Desde Lima
Un día antes de cumplirse 29 años de su captura, murió en prisión Abimael Guzmán, fundador de Sendero Luminoso, el grupo armado maoísta que operó en los años ochenta y noventa. Según el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), la guerra interna dejó cerca de 70 mil muertos. Poco más de la mitad de esas muertes son atribuidas a Sendero. Guzmán fue capturado en 1992 y condenado a cadena perpetua, sentencia que cumplía en una celda unipersonal en una base de la Marina. Ahí falleció a las 6:40 de la mañana de este sábado por “complicaciones en su estado de salud”. Tenía 86 años. No se dio detalles de esas complicaciones.
Inmediatamente conocida la noticia de la muerte de Guzmán, desde todos los sectores políticos se calificó al líder senderista como “un terrorista sanguinario”, “un genocida” y otras expresiones similares. Se abrió un debate sobre qué hacer con su cuerpo. Hay propuestas de cremar su cadáver y arrojar sus cenizas al mar, recordando lo ocurrido con Osama Bin Laden, para evitar que su tumba se pueda convertir en un lugar de peregrinación de seguidores del senderismo. El ministro de Justicia, Aníbal Torres, señaló que esa posibilidad se estaba evaluando. El único familiar de Guzmán es su esposa, Elena Iparraguirre, que está en prisión, también con una condena a cadena perpetua. Fue capturada junto a Guzmán. Era la número dos de Sendero.
En presidente Pedro Castillo se pronunció con un mensaje por Twitter. “Falleció el cabecilla terrorista Abimael Guzmán, responsable de la pérdida de incontables vidas de nuestros compatriotas. Nuestra posición de condena al terrorismo es firme e indeclinable. Solo en democracia construiremos un Perú de justicia y desarrollo para nuestro pueblo”, escribió el presidente. El ministro del Interior, Juan Carrasco, calificó a Guzmán como “el más grande genocida en la historia del Perú”. Otros ministros se pronunciaron en la misma línea de condena al fallecido líder senderista. Estas reacciones del gobierno de condena a Guzmán se dan en medio de una campaña de la oposición de derecha, política y mediática, que acusa a Castillo y algunos ministros de tener una supuesta cercanía con herederos políticos del senderismo, agrupados en el Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), que pedía una amnistía para Guzmán. El gobierno rechaza esa vinculación.
Presidente Gonzalo
Abimael Guzmán, que se hacía llamar “Presidente Gonzalo” por sus seguidores, decía ser “la cuarta espada del marxismo mundial”, después de Marx, Lenin y Mao. Estudió derecho y filosofía, y fundó a inicios de los años setenta el Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso, cuando era profesor en la Universidad San Cristóbal de Huamanga, en la andina región de Ayacucho. En mayo de 1980, en el día de las elecciones presidenciales que marcaban un regreso a la democracia después de doce años de dictadura militar, Sendero inició sus acciones armadas, que llamó “guerra popular”, atacando un centro electoral en el poblado rural de Chuschi, en Ayacucho. La violencia senderista estalló en un contexto de profunda pobreza, desigualdad y una amplia exclusión económica, social y racial, especialmente de las comunidades andinas donde el grupo maoísta tuvo su origen.
La guerra interna, que se inició en Ayacucho, se extendió a casi todo el país. Ataques terroristas con coches bomba, sabotajes a la red eléctrica para producir apagones en Lima y otras ciudades, asesinatos de autoridades y dirigentes populares, y matanzas de comunidades campesinas que se oponían a su presencia, fueron parte de las sangrientas acciones senderistas. Los militares, avalados por los gobiernos civiles, respondieron con secuestros, torturas, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales y asesinatos masivos de campesinos. Senderistas y militares asesinaban campesinos a los que acusaban de no apoyarlos. La CVR califica este período como “el episodio de violencia más intenso, extenso y prolongado de toda la historia republicana”. La mayoría de las víctimas fueron civiles ajenos al conflicto, un 75 por ciento de los muertos eran indígenas quechuahablantes.
Grotesco
El 12 de septiembre de 1992, Guzmán fue capturada en una vivienda de un barrio de clase media de Lima, por un equipo especial de la policía, dedicado a su búsqueda. En la captura no se hizo un solo disparo. Estaba en el segundo piso de una casa en la cual en la primera planta funcionaba una academia de danza, montada como una cobertura al escondite del hombre más buscado del país. Días después de la captura del líder senderista, el gobierno de Fujimori montó un grotesco espectáculo, presentándolo con un traje de prisionero de rayas horizontales negras y blancas encerrado en una jaula para que sea filmado y fotografiado. Desde entonces, quedó encerrado en la prisión naval en la que este sábado murió. Con su líder detenido, Sendero se derrumbó rápidamente. Guzmán llamó a sus seguidores a dejar las armas. Solo queda una columna senderista, la que hace años rompió con el fundador de Sendero y opera en una agreste zona cocalera como grupo armado aliado del narcotráfico.
En las horas que siguieron a la muerte de Guzmán se ha recordado en los medios la larga noche sangrienta de la guerra interna, pero ha sido un recuerdo parcial, centrado en los crímenes de Sendero, obviando las extendidas violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado, que diversos sectores pretenden ocultar o justificar. Ha muerto Abimael Guzmán, Sendero Luminoso está derrotado, pero las condiciones de exclusión y pobreza en las que surgió la violencia senderista siguen vigentes. De esto último, los medios y los grupos de poder no hablan.