Pasaron 45 años de la Noche de los Lápices, pero Pablo Díaz está de nuevo parado parado en el playón del centro clandestino del Pozo de Banfield, donde estuvo secuestrado con sus compañeros de militancia estudiantil secundaria. “En este maldito lugar los asesinaron”, dice mientras levanta la vista hacia el edificio, sacudiéndose los anteojos. “Y en este bendito lugar los traemos con vida”, completa. Lo escuchan, entre otros, los hermanos de Horacio Ungaro y Francisco “Panchito” López Muntaner, dos de los pibes secuestrados el 16 septiembre de 1976 en La Plata. En el acto, los acompañan el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, el subsecretario de Derechos Humanos bonaerense, Matías Moreno, y el ministro de Justicia provincial, Julio Alak. Con ellos, están la Abuela Delia Giovanola y su nieto Diego Martín Ogando, nacido en ese centro clandestino de detención, tortura y exterminio (CCDTyE).
Antes de concentrarse en el playón, Díaz volvió a recorrer la exbrigada de la policía bonaerense ubicada en el partido de Lomas de Zamora que funcionó como campo de concentración desde antes del golpe del 24 de marzo y sirvió como base del Plan Cóndor y maternidad clandestina del llamado Circuito Camps. Subió las escaleras rojas, compartió recuerdos y habló de los nacimientos que allí presenció. Delia fue hasta los calabozos del primer piso. Diego Martín, en cambio, recorrió todo el lugar. Era la primera vez que entraba al sitio donde su mamá, Stella Maris Montesano, había dado a luz, mientras ella y su papá, Jorge Oscar Ogando, estaban secuestrados. Martín nació allí el 5 de diciembre de 1976 y restituyó su identidad en noviembre de 2015. En ese momento, se acercó hasta el Pozo para conocer desde afuera su lugar de nacimiento, pero hasta ahora nunca había recorrido el sitio que tanto horror alberga.
Delia, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, buscó una silla para sentarse después de la recorrida. “Es muy fuerte lo que estoy viviendo como madre, como abuela y como argentina”, comenzó. “De cualquier punto que lo miremos es doloroso. Como madre, aquí perdí a mi único hijo y a mi nuera, que era casi una hija. Siguen siendo desaparecidos”, agregó. Habló de su nieta mayor, Virginia, que falleció, y del encuentro con Diego Martín que “cubre todas las pérdidas”. Desde atrás, Marta Ungaro le apoyaba la mano en la espalda, muy cerquita del nieto de Delia. “Es un lugar muy triste para recorrer, pero han sido tantos los golpes de la vida que esto no es nada con aquello que nos tocó vivir”.
La emoción se fue apoderando de quienes estaban ahí. Pietragalla Corti no fue ajeno. Recordó que había estado en la Casa de las Abuelas cuando Diego Martín recuperó su identidad. “Fui uno de los privilegiados”, dijo. “Gracias a la lucha de nuestras queridas Abuelas muchos estamos donde estamos y sabemos quiénes fueron nuestros viejos”, completó. Durante la recorrida, confesó, sólo pudo pensar en la mamá de Diego Martín.
-- En el horror de estar viviendo acá, la alegría que le trajiste a tu vieja, loco. Y la fuerza que puso tu vieja para hacer el acto de vida y de amor que fue parirte a vos. Fue lo primero que se me vino a la cabeza --dijo Pietragalla Corti mirando al nieto de Delia.
La Policía bonaerense fue desafectada del Pozo de Banfield hace ya quince años, gracias a la movilización de vecinos, organizaciones de derechos humanos y militantes nucleados en Chau Pozo. Por primera vez abrió sus puertas el 16 de septiembre de 2006, al cumplirse los 30 años de la Noche de los Lápices. En ese momento fue Adriana Calvo quien se paró en el playón para contar sus días allí con su beba, Teresa, y la resistencia de sus compañeras cuando los represores quisieron sacarle a su hija. El lugar alberga esas memorias y es prueba en los juicios.
Durante el acto, Moreno anunció que comenzó a funcionar en parte del predio --que no estaba afectada al uso como CCDTyE-- una sede del Plan Fines para terminar la secundaria y que se implementarán talleres del Instituto Provincial de Formación Laboral (IPFL) y Centro de Acceso a la Justicia (CAJ). “Es una forma de llevar esta idea de que los lápices siguen escribiendo a actos concretos”, le explicó el subsecretario de Derechos Humanos de la provincia a este diario.
Antes de emprender la vuelta, Marta Ungaro pidió el micrófono para recordar que se está llevando adelante el juicio por los crímenes en las brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús, donde se analiza lo sucedido con los y las chicas de la Noche de los Lápices, y pidió que el máximo responsable de ese lugar, Juan Miguel Wolk --más conocido como el “Nazi”-- deje la comodidad de su casa marplatense y vaya a cárcel común. Después, junto con Pablo Díaz, siguieron hacia La Plata, pasaron por las dos marchas que estaban convocadas en la ciudad de las diagonales y siguieron hacia Berisso para participar de la inauguración de un mural en una escuela. “Siempre es muy fuerte entrar al Pozo”, reflexionó Ungaro mientras regresaba.