Durante su actuación en la pasada edición de los Brit Awards (la versión británica de los premios Grammy), celebrados en la capital inglesa en mayo, Arlo Parks se encontraba rodeada de girasoles en el escenario. Cuando su éxito “Hope” se acercaba a su conclusión, ya había hecho historia. No sólo por su espeluznante interpretación, o porque fue parte de un evento piloto con el que se estudiaba si los grandes shows pueden volver a hacerse como antes de la pandemia. Su cierre fue verdaderamente especial porque supo describir o más bien versar sobre esta época. “Hemos sido tan silenciosamente fuertes durante tanto tiempo. Mirás el blanco de las paredes, mirás el teléfono con el Zoom o las llamadas”, improvisó. “Aunque estamos separados, aunque nos sentimos pequeños, ardemos brillantes con la luz. Hemos aprendido a hablar, todos hemos pensado en florecer juntos y bien en alto”. Después de semejante percepción de la contemporaneidad, la artista, a manera de estocada final, atestó: “Hay oscuridad en el mundo, pero el amor nos hace crecer. No estás solo”.

A pesar de que en la ceremonia de premiación sólo ganó en la categoría “Mejor artista revelación”, Park compitió con Dua Lipa, la novel embajadora del pop manufacturado en el Reino Unido, en los apartados “Mejor artista femenina” y “Mejor álbum”. Si bien Future Nostalgia, segundo trabajo discográfico de la hija de inmigrantes albaneses, a punta de felicidad y despreocupación se alzó con el trofeo en sendas categorías, el álbum debut de su compatriota, Collapsed in Sunbeams, se ubica idiosincráticamente en la vereda de enfrente. 

“Lanza un mensaje de positividad y al mismo tiempo de confusión”, reconoce a Página/12 la artista de madre y padre de origen africano, a raíz de las sensaciones que comenzaron a aflorarle durante la cuarentena. Y es que su primer disco de larga duración fue compuesto en el encierro. “Aproveché la época para reflexionar acerca de esos momentos complicados del pasado. Disfruté de las situaciones felices, y revindiqué todo aquello que atravesé para ser quien soy. Desempolvé mis diarios y mis poemas, y los puse al servicio de este disco”.

Anaïs Oluwatoyin Estelle Marinho, tal como figura en su DNI, es uno de los nuevos amplificadores ideológicos y emocionales de la Generación Z. Al punto de que Billie Eilish, otro icono centennial, se encuentra entre sus fans más famosos. El 9 de agosto cumplió 21 años. Este viernes se le otorgó el prestigioso Mercury Prize a los artistas británcios. Su carrera musical recién inició hace cuatro años, pero en 2019 se robó la atención del público británico con su EP Super Sad Generation, cuyas letras giran en torno a la identidad sexual, la depresión y algunas otras patologías mentales. “La exposición de mi generación viene a raíz de las redes sociales”, explica a través de Zoom. “Creo que la gente tiene muchas ganas de contar lo que le pasa de forma más frontal, en comparación con el pasado. Ser hijos de Internet nos permitió conectarnos e interactuar. Lo que antes era un tabú, hoy son temas habituales en nuestras charlas. Por suerte, la sociedad se mostró más receptiva al momento de abordarlos. Especialmente en esta época. Tengo la sensación de que el confinamiento nos convirtió en personas más sensibles y reflexivas”.

Por más que parezca inconcebible, el Reino Unido es una de las capitales de la cultura pop que aún no pudo ser colonizado por el trap, la banda de sonido de la progenie de Park. Los británicos inventaron su propia versión del género parido en Atlanta: el grime, que supo convivir con la pluralidad de la escena musical de la nación europea. Después de aprender a tocar la guitarra a los 14 años, la música londinense se transformó en una suerte de puente entre ese folk melancólico con fragancia a Nick Drake y el R&B orgánico de Erykah Badu. Sin embargo, antes que pecar de reivindicativa, su sonido es tan actual que igualmente toma prestados recursos de colegas como Frank Ocean o del pequeño grande de la canción inglesa: King Krule. “Desde muy pequeña tuve en cuenta el tipo de música que consumí y la propuesta musical que deseo llevar adelante”, confiesa la flamante referente del indie pop. “Mis gustos son amplios: Beach House, Aphex Twin, Radiohead y A Tribe Called Quest. Mi música refleja esas influencias, pero no me cierro a nada. Todavía estoy en proceso de exploración”.

Luego de aprender a tocar la guitarra, Parks descubrió su método para componer. “Fue algo natural, creo que lo encontré por error”, especula la poeta. “Generalmente, la inspiración surge de alguna conversación o de una emoción. Eso lo convierto en poema, y después le voy dando forma de letra de canción. Soy ansiosa, por eso lo dejo como me quede porque ya estoy pensando en el próximo tema. Me encanta componer. Pienso que lo más importante es saber traducir lo que te está pasando”. De lo que da fe Collapsed in Sunbeams, lanzado el 29 de enero de este año, y que se tornó en todo un manifiesto generacional. “Si bien venía armando algunos bocetos de canciones, en la cuarentena pude darles forma. En ese momento tan extraño que nos tomó por sorpresa a todos, aproveché para acabarlas buscando inspiración en películas, libros y hasta haciendo DJ sets. Intenté ser lo más creativa posible. Escribí sobre mí y sobre la gente que está a mi alrededor. Aunque además abordo cuestiones acerca de la política y de la identidad de género”.

Antes de que “Hope” se volviera el tema consagratorio de un debut discográfico que en su país fue calificado como “perfecto”, el primer single de Collapsed... fue “Eugene”. “Esa canción tiene que ver con sentir lo que les sucede a otros”, desmenuza la cantautora, que inició su gira europea el 15 de agosto, en la ciudad inglesa de Newquay. “Se llama así porque me gustan los artistas que usan nombres de personas para titular sus temas. Es como si estuviese dedicado a alguien”. 

De ese repertorio conformado por una docena de temas, no es el único que alude a alguien. “For Violet” cuenta la historia de una niña atrapada en un hogar abusivo, contada desde la perspectiva de alguien de afuera; “Caroline” enfoca su lupa en los momentos caóticos de las relaciones románticas. “Escribo desde una perspectiva personal, pero a veces veo en la calle cosas que desencadenan algo que me recuerda mis propias experiencias. Con ‘Caroline’ fue la primera vez que escribí sobre extraños, porque generalmente me inspiro en lo que me pasa a mí o a mi entorno. Aunque observo a la gente. Sus expresiones o su ropa pueden ser el comienzo de algo”.

En tanto que este primer larga duración (aparte de Super Sad Generation, en 2019 puso a circular el EP Sophie) rankea entre los álbumes más representativos del colectivo LGBTIQ+ en 2021, Parks suele ser presentada como la “música lesbiana”. “No me veo así, tampoco me defino de esa manera”, despeja la artista que lamenta desconocer sobre la música argentina, y cuyo único vínculo con Sudamérica fue su bisabuelo brasileño. “Pero si la gente joven me ve así, ser una negra bisexual posiblemente les ayude a encontrar su identidad”. 

Como previa de su cumpleaños, Parks recibió también la noticia de que su canción “Black Dogs” fue nominada a los premios Ivor Novello (dedicado a los cantautores británicos, desde Paul McCartney hasta David Bowie, pasando por Pet Shop Boys, Adele y Ed Sheeran, lo recibieron). “Existe la presión de que debo confirmar lo soy como artista. Pero yo me concentro en hacer canciones, sin dejar de ser sincera conmigo misma. Si bien no podés controlar el efecto de la música en otras personas, lo importante es que me haga bien a mí”.