En plena interna del Gobierno, se especula con que los desgastes en cuadros ministeriales altos son reales, pero los recambios requieren una meditación mayor y, sobre todo, esperar no sólo los resultados de las Legislativas de noviembre sino también la evolución de las cifras económicas del año. En este tren está el ministro de Economía, Martín Guzmán, que luego del miércoles agitado por la interna política, respiró con el envío al Congreso del Presupuesto más operado de la historia.
En esa ley de leyes, el pupilo de Joseph Stiglitz casi que sostiene su idea sin despeinarse: mantener el orden macro y que eso permita asentar el crecimiento. En el Gabinete aseguran que como el de Alberto Fernández es un gobierno que heredó la crisis de deuda y de actividad más grande los últimos tiempos con Macri, se precisaban políticas de delicado equilibrio. En ese contexto, Guzmán aparece como el heterodoxo fiscalista posible para un peronismo al que no le sobran ni dólares ni crecimiento.
Mientras desde la propia alianza de gobierno se especulaba y operaba que la norma no se presentaría, Guzmán y su equipo afinaban el lápiz de una ley ambiciosa y de riesgo. El ministro recalculó hacia arriba la inflación de este año, que pasa de 29 por ciento al 45 por ciento. Para tales fines, se precisan cuatro meses de contracción. En el ministerio creen que se dará con un solo riesgo: un rebote en los últimos dos meses del año. El resto de las variables son más probables. Incluso el crecimiento es una variable que podría tener una ponderación mayor.
En esa y otras variables del Presupuesto, Guzmán se juega buena parte de su permanencia. No hay en la letra chica pagos al Fondo Monetario (FMI) para el año 2022, lo que descarta que se alcanzará un acuerdo. “No creo que lleguemos antes de las elecciones de noviembre, pero va a ser este año”, aseguraron fuentes oficiales a Página I12. Los vencimientos de este año se pagarán con los DEG del organismo que conduce Kristalina Georgieva. En las últimas horas, hubo contactos de los negociadores de Guzmán con sus pares del organismo. Y hasta hubo una conferencia de prensa de Gerry Rice, vocero del Fondo, en la que aclaró que no intercederán ni opinarán de los problemas políticos en Argentina. Fue visto aquí como una señal positiva.
“Sigo trabajando”, es la frase que Guzmán les dice a todos los que le preguntan por su situación. Sobre todo, después de los intentos de una parte del cristinismo de cuestionarle su posición de sentarse sobre la caja. Esa interna y tensión también creó algunos mitos, que empiezan a verse cuando baja la espuma: los que frecuentan al ministro aseguran que se enteraron por los medios que había trascendido desde el Senado la comunicación que mantuvieron el miércoles con la vicepresidenta Cristina Fernández. Un detalle no menor: CFK no lo llamo, sólo habrían cruzado mensajes de Whatsapp. El contenido del intercambio si es cierto: la mandataria le aclaró que nunca pidió su renuncia. Quedaron en verse para charlar personalmente.
No es la primera tensión que el ministro tiene con el cristinismo. En el retrovisor aparece la controversia por las tarifas eléctricas con el subsecretario del área, Federico Basualdo. Pero en el entorno de Alberto Fernández aseguran que las señales al ministro fueron concretas. Primera fila en el acto de Compre Argentino y expositor central de la Ley de Hidrocarburos. Al momento, la gestualidad dice cosas, a la espera de las definiciones de la política.