Si en Síndrome de Praga, Juan Pablo Bertazza aborda el género fantástico con una primera novela sumamente original desde la perspectiva de un argentino que llega a Praga para trabajar como guía turístico de una ciudad que desconoce tanto como su idioma, en Alto en el cielo, consolida su proyecto literario con una segunda novela que funciona a modo de contracara de la anterior, sólo que ahora Buenos Aires es el escenario y la llegada de una joven oriunda de su Praga natal irá construyendo una trama donde la presencia de lo fantástico es un puente tendido entre la historia y muchos elementos del género policial.
“Es cierto que esta novela es como la contracara de la anterior. Además, Alto en el cielo es la precuela de Síndrome Praga. Varias veces vi que más de un escritor se refería con desprecio a la idea de pensar continuaciones de sus libros, como si fuera casi un signo de pereza”, dice el poeta y periodista Juan Pablo Bertazza, que desde hace dos años reside en República Checa, realizando un doctorado en literatura en la Universidad Palacký de Olomouc y trabajando para una sección de la Radio Checa que transmite en español.
Es autor de cinco libros de poesía, entre los que se encuentran Calle Lavalle y La revolución de terciopelo. “Pero la verdad es que, al menos en este caso, me pareció muy interesante conectar los dos libros porque, en algún punto, me impuso varias restricciones respecto a algunas ideas de la trama que debía seguir, pero, al mismo tiempo, me daba mucha libertad en el sentido de que ya conocía el universo en el que estaba trabajando y podía elegir, por ejemplo, qué personajes o argumentos retomar y cuáles no. Creo que, sobre todo, el tema de la precuela ofrece una combinación interesante, en algún punto lo sentí como si estuviera usando métrica para escribir poesía. Praga es una de las pocas ciudades del mundo que te trata mucho mejor como residente que como turista. Por lo pronto, me dio la distancia suficiente para poder usar Buenos Aires como escenario de una novela, algo que siempre me pareció bastante difícil”.
Distancia que asume por momentos un narrador focalizado en Katka, joven contratada por los servicios para cumplir una misión: trazar una hipotética línea de investigación en torno a Josef Pfitzner y Jan Jefer e intentar dar con el Golem, supuestamente oculto en algún lugar de Buenos Aires. “La leyenda del Golem me empezó a interesar hace tiempo, sobre todo a partir de la novela de Gustav Meyrink, que podría considerarse uno de los primeros besteller de calidad de la historia. Debe ser uno de los pocos libros que te hacen reír y, al mismo tiempo, sentir pánico, además de captar de manera brillante la esencia de una ciudad bastante laberíntica y compleja como Praga” dice Bertazza.
“En Praga, la leyenda del Golem sigue vigente, sobre todo, a partir de dos elementos: por un lado, la Sinagoga Vieja-Nueva que es una de las pocas construcciones que se mantiene en pie en el antiguo gueto judío y en cuyo altillo, según la leyenda, están escondidos sus restos. Por otro lado, una película que se llama El panadero del emperador y el emperador del panadero que salió en 1951 pero la siguen pasando cada fin de año, casi como Mi pobre angelito. Y es muy interesante porque, si bien transcurre en el siglo XVI, refleja las ideas de lo que era, por ese entonces, el gobierno comunista y porque el Golem se convierte en un objeto absolutamente cómico que busca con desesperación Rodolfo II, otro enorme personaje de Praga que era capaz de juntar en su corte a los mejores científicos con los alquimistas más chantas”.
A partir de este momento es cuando surge todo el talento narrativo de Juan Pablo Bertazza, sus combinaciones en simultáneo, su capacidad para trabajar sobre hechos históricos, ya sea para ficcionarizarlos en su conjunto o resignificar un elemento desapercibido (algo que por otra parte viene haciendo desde años en su poesía), y lograr que la literatura vuelva a ser un modo de acceso al conocimiento y no un mero conjunto de acciones con diálogos para el solo fin de entretener. Es muy complejo de lograr lo que hace Bertazza en Alto en el cielo, más allá de la línea argumental del policial y lo que podría ser fantástico por medio del Golem, está la mirada adánica de una extranjera que observa y tiene la ilusión de estar conociendo Buenos Aires, una ciudad que guarda en sus arquitecturas historias (que incluso muchos de sus habitantes ignoran), como el Palacio Barolo, el Palacio de Aguas y el Chalecito Díaz.
“Además de ser uno de los sitios más extraños de Buenos Aires, el Chalecito Díaz es también un símbolo fuerte de la inmigración europea en Argentina, ya que lo hizo construir Rafael Díaz, un valenciano que vino de muy joven y muy pobre y, de a poco, se fue convirtiendo en un empresario exitoso. Gracias a una nota que hice sobre el chalecito hace unos tres años pude subir a la terraza que tiene una vista increíble de la ciudad. Pero lo que más me interesó fue que pude acceder y leer un documento que me parece súper valioso y conserva su familia: un diario que escribió Rafael Díaz sobre sus primeros trabajos y en el que, básicamente, cuenta cómo va renunciando a todos sus empleos porque nadie lo valoraba lo suficiente. Aunque no dice ni una palabra sobre el chalet, se lee casi como una novela picaresca tipo El Lazarillo de Tormes y, además, da muchos detalles de negocios y calles de Buenos Aires que ya no existen. Espero que algún día se publique. Lo increíble es que, tras varias décadas de haber sido un lugar tan misterioso como inaccesible, casi la misma semana que publico esta novela los familiares, tras resolver una sucesión muy complicada, decidieron abrí el chalecito Díaz al público, así que tengo entendido que, muy pronto, se va a poder visitar”.
Reflexiones sobre la importancia del idioma como constructor de identidad, una vuelta al concepto de lo extranjero y las dificultades que entraña en los vínculos sociales como una manera de volver a pensar que vemos de la realidad aquello que nos permite nuestra propia cultura: Alto en el cielo es una novela que permite múltiples lecturas y vínculos con otras disciplinas. Juan Pablo Bertazza es un escritor con un estilo propio y al mismo tiempo consciente de que la literatura es una tradición hecha tanto de homenajes como de préstamos. Y también, por supuesto, de discusiones secretas.