La capacidad disruptiva de las grandes corporaciones tecnológicas a la hora de prestar servicios inimaginables hasta hace poco, no siempre va acompañada por modelos de negocios igualmente novedosos. Si bien los datos resultan un insumo clave para explicar que en unas pocas décadas las GAFAM se cuenten entre las corporaciones de mayor cotización bursátil del mundo, por encima de bancos, petroleras o aerolíneas, lo determinante para su éxito económico pasa también por viejas prácticas que le permiten aprovecharse de clientes y proveedores.
Ya en 2014 Peter Thiel, uno de los fundadores de PayPal e inversor serial de startups, aseguró que "La competencia es para los perdedores".
Las grandes corporaciones tecno aprovechan las ventajas que les da el llamado efecto de red, gracias al que la actividad misma se va potenciando con su uso. Por ejemplo, el buscador de Google mejora cuanta más gente lo usa y entrena. Lo mismo pasa en una red social a la que se suma gente porque sus amigos ya están allí, en un círculo virtuoso para la empresa.
Pero con esta dinámica conviven prácticas frecuentes en la historia del capitalismo: dumping, abuso de posición dominante, uso de información de competidores, manipulación de clientes, compra de potenciales competidores, imitación de emprendimientos exitosos, evasión fiscal.
En esta línea se inscribe el uso que hace Apple de su App Store. Por eso, algunas plataformas y servicios que consideran excesivo el precio que le cobran por entrar en el jardín cerrado de la empresa presentaron demandas que, poco a poco, erosionan la legitimidad de ese modelo.
En la cárcel de la manzanita
El modelo de negocios de Apple se basa en la venta de dispositivos y en su posterior control. El argumento de la empresa es que solo de esta manera puede garantizar el buen funcionamiento del dispositivo y la seguridad de sus clientes. Por eso quienes optan por entrar al ecosistema de Apple verán restringidas sus opciones a lo que habilita la empresa.
Del otro lado de este modelo están las aplicaciones que quieren acceder a este tentador sector del mercado y ofrecerles sus productos. Así es como Apple tiene un lugar privilegiado para decidir quiénes accede a sus clientes y quiénes no.
Empresas relativamente grandes como Spotify, Netflix o Epic (desarrolladora de Fortnite) lograron hacer oír sus reclamos por las condiciones que les ponía la corporación de la manzanita.
Una de las condiciones era dejar una comisión del 30 por ciento por cada venta o abono que se cobra a través de la plataforma de Apple y que permite recaudar unos 20.000 millones de dólares anuales, una porción relativamente menor de los ingresos de la empresa, pero importantes sobre todo por su continuidad en el tiempo y porque, al fin y al cabo, no era mucho lo que había que hacer para obtenerlos.
Iniciativas antimonopolios
Para empresas pequeñas, entregar 30 por ciento de sus ingresos a un intermediario les dificulta seguir creciendo. Así es que algunas de ellas pidieron que los clientes pudieran pagarles directamente en las plataformas originales sin la mediación de Apple, pero ésta se negó. Así fue como varios de los casos llegaron a la Justicia.
En los últimos meses se multiplicaron los avances en ese sentido. Por ejemplo, tras una investigación de la Comisión de Comercio Justo de Japón, la empresa decidió permitir a algunas compañías como Netflix o Spotify cobrar a sus clientes por fuera del App Store.
El mes pasado se aprobó también un legislación antimonopolio en Estados Unidos para promover la competencia en los repositorios de aplicaciones tanto de Google como de Apple.
En Corea del Sur se aprobó un proyecto de ley que establece el derecho de las aplicaciones de establecer el método de pago que deseen y en Europa e India ya hay varias investigaciones sobre el mismo tema.
La pelea con las empresas de juegos
Como muestra de buena voluntad, Apple también anunció que permitirá a las apps enviar correos electrónicos a sus clientes informándoles de otras formas de pago, pero el cambio parece haber llegado demasiado tarde.
Los reguladores hace tiempo que vienen escuchando las protestas de quienes tienen que negociar para ofrecer sus productos en el ecosistema Apple y la hendija que abrió hacia su jardín cerrado ya no parece suficiente. Sobre todo las empresas de juegos, de donde proviene el grueso de los ingresos del App Store, se quejan porque, por ahora, las concesiones los dejan de lado.
Apple se encuentra atrapada por su propio éxito. Por un lado los inversores exigen que las tasas de crecimiento siderales a las que están acostumbrados no desciendan, pero del otro se percibe cómo su dinámica de negocios impide desarrollar a otras empresas que piden que se nivele la cancha.