Armando Fernández integró durante la dictadura el temido Departamento de Informaciones (D2) de la Policía de Mendoza. Con condenas a prisión perpetua en su haber por delitos de lesa humanidad, ahora afronta un juicio por haberse apropiado de la hija que María del Carmen Moyano parió en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) a mediados de 1977, adonde llegó trasladada desde Córdoba tras haber sido secuestrada con su compañero, Carlos Poblete. Frente a una pantalla y ante la atenta mirada de los jueces, Fernández ensayó una teoría inverosímil para explicar por qué había anotado como propia a la beba --la nieta 127 hallada por Abuelas--: dijo que se trató de una “cama” que le habían tendido sus compañeros de armas para involucrarlo en un caso judicial.

Antes de que arrancaran los alegatos de la fiscalía, Fernández pidió hablar. “Rechazo totalmente el tema del apoderamiento porque yo no fui a hurtadillas ni la saqué ni la robé”, inició su largo relato, que duró un poco más de una hora y que sólo fue interrumpido por murmullos que venían de su propia vivienda, donde cumple prisión domiciliaria.

La versión de Fernández fue que en la tarde del 5 de julio de 1977 recibió la visita de un mayorista de zapatos cuando su esposa, Iris Luffi (también imputada por la apropiación) se había ido. Este hombre le dijo que estaba buscando ayuda porque una empleada que trabajaba en su casa había tenido una beba y había quedado inconsciente, internada en un sanatorio. El comerciante y su esposa tenían que volver a Buenos Aires y le dejaron la criatura al policía. Nunca la fueron a buscar ni pudo dar con la supuesta madre.

Según Fernández, fue a consultarle a un médico que trabajaba en la Jefatura de Policía de apellido Serrano que le dio una serie de recomendaciones que terminaban abonando la idea de que se quedara con la beba.

--Si usted llega a llevar a esa nena a la Casa Cuna, le van a preguntar a usted. La Casa Cuna va a mandar un oficio al juzgado de menores. ¿Sabe qué le va a decir el juzgado de menores? “Éste tenía una novia, le hizo un hijo, se lo trajo a la mujer que no quiso saber nada y ahora lo quiere devolver”. Usted va a pasar a disponibilidad, lo van a mandar a la cárcel y, ¿quién les va a dar de comer a sus hijos?

Así fue como Fernández consiguió --siempre según su extravagante teoría-- dos testigos que dieron fe del nacimiento de la beba en su casa. Ambos eran compañeros en el D2, Eduardo Smaha y Abelardo Garay. Smaha murió. Garay afronta el juicio junto con Fernández y Luffi. “Por eso digo que fue una cama bien preparada”, se autoexcusó Fernández y le apuntó a otro integrante de la inteligencia policial mendocina contra el que había despotricado en otros juicios, Pedro Sánchez Camargo, que había dirigido el D2 durante los primeros años de la dictadura.

“Yo hice algo legal: puse dos testigos, como dice la ley”, cerró Fernández sin ruborizarse. “Lo mío, entonces, es una adopción improcedente”, sentenció el represor en caso propio, pero sin lograr conmover a ninguno de los presentes en la sala del tribunal federal de Mendoza.

“El D2 de la Policía de Mendoza fue el origen de toda la persecución contra María del Carmen Moyano”, le respondió Daniel Rodríguez Infante, que junto a Dante Vega representan a la fiscalía en el juicio. Tanto Fernández como Smaha y Garay eran “integrantes de máxima relevancia”, explicó Rodríguez Infante e incluso aclaró que los tres habían actuado como enlace con los otros servicios de inteligencia, lo que explicaría cómo la beba de Moyano y Poblete, nacida en la ESMA, llegó a manos de Fernández en Mendoza.

“Sus palabras condenan a Fernández”, opinó la abogada querellante Viviana Beigel en diálogo con Página/12. “En su declaración mostró un relato mentiroso para justificar una apropiación que está probada en el expediente y en el juicio oral”, añadió. "Fernández le faltó el respeto a la justicia. No se puede pretender otra cosa de un genocida”, sostuvo Emanuel Lovelli, abogado de Abuelas de Plaza de Mayo. “Aún en esta instancia le sigue mintiendo a Miriam”.