La Argentina llega a estas PASO con quince semanas de reducción de contagios, reducción de fallecimientos y baja en la ocupación de camas de terapia intensiva. En paralelo, será cuestión de días y el país totalizará sesenta millones de vacunas recibidas, con casi el noventa por ciento de los mayores de 18 con una dosis y con cerca del setenta por ciento de la franja de mayor riesgo -los mayores de 50- con las dos dosis aplicadas. El momento es oportuno para hacer un balance de la gestión de la pandemia y la vacunación. Los expertos consideran que fue un gran acierto la cuarentena inicial, que esa medida permitió reconstruir el aparato de salud y hay unanimidad en que es muy buena la vacunación, incluyendo el haber conseguido tantas vacunas y haber privilegiado la dosis 1. Del lado crítico se sitúa que, tal vez, las cuarentenas largas desgastan y son poco efectivas, que faltó un mayor cierre de fronteras, que no hubo herramientas de datos sofisticados para detectar los lugares de más contagios y cerrarlos y no faltan los que consideran que, aunque las condiciones de Pfizer fueron leoninas, debió firmarse el contrato antes. También consideraron que se confió demasiado en los laboratorios que -todos- incumplieron los contratos.
Aciertos
El ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, asegura que “la gestion de la pandemia fue acertada. En 2020, sin vacunas, solo se tenia el aislamiento y distanciamiento como estrategia. En ese periodo Argentina estuvo por encima de la media mundial en cuanto a manejo. En el periodo de aislamiento, reconstruyó el sistema de salud incorporando camas de terapia y respiradores y desarrolló herramientas científicas: kits de diagnóstico, elementos de protección, aplicaciones y otras. El 2021 fue el año de la vacunación. En la primera mitad, el gobierno actuó con celeridad buscando las vacunas disponibles en medio de una guerra entre los países por aprovisionarse. En la segunda, consolidando la campaña que hoy tiene más del 85 por ciento de adultos mayores de 18 años con una dosis y un 50 por ciento con las dos. Finalmente, haber promovido la producción de vacunas en el país también fue un acierto”.
Ernesto Resnik, biólogo molecular que vive en Estados Unidos, se convirtió en uno de los referentes a lo largo de la pandemia con sus opiniones en twitter y en el podcast PCR. El sostiene que “la primera fase, de marzo a junio de 2020, se dio en medio de las incertezas de la epidemia, incertezas de cómo se movía el virus, de cuánto y a quiénes afectaba más, de ‘ver qué pasa’ en el mundo. En ese período Argentina optó por un fuerte proceso de principio precautorio: vamos a hacer todo lo posible para que el virus no nos lleve puestos. El lema fue lo primero que dijo Alberto Fernández: vamos a cuidar las vidas. Eso fue exitoso. Se logró demorar al virus y preparar la infraestructura de hospitales y las medidas de ayuda para paliar los problemas económicos causados por la cuarentena. La segunda fase empezó en agosto de 2020. La cuarentena no se sostuvo, los desvaríos de la oposición llegaron y la cuarentena comenzó a deshacerse. Argentina llegó a esa situación porque creo que se le puso difícil la situación económica y política. Y para la segunda ola ya no hubo nada que hacer. Ya no hubo grandes medidas de restricciones. Me parece que el gobierno perdió esa batalla cultural”.
Jorge Geffner, inmunólogo, investigador principal del Conicet y hombre clave en el estudio de la combinación de vacunas, considera que “uno de los parámetros duros es el de las muertes por millón de habitantes. La Argentina estuvo por encima de Estados Unidos y Europa occidental, por encima de Uruguay y Chile y ligeramente mejor que Brasil. La implementación de una cuarentena estricta en marzo, fue una decisión acertada. Permitió fortalecer el sistema hospitalario y sus unidades de cuidados intensivos. En relación a las vacunas, fue correcto abrirse a las desarrolladas por Rusia, aun cuando quizás se confió demasiado en que Rusia cumpliría los compromisos, que finalmente no pudo asumir tal como estaban pautados. Actualmente, considero que la campaña de vacunación está avanzando a un muy buen ritmo. Evidentemente, al respecto, existe una formidable asignatura pendiente en el plano internacional; no puede ser que el lucro de una o varias grandes compañías farmacéuticas decida sobre el destino de las vacunas, es decir, sobre la vida o muerte de las personas. La vacunación fue un gran éxito. Desde el primer día. La búsqueda de alternativas a la llegada de vacunas fue audaz (porque se hizo en el medio de un boicot –literalmente– a las vacunas) y efectiva, resultó un resonante acierto. La flexibilidad para tomar decisiones como vacunar a más con primeras dosis, mezclar vacunas, fueron muestras de otra muy buena evaluación y decisiones de salud pública. Cuando bajó toda la espuma de las olas de indignación manufacturada por datos, tipos de vacunas, origen de vacunas, cantidad de vacunas, quedó lo que vemos ahora, el gran éxito del plan de vacunar con lo que consigamos, vacunar a los más y completar cuando se pudo. Literalmente creo que el trabajo para conseguir vacunas y la eficacia y flexibilidad para administrarlas salvó miles de vidas”.
Errores
Para Salvarezza, el principal error fue “haber confiado en el cumplimiento de los contratos por parte de los laboratorios que proveen vacunas, quienes los incumplieron aquí y en todo el mundo”. Efectivamente, la Unión Europea demandó a AstraZeneca, el laboratorio Pfizer firmó un contrato de cuarenta millones de dosis con la Organización Mundial de la Salud y terminó entregando apenas un millón; el Instituto Gamaleya y el Fondo Ruso de Inversión Directa tienen enormes dificultades para cumplir con la dosis 2 de Sputnik V y los laboratorios chinos dejaron de proveer cuando al gigante asiático le entró la variante de India. Ahora retomaron.
Resnik opinó que “si tengo que marcar lo que para mí es un error –no necesariamente del gobierno actual sino de la infraestructura argentina existente– es la falta de datos epidemiológicos para tomar decisiones más ágiles y más rápidas. La pregunta básica a responder minuto a minuto era y sigue siendo: ‘¿en dónde se está contagiando la gente?’ En otros lugares esa data fue clave para, por ejemplo, los cierres estrictos de lugares cerrados como bares y restaurantes o, aunque no les guste a muchos, las decisiones sobre escuelas. Como dije, en el tema vacunación creo que hay poco para criticar. Sí, se pudieron conseguir un par de millones de Pfizer u otros millones de otra, pero hasta ahí, porque como digo siempre, la disponibilidad de vacunas fue hasta ahora una manta corta: Uruguay y Chile salieron a buscar SinoVac después de que Argentina se hizo de millones de Sputnik, no hubo más SinoVac para otros y no hubo Sputnik para otros, y Colombia y Perú se quedaron meses esperando a Pfizer.
Geffner evaluó que “con el correr del tiempo aprendimos que vale más la aplicación de cuarentenas estrictas acotadas, más que prolongarlas en el tiempo, prolongación que mostró asociarse a una disminución en su debido acatamiento. El sistema de testeos siempre fue insuficiente en la Argentina, tendríamos que haberlo ampliado más y articular las medidas de aislamiento necesarias, tanto para los individuos infectados como también para sus contactos estrechos. Un segundo tema que no fue encarado adecuadamente fue el relativo al control de fronteras, en el escenario de la diseminación en Brasil de la variante Manaos. Se tendría que haber realizado un control mucho más riguroso, como sí se hizo frente a la variante Delta, retrasando su circulación comunitaria. Tardamos en abrirnos a las vacunas de origen chino (Sinovac, Sinopharm y Cansino). Por otra parte, pienso que el Estado debería haber tenido mayor control del contrato con Oxford/AstraZeneca: se produjo muchísima sustancia activa en Argentina y vinieron muchas menos vacunas. Por último, está el asunto Pfizer. Considero que las condiciones planteadas por Pfizer fueron (¿son?) abusivas. Aun asumiendo esto, considero que deberíamos haber firmado en su momento, para poder contar con ellas”.