Sigmund Freud fue el hombre que puso en jaque el reinado de la razón como ordenadora del mundo que había impuesto la Modernidad, para plantear la idea de que los seres humanos no dominan todos sus actos de manera consciente. A esta premisa se la conoce como la tercera herida narcisista. Las dos primeras las constituyeron los descubrimientos de Copérnico y Charles Darwin. Uno por señalar que el hombre no era el centro del Universo. Y el otro por considerar que el ser humano es un animal más en la cadena del mundo natural. Si bien, a veces, se le cuestionó al padre del psicoanálisis que su teoría era individual, fue el propio Freud el que dejó claro en Psicología de las masas y análisis del yo que toda psicología individual es también social porque el yo siempre tiene presente en sus pensamientos y acciones al otro. Justamente en 2021, se cumplen 100 años de la publicación de este texto fundamental de la obra del gran psicoanalista austríaco, que significó una bisagra en varios aspectos. Entre ellos, el cruce entre psicoanálisis y política, justo cuando en Alemania comenzaba a ser protagonista Adolf Hitler con el surgimiento del Partido Nazi y cuando faltaban doce años para que el mayor asesino de la historia llegara al poder en tierra germana. Ahora bien: ¿Qué es una masa? ¿Cómo adquiere una influencia decisiva sobre el psiquismo individual del sujeto? Y a un siglo de que Freud estampara su pluma en el papel: ¿Cuál es la vigencia que tiene hoy en día un texto como Psicología de las masas y análisis del yo?
El legado
"Tiene una vigencia absoluta”, admite Osvaldo Delgado, referente ineludible del psicoanálisis en la Argentina y profesor titular de Psicoanálisis Freud de la Facultad de Psicología de la UBA, entre otros pergaminos. En Psicología de las masas, Freud dice que para conformar una masa no es imprescindible un líder. Que una idea negativa puede tener el mismo carácter aglutinante. “Por ejemplo, el odio”, expresa Delgado. “El odio puede tener un carácter unificador y constructor de toda una masa. Lo dice Freud, pero esto es hoy. La actualidad. El odio en esta época se ve en el resurgimiento de los partidos neonazis en nuestra Argentina, como los llamados 'libertarios', Milei, porque el odio tiene un carácter absolutamente punitivo”, subraya el doctor en Psicología. El odio, en términos de Aristóteles, a diferencia de otros sentimientos agresivos, es que el otro no exista. Esto lo dice Aristóteles en La Retórica. “Esto es de una importancia crucial en nuestra época”, explica Delgado. “En el capítulo XII Freud dice que el lazo amoroso tiene la misma estructura que el síntoma. Esto es muy importante porque el neoliberalismo triunfante odia la singularidad del sujeto. Por eso, la propensión totalitaria: el nazismo, el fascismo es el odio a lo singular. Lo singular no es el individualismo del neoliberalismo. Nada que ver lo singular con lo individual. Lo singular implica el respeto total y absoluto por lo propio de cada sujeto en su diferencia. Y el respeto y el amor por esa diferencia”, subraya el autor de Leyendo a Freud desde un diván lacaniano.
Otra prestigiosa psicoanalista, Nora Merlin, coincide con Delgado: "Tiene plena vigencia porque la masa es un modo totalitario de construir la vida o de construir lo común. Y la masa es el modo social paradigmático de esta expresión del discurso capitalista que es el neoliberalismo. La masa no es discursiva pero es un modo social caracterizado por la fascinación libidinal y por la producción de odio porque el odio va junto con la masa”. Merlin entiende que el odio es un modo que tiene la masa de tramitar las diferencias y que estamos en la época en que las corporaciones han tomado las formas de vida. “Pienso el neoliberalismo no sólo como un modelo económico sino como un dispositivo tanático, característico de la pulsión de muerte que va erosionando la vida en su conjunto. Entonces, las corporaciones mediáticas junto con las corporaciones de internet, de las tecnologías cibernéticas, las redes fueron ocupando el lugar del Ideal y desde ese lugar construyen la cultura de masas. Estimulan, alientan la cultura de masas. Entonces se obtiene un conjunto de individuos que están hipnotizados, que consumen, son odiadores seriales y se autoperciben libres y ciudadanos, cuando esta construcción de la masa nada tiene que ver con los principios democráticos. Es decir, no tiene que ver con la libertad, ni con la igualdad, ni con la fraternidad. Van en contra de la libertad porque no hay ninguna libertad en la masa. Hay obediencia inconsciente”, sostiene Merlin.
¿Lo primero es la familia?
Se pueden inferir tres tipos de masas: la efímera, las masas artificiales o altamente organizadas (Iglesia, Ejército) y una masa más estable o duradera, como la familia o incluso los partidos políticos. ¿Cuál de esas tres masas está hoy en crisis? "Podría tener múltiples respuestas porque, por un lado, uno podría decir, a la manera en que están descriptas en el texto, que todas podrían estar en crisis”, entiende el destacado historiador y psicoanalista Luis Sanfelippo. Se entiende: la Iglesia Católica y los Ejércitos nacionales no tienen la misma cantidad de fieles ni el mismo poder de convocatoria que tenían al principio del siglo XX. “Sin embargo, al mismo tiempo vivimos en una época donde hay multiplicación de Iglesias --sostiene el analista--. Entonces, hay muchas Iglesias. Por ejemplo, la multiplicación de iglesias evangélicas. Pero no solamente: también podría pensarse para el mundo árabe o para problemas en relación al judaísmo. No hay una Iglesia, pero sigue habiendo muchas Iglesias que agrupan, convocan, inciden en la política, intentan regular la moral y las costumbres”.
Para Sanfelippo lo mismo se puede decir de los Ejércitos. “Vivimos en una sociedad que sigue siendo fuertemente belicista. Hay ejércitos o intentos de solucionar por medios bélicos los conflictos sociales. Y si no, pensemos en lo que está pasando en Brasil, o lo que podría ser el discurso de Donald Trump cuando fue presidente. Uno puede pensar que, en algún modo, la Iglesia, el Ejército, las naciones o las familias están en crisis, pero al mismo tiempo no terminan de desaparecer. Más bien parecen organizadas de otra manera, con mayor diversidad, pero no desaparecen del todo”.
Sanfelippo piensa que es interesante el caso de “la familia”: “No es que la familia está en peligro. En todo caso, está siendo cuestionada como modelo único la familia moderna (papá, mamá e hijos), pero sin embargo, muchos colectivos siguen reivindicando la familia como un derecho y como algo buscado. Los movimientos gay de los ‘60 y ‘70 no reivindicaban la familia. Pero ahora eso sigue siendo considerado como un derecho. Está bien que el Estado lo reconozca como un derecho a tener una familia, pero no deja de mostrar, en ese punto, que esas masas de la estructura familiar, por ejemplo, en un sentido están en crisis y, en otro sentido, siguen estando fuertes. Fuertes habiendo transformado bastante su forma pero no habiendo renunciado a ocupar un lugar central como modo de sociabilidad de la mayoría de los seres humanos", dice Sanfelippo.
Merlin no cree que esté en crisis la masa sino “todo lo contrario”. “Pienso que tiene plena vigencia”, dice sin dudar. “Freud aporta un dispositivo para pensar un modo de construir lo común. Es decir, él ve que hay instituciones organizadas como masa o que hay culturas organizadas como masa”. La autora de Mentir y colonizar. Obediencia inconsciente y subjetividad neoliberal apunta que, por un lado, hay una caída de la autoridad paterna. Entonces, es posible que esté en decadencia la familia tradicional, “pero Freud está hablando de otro tipo de padre porque el padre de la familia, la función paterna, no es el padre de la horda, que es el líder de la masa”, subraya. “Yo creo que la categoría masa es un gran aporte de Freud para la teoría política porque algunos confunden masa y pueblo. Y no es lo mismo porque la masa es un dispositivo libidinal, es un dispositivo que es igual al de la hipnosis. En cambio, el pueblo está basado en la construcción de la voluntad popular, es democrático o amplía la categoría de la democracia. La masa no”, afirma Merlin.
Las masas del siglo XXI
Si se tiene en cuenta que la primera masa, la efímera, es irascible, espontánea, breve, sigue a un líder carismático y se disuelve sin éste, ¿es posible observar algo de esto en los movimientos anticuarentena y antivacunas a nivel mundial y local? "Puede ser”, dice Sanfelippo. “Igual, respecto de estos movimientos da la sensación de que, a veces, no son tan espontáneos ni efímeros sino que, al mismo tiempo, son organizados, a veces, por medios de comunicación o por nuevas tecnologías como las redes sociales que terminan siendo un soporte de la posibilidad del lazo y de la organización social pero, a veces, no es sólo que funciona como soporte sino como guía que conduce el descontento social en determinadas dimensiones. Entonces, en un punto me parece que no eran tan desorganizados ni tan espontáneos”, subraya el analista.
Para Merlin “es muy aplicable el concepto”. “Primero, en la parte social es la industria cultural, pero además están estos movimientos que se llaman ‘libertarios’ y coinciden en que son antivacuna, antisistema y finalmente van en contra de la democracia. Yo pienso esto de las masas cualquiera sea la expresión. Siempre es el mismo dispositivo: es el líder y la fascinación vía la identificación a la idealización. Entonces, el dispositivo se mantiene, cambia el fenómeno, pero Freud despeja la estructura a diferencia de los que lo preexistieron, que analizaban e interpretaban conductas”. Es que Freud excedía lo conductual y decía: "No, a mí me interesa el dispositivo". Y eso se mantiene en cualquier modalidad o expresión de la masa. “Yo creo que la masa es una patología democrática porque hay una causa que tiene que quedar abierta en el sujeto y en lo social que el líder de masa ya sea el padre de la horda, las empresas o las corporaciones te marcan el camino. Son estructuras morales, ni siquiera políticas”, completa Merlin. Y aclara que “morales” en el sentido de que dicen "Esto está bien, esto está mal". “Nos dicen lo que tenemos que comprar, a dónde tenemos que ir, son como GPS: te van orientando el camino de la vida de cómo se debe ser feliz”, cuestiona Merlin.
El gobierno mediático de las almas
En los últimos tiempos --sobre todo-- la Argentina fue testigo de comportamientos grupales en pandemia que no se verían en los comportamientos individuales de cada uno de sus integrantes. “Los medios de comunicación (no todos sino la mayoría) tratan de colectivizar de un modo alienante produciendo un efecto de hipnosis y colocando la pasión oscura, el odio en el núcleo mismo de lo que se hace”, explica Delgado. “En nuestro país sucedió algo no hace mucho tiempo que fueron las manifestaciones por la llamada ‘libertad’. En verdad lo que encubrían era pura pulsión de muerte porque eran en plena pandemia sin barbijo. Y ahora uno escuchó en plena campaña criticar al gobierno por las decisiones sanitarias como si hubieran sido decisiones no sanitarias, como si no hubiera existido el virus, la pandemia, como si hubieran sido decisiones stalinistas para tener a la gente metida en la casa sin salir y para controlar”, analiza Delgado. “Hay una acusación hacia los gobiernos que aplicaron medidas de cuarentena como si se hubiera tratado de una operación stalinista, cuando eran prácticas sanitarias para que la gente no se muera. Lo que uno escucha hoy cotidianamente de los medios de comunicación de masas es esto todo el tiempo: la crítica a ‘los que nos hicieron perder la libertad durante todo el tiempo de pandemia’. El horror del virus que mata es velado y pasa ser el horror el encierro de la cuarentena", analiza Delgado.
En líneas similares, Merlin destaca que los medios de comunicación corporativos en todo el mundo --no sólo en la Argentina-- están arengando una conducta de odio o de antisistema pero en el peor de los sentidos: antivacuna, anticuarentena, antigobierno. “Finalmente, antidemocracia”, dice la psicoanalista, sin dudar. “Y veo un ascenso de una nueva forma del fascismo, pero la estructura es la misma. También termina siendo otra cultura de masas, pero esto está muy estimulado por las grandes corporaciones que no les gustan los límites, no les gustan los Estados, no les gustan los cuidados. Están las dos cosas. También hay que marcar que el coronavirus no sólo fue estimulando este ascenso de estas formas del fascismo. También el coronavirus fue una experiencia pedagógica para los pueblos o para las sociedades en donde empieza a aparecer el cuidado como una categoría central. El cuidado de la propia vida, de la vida del otro, del planeta, de las democracias. Hay una actitud que vino para quedarse respecto del cuidado que no es sólo del Estado hacia lo social sino que hay un cuidado horizontal que va surgiendo. En ese sentido, los feminismos tuvieron mucha importancia en esto. El cuidado era una demanda que venían trayendo los feminismos diciendo que por qué tienen que ser solamente las mujeres las cuidadoras”. Y Merlin reconoce que hay algunos Estados, como el argentino actual, que se hicieron cargo de ese cuidado y escucharon la demanda, ocuparon ese lugar, “cosa que a estos ‘libertarios’ que están surgiendo no les gusta nada”. Entonces, junto con este ascenso violento que está surgiendo de los grupos antivacuna, también están surgiendo movimientos que son democráticos, que son horizontales, se podría decir de amor a lo común.
Sanfelippo recuerda que, al principio de la pandemia, aparecían, por un lado, ciertas escenas que podían dar alguna ilusión de comunidad. Y de acompañamiento: la gente salía a aplaudir a los médicos y trataba de cumplir con las medidas. “Apareció una idea que me parece importante como horizonte ideal, aunque sea muy difícil de sostener, que es la del cuidado”, dice, en sintonía con Merlin. En simultáneo, también aparecían actitudes microfascistas porque donde se veía a alguien de un asentamiento sin sus necesidades básicas satisfechas y que tenía que salir a trabajar tratando de buscar basura para poder generar un ingreso, aparecían denuncias y señalamientos. O al médico que salía a trabajar lo escrachaban y querían que se le impidiera el ingreso al edificio. “O sea, cómo de repente, el terror no sólo disuelve las masas, a veces hace masa. El miedo al contagio, el miedo a que uno pueda terminar enfermo terminaba aglutinando a personas para hacer una masa con el fin de excluir, discriminar, denunciar, perseguir a aquel que podría ser un peligro potencial para el resto del colectivo. Y eso me parece un fenómeno de masa donde la masa toma la forma no del colectivo que cuida sino del movimiento fascista que persigue al distinto y lo considera un peligro", concluye Sanfelippo.