Desde Lima
Al morir, ya anciano y derrotado, Abimael Guzmán, el líder del grupo armado maoísta Sendero Luminoso vencido hace más de dos décadas, ha recobrado vida convertido en un peligroso fantasma por políticos, medios y analistas. El cadáver de Guzmán, quien desde 1992 estaba preso sentenciado a cadena perpetua y que el sábado murió a los 86 años por una pulmonía, ha tomado el centro del escenario político. Tratado como si fuera un peligro para la seguridad nacional, se debate el destino que se le debe dar al cuerpo del fallecido fundador de Sendero. La familia y las autoridades se disputan el cadáver. La familia quiere que le entreguen el cuerpo para darle sepultura, pero el Estado y la clase política se oponen.
La esposa de Guzmán, Elena Iparraguirre, también en prisión con sentencia a cadena perpetua por su participación en Sendero, grupo en el que era la segunda al mando, ha reclamado desde su celda, con un poder otorgado a Iris Quiñonez, quien también estuvo en prisión por su militancia en Sendero, el cadáver del fallecido líder senderista. Pero las autoridades judiciales se lo han negado, a pesar que la ley le da ese derecho al familiar más cercano. Al momento del envío de esta nota estaba pendiente una decisión final de la fiscalía sobre el destino del cuerpo del líder senderista. Su cadáver seguía en la morgue.
Funcionarios del gobierno, congresistas opositores y aliados del oficialismo, y medios, se han pronunciado porque el cadáver de Guzmán sea cremado y las cenizas desaparecidas en el mar. Han tomado la idea de lo ocurrido con Osama Bin Laden. Aunque la ley no permite esto y determina que el cuerpo se le entregue a la familia, argumentan esa exigencia señalando que se trata “de un caso extraordinario” y de “un asunto de seguridad nacional”. Quienes quieren borrar los restos de Guzmán dicen que su tumba se podría convertir en un lugar de peregrinación de sus seguidores, quienes lo veneraban como una figura casi religiosa.
Condena final póstuma
Desaparecer el cuerpo de Guzmán también parece ser un último acto punitivo, una condena final póstuma que se quiere imponer contra el hombre que en 1980 inició, en un contexto de pobreza y profunda desigualdad, una lucha armada que se extendió hasta los años noventa, dejando cerca de 70 mil muertes, entre las causadas por el senderismo y por las fuerzas de seguridad. Desde los medios y buena parte de la clase política se quiere aprovechar la muerte de Guzmán para reforzar un relato oficial de la historia -que desde hace años se quiere imponer- que pretende culpar de la violencia solamente a Sendero y ocultar o avalar las múltiples violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado.
Se quiere desaparecer el cadáver de Guzmán, pero la derecha quiere mantener vivo su fantasma para meter miedo y utilizarlo contra la izquierda, contra los que proponen cambios a un modelo que mantiene profundas desigualdades y exclusiones, y contra los que exigen justicia y sanción a los represores, acusándolos de una supuesta cercanía con Sendero para así tratar de desacreditarlos. Desde la oposición al presidente Pedro Castillo, en la que predomina una extrema derecha que conspira para destituir al régimen de izquierda, se repite esa misma acusación contra el gobierno para buscar desestabilizarlo. El oficialismo niega esa cercanía, luego de la muerte de Guzmán sus principales voceros, incluido el presidente, han condenado enérgicamente a Sendero y a su fallecido líder. Pero la derecha insiste en relacionar al gobierno con los herederos políticos del senderismo, que ya no llaman a la lucha armada, sino a una actuación política que tenia como principal objetivo pedir la amnistía para Guzmán.
Fascismo
El domingo, un día después de la muerte de Guzmán, la derecha convocó a una manifestación presentada como una movilización “contra el terrorismo”, pero que en realidad fue una manifestación contra el gobierno. Congresistas fujimoristas y de otros grupos de ultra derecha, viejos políticos fracasados, militares en retiro, desfilaron con discursos abiertamente golpistas. “Ha muerto Abimael Guzmán, ahora tenemos que terminar con Pedro Castillo que es su heredero”, “Sendero está en Palacio de Gobierno, tenemos que luchar hasta sacarlo”, “muerte a los comunistas”, fueron algunas frases que se escucharon en una manifestación que no tuvo mucha convocatoria. Fue un griterío fascista y golpista que alzaba el fantasma de Guzmán para justificar su discurso autoritario.
La histeria de la derecha, y su desesperación por atacar al gobierno, llegó al absurdo extremo de poner en duda la muerte de Guzmán acusando al gobierno de fingirla para hacerlo fugar. Una descabellada teoría conspirativa que revela los niveles de irracionalidad de un sector de la oposición.