Desde Roma
En su segundo día en Eslovaquia, el papa Francisco llevó a cabo numerosos encuentros con el mundo político y religioso católico y judío, subrayando la necesidad de la fraternidad en este período de pandemia, la importancia de la memoria al referirse al Holocausto, y pidiendo que la Iglesia estimule la libertad, la creatividad y el diálogo. Tampoco perdió la oportunidad de subrayar que Eslovaquia “es un mensaje de paz en el corazón de Europa”, recordando cómo hace 28 años nacieron “sin conflictos”, dos países independientes, Eslovaquia y República Checa, que antes habían sido Checoslovaquia.
“La banda azul de vuestra bandera simboliza la fraternidad con los pueblos eslavos. Y de fraternidad tenemos mucha necesidad hoy para promover la integración cada vez más necesaria”, sobre todo “después de los durísimos meses de pandemia”, destacó el Pontífice en el mensaje que dirigió al gobierno eslovaco encabezado por la presidenta Zuzana Caputova y al cuerpo diplomático, con quien se reunió en la mañana del lunes en la capital, Bratislava. Y sobre la pandemia agregó: “Es la prueba de nuestro tiempo y nos ha enseñado cuan fácil es disgregarse y pensar sólo en sí mismos. Debemos iniciar de nuevo reconociendo que somos todos frágiles y necesitamos a los demás. Nadie puede aislarse, ni como individuos ni como naciones. Recibamos esta crisis de la pandemia como un llamado a re-pensar nuestros estilos de vida”, continuó Francisco.
Y continuando con su análisis socioeconómico de la pandemia, Francisco destacó que “la recuperación económica no es suficiente en un mundo en el que todos estamos conectados (…) Mientras en varios frentes continúan las luchas por la supremacía, este país reafirma su mensaje de integración y de paz”. Y en tácita alusión a la solidaridad internacional que se requiere para ayudar a los países en conflicto como el mismo Afganistán pero también a los refugiados africanos, manifestó su esperanza de que Europa “se distinga por una solidaridad que yendo más allá de sus fronteras, pueda ponerla en el centro de la historia”.
Con los miembros de la Iglesia
En la Catedral de San Martino, donde se encontró con obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, seminaristas y catequistas, el papa Francisco destacó la necesidad de construir una Iglesia que “camine unida” porque la Iglesia “no es una fortaleza, no es un castillo situado en una montaña que mira el mundo con distancia y suficiencia”, subrayó casi aludiendo a las batallas internas que existen entre los distintos sectores de la Iglesia, y no sólo en el Vaticano, sobre el camino que debe recorrer la Iglesia.
Francisco presentó una idea muy abierta y progresista de la Iglesia. Según él la Iglesia debe responder a tres palabras: libertad, creatividad y diálogo. “Sin libertad no hay verdadera humanidad, porque el ser humano ha sido creado para ser libre (…) Pero la libertad no es una conquista automática (…) Es siempre un camino a veces muy cansador que hay que renovar continuamente (…) Y hoy muchas veces hacemos las cosas que dicen los medios de difusión y perdemos la libertad”, advirtió. Y respecto de la libertad en la Iglesia, el papa Francisco dijo que “una Iglesia que no deja espacio a la aventura de la libertad, incluso en la vida espiritual, arriesga de convertirse en un lugar rígido y cerrado”. Las nuevas generaciones sobre todo, no “están atraídas por una propuesta de fe que no deja libertad interior, por una Iglesia en la que es necesario pensar todos de la misma manera y obedecer ciegamente”.
En cuanto a la creatividad, Francisco subrayó que la tarea más urgente de la Iglesia en los pueblos de Europa es encontrar nuevos “alfabetos” para anunciar la fe y puso el ejemplo de los santos Cirillo y Metodio, que en el siglo IX se distinguieron por inventar un nuevo alfabeto para leer la Biblia y así difundirla entre los pueblos eslavos que habitaban la región. “Así ellos se transformaron en los apóstoles de la inculturación de la fe. Inventaron un nuevo lenguaje para trasmitir el Evangelio, fueron creativos al traducir el mensaje cristiano”, subrayó el papa.
Por último sobre el diálogo, Francisco insistió en que la Iglesia hoy debe dialogar con todos: con los creyentes, con los tibios, con los no creyentes, con todos. Porque anunciando el Evangelio de esta manera se puede hacer brotar “la comunión, la amistad y el diálogo entre creyentes, entre distintas religiones cristiana y entre los pueblos”.
Por la tarde Francisco visitó el Centro Belén de Bratislava, un centro a cargo de monjas de la congregación de Madre Teresa de Calcuta que ayudan a los sin techo que andan por la ciudad.
Con la comunidad judía
También por la tarde se encontró con la comunidad judía de Bratislava, en la plaza Rybné Námestie. En ese lugar hubo una sinagoga, muy cercana a una iglesia, pero fue destruída. Hoy es una suerte de monumento en recuerdo de los cientos de muertos en el Holocausto. En el monumento está escrita la palabra “Zachor” que en hebreo significa “Recuerda”. “La memoria no puede y no debe ceder el lugar al olvido”, subrayó el Papa en su mensaje. “Hoy no faltan ídolos falsos que deshonran el nombre del Altísimo. Son aquellos del poder y del dinero que prevalecen sobre la dignidad del hombre, de la indiferencia que mira para otra parte, de las manipulaciones que instrumentalizan la religión”. Y a esto se agrega “el olvido del pasado, la ignorancia que justifica todo, la rabia y el odio”. “Estamos unidos, lo repito, en el condenar toda violencia, toda forma de antisemitismo”, subrayó el Papa argentino.
A las palabras de Francisco siguieron otros mensajes como el de algunas monjas cuya comunidad salvó niños judíos durante la guerra. Pero el testimonio de otra persona fue particularmente impresionante, el Profesor Lang, un sobreviviente del Holocausto.
“Soy parte de una comunidad que no ha conocido a sus abuelos y no se recuerda ni siquiera de sus padres”, dijo Lang, que contó que él sobrevivió porque otras personas muy valientes lo ayudaron. Nacido en mayo de 1942, cuando tenía tres meses su padre fue enviado el frente de guerra. Ahí desapareció. Dos años después se llevaron a su madre. Los que volvieron dijeron que ella murió durante la “marcha de la muerte”, la evacuación a pie de los campos de concentración ante el avance del ejército rojo. En el mensaje no quedó muy claro con quien vivió el profesor Lang siendo niño. Un día se enfermó y lo llevaron al hospital. Las enfermeras, de gran coraje, protegían a los niños poniendo carteles en las puertas de las salas que decían “enfermedades infecciosas” así los nazis no entraban. El se salvó también, junto con otros catorce niños, de un bombardeo del hospital gracias al accionar de otra enfermera. “Lamentablemente nunca pude encontrarla para darle mi agradecimiento sincero”, concluyó.