La victoria opositora en las PASO desató la euforia de los mercados. Subas en el valor de las acciones y los bonos, mientras descendía el riesgo país y las cotizaciones paralelas del dólar.
Ante semejante reacción, las consultoras del establishment pedían precaución a los inversonistas. Según los analistas, si bien la derrota del oficialismo mejora las perspectivas económicas de mediano y largo plazo, todavía hay que ver las reacciones de corto.
El peronismo podía reaccionar como un león herido pegando un zarpazo de populismo para levantar su caudal electoral. Hecho que sería acompañado de una mayor emisión monetaria que para el paradigma ortodoxo traería las plagas de una mayor inflación y devaluación.
La reacción de los mercados ante el triunfo de Cambiemos muestra como su ideología se impone frente a cualquier análisis racional. Quienes fueron derrotados son los que se esforzaron en dos años de gobierno de realizar una renegociación ordenada de la deuda tanto con el sector privado como con el FMI. Son también quienes en plena pandemia extendieron la mano del Estado a las empresas para evitar que se cortara la cadena de pagos, sosteniendo salarios y líneas de créditos. Un Gobierno moderado, en permanente diálogo con la cúpula empresarial, con un ministro de Economía cuya cautela fiscal exaspera a las propias bases del Frente de Todos.
En contraste, la victoriosa oposición es la que llevó la economía a una crisis de sobreendeudamiento cuando fueron gobierno. La que entró en cesación de pagos con las deudas internas y que tomó un crédito inviable con el FMI para no defaultear sus deudas externas. La que impuso el cepo a la compra de dólares en medio de una intensa fuga de capitales. La que devaluó la moneda llevando la inflación a un record histórico, mientras las empresas en crisis despedían trabajadores impulsando el desempleo hacia los dos dígitos. Pero aún así, son más “confiables” a los ojos de los inversores.
La espalda del establishment a los intentos de seducción del Gobierno deberían serle un llamado de atención. Mucho más cuando en ese afán de cerrar la grieta se postergaron muchas de las demandas de su base electoral. Si bien la pandemia puede explicar parte de la desgracia electoral, también debe revisarse la falta de reacción oficial.
La crisis heredada de la gestión Macri y la pandemia conforman un período excepcional que merece respuesta excepcionales. Sin embargo, el oficialismo continuó aferrado a su moderado programa inicial, intentando hacer la plancha en medio de un maremoto. La consecuencia inevitable era el naufragio.
La derrota electoral debe ser un alerta para salir de la modorra y dar lugar a una iniciativa política a la que nunca debió renunciarse. Un programa de reactivación económica que apunte a recuperar los puestos de trabajo perdidos en los últimos seis años, concentrado en sectores económicos que resuelven demandas sociales urgentes (vivienda, salud, cultura, deportes, seguridad ambiental), con baja demanda de divisas. En política se puede ganar o perder pero nunca renunciar a dar la pelea.
@AndresAsiain