear en el más alto nivel? ¿La sensación de que hay un equipo y que hay un técnico como parte de ese equipo? ¿La victoria contra Bolivia que acerca a la Selección un paso más en el camino a Catar? Un poco de cada cosa y en la suma de todas esas cosas en el Monumental, y desde la tele tuvimos un jueves único, distinto, fenomenal.
Es verdad que tocó el rival ideal en estas circunstancias, una muy débil Selección Boliviana que sabía que no iba a poder escapar de su condición de sparring. Los bolivianos, jugadores con poco rodaje internacional que encima sufren mucho cuando bajan al llano, hicieron lo que pudieron, no pegaron, aguantaron y rogaron que la goleada no fuera amplia.
Si los que pagaron entrada se conformaban con un gol de Messi para pensar que se justificaba la inversión se sintieron triplemente recompensados. Gol con caño previo y pelota al ángulo. Gol de derecha después de doble pared. Gol de rebotero como frutilla del postre sobre la hora, es un combo extraordionario e inolvidable. Messi en la Argentina, en la cancha con público para limpiar la frustración del partido contra Brasil en el Maracaná que no pudo ser, Messi para romper un record más y superar a Pelé entre los goleadores de selecciones sudamericanas.
Y además de Messi, Paredes que la rompió en el primer tiempo y Di María que acaso como nunca hizo cantar “ Fideo …Fideo” a la gente, y con su gambeta endiablada recordó sus orígenes en Rosario Central y con su juego siempre lúcido para que se entienda por qué se ganó la titularidad en este equipo.
En esta noche de emociones Scaloni no se olvidará que los más de 20 mil que estaban en el estadio cantaron más de una vez eso de “la Scaloneta la puta que los parió”, en un reconocimiento explícito a él y a su cuerpo técnico por todo lo que han crecido en estos tiempos.
Messi quebrado en el final, sin poder hablar frente a los micrófonos le puso un valor agregado a la gran noche, y mando a callar definitivamente a los que alguna vez lo acusaron de pecho frío y lo culpaban de campeonatos que no llegaban.
No se sabe en verdad a cuánto estamos de la elite del fútbol y el tiempo lo dirá. Pero hoy, aquí y ahora y volviendo a las preguntas del comienzo celebremos que estamos, que somos, que volvimos a ser.