Embriagadora, su versión con sabor y con azúcar de “Los mareados”, de Roberto Goyeneche, posiblemente haya sido uno de los picos creativos más altos de la tercera temporada del reality musical La Voz Argentina. Con esa exuberancia de la que sólo el arte del drag es capaz, Amal San Yar es una puesta en escena en sí misma, una obra de arte ambulante, un composé entre lo que le ha dado su formación clásica con los colores y ritmos latinoamericanos, como la cumbia, el bolero, las canciones de Omara Portuondo, Chavela Vargas, Mercedes Sosa. Se presenta con una voz cascabel, de anfitriona levanta muertos, y vira cada vez que pisa un escenario por los tonos altos de contratenor, con registros considerados femeninos.
Ya de pequeña Amal San Yar “sacaba canciones de oído” en el comedor de su casa, con un teclado que su papá le regaló para un Día del Niñx. Practicaba horas para montar shows para su familia y vecinos del barrio desde la ventana que daba a la calle.
“En la casa de mi infancia armábamos junto con mi hermana y mi prima, coreografías y toda la puesta en escena. Cada personaje que construía tenía una postura corporal, un nombre, una estética puntual, una forma de hablar. Los mil payasos… esos eran ya mis personajes drag”.
En particular Amal San Yar, como creación, tiene una historia de cuento: “Llega por mi necesidad de cantar y hablar de amor. Mi historia cuenta que fui criada por los boleros de Olga Guillot y por muchos fracasos del corazón. Por cada amor, una canción. Amal significa ‘esperanza’, es un nombre árabe que tiene cierta ambigüedad, lo usan tanto hombres como mujeres. Soy una amante de la música latinoamericana, por eso mis outfits. Los diseños son trabajo colectivo: los pensamos junto a Odra Drag y los confecciona ellx. Cada vez que salgo digo que soy una comunión de varios artistas. Mis manos: Belleza Global. Mi make up: Walconda.eli y Micaela Pimentel. Cada vez que estoy sobre las tablas, subida a mis tamangos, maquillada, vestida con mis prendas, cantando, soy Amal, siento como Amal y canto como Amal… Cuando bajo de mis tamangos, me desmaquillo, vivo mi vida como Horacio. Pero me siento siempre parte de la comunidad LGTBIQ+”.
Amal San Yar ha ensañado música en escuelas, ha pasado por los escenarios del Teatro Nacional Cervantes, el Teatro Colón y ha sido el broche de oro en el Festival del Orgullo LGBT+ de la Ciudad de Buenos Aires. Tanto trayecto a cuestas le permite derribar lugares del sentido común con los mejores modales, sobre todo ese un poco vidalezco que asegura que “es más difícil ser una persona lgbti en el Conurbano que en Palermo”. Cuenta que cuando sale dragueada por las calles de Villa Celina, en La Matanza, donde nació y vive, no recibe más que halagos y pedidos de selfies: “Las personas me saludan y me paran para sacarse fotos, y me agradecen por representar en la televisión mi lugar y mi localidad. El otro día esperaba en la puerta de mi casa, una camioneta frenó y bajó toda la familia para sacarse una foto. Al revés de lo que mucha gente cree, quizás la particularidad de La Matanza sea que la gente se atreve mucho más que en otros lugares a gritarme desde sus autos saludándome y enviándome amor”.