“Tiene un razonamiento que es perfecto, sobre cómo se cosifica lo humano para que todo sea un elemento de intercambio. Es tremendo”. La síntesis que el actor Rodolfo Pacheco hace a Rosario/12 refiere a “Una modesta proposición”, el discurso negrísimo que Jonathan Swift redactara en 1729, con el cual ofrecía una solución brutal (y sarcástica) a la miseria en la que vivía la población infantil: criarlos, hacinarlos, comerlos. Según versión de Elena Bossi y dirección de Cecilia Hopkins, Swift es la propuesta que tiene por único intérprete al actor y se presenta hoy y mañana a las 20 en Teatro de La Manzana (San Juan 1950).
“A este texto ya lo abordé en Rosario, en una puesta anterior, cuando vivía allí. Fue en el ’99 en el Museo Estévez. Pero cambiamos algunas cosas. En aquella oportunidad, la realicé con Vilma Echeverría y Sebastián Ríos. Ella era una señora burguesa muy sensible con el arte, se emocionaba ante la música mientras decía todas estas barbaridades. Sebastián era su asistente y tocaba a Chopin en el piano, que era lo que a ella la desbordaba. Esa puesta se dio en varios lugares de la ciudad, pero sobre todo en el Estévez, con la reproducción de una de las obras de allí: era un plato que ella terminaba tirando al piso. Fue en la época de Menem, cuyo final de gobierno era bravo y los artistas estábamos también complicados, con una Municipalidad que no se hacía cargo de algunas cosas. Luego me vine a vivir a Jujuy. Y cuando llegó el momento de los cuatro años fatales que tuvimos, decidí hacerlo otra vez, pero cambié un poco el destinatario”, explica el actor.
En esta nueva puesta, Pacheco señala que el personaje de la burguesa indignada pero sensible mutó al de “alguien que quería pasarlo mejor, que pensaba como la burguesía. Por eso, el emisor de este texto es ahora un sastre, alguien con un empleo común, que piensa en cómo solucionarle el tema a los grandes, a los gigantes. Me dejé influenciar por Los viajes de Gulliver, con sus textos sobre los pequeños, los grandes y los caballos, que ponen en crisis la cordura del sistema. Me pareció que era interesante ver si resistía. Ése fue el trabajo que hicimos con la directora Cecilia Hopkins. Y la versión la hizo Elena Bossi, quien también se ocupó de Bailemos sobre las cenizas, Hamlet, con dirección de Ricardo Arias. Con ella hemos trabajado mucho, porque el texto es un discurso y lo que agrega Elena es esa especie de lírica, que hace a la sensibilidad del actor, al mundo de quien la dice, junto a dos o tres cositas que son de su apreciación y sensibilidad. Se lo pedí para poder agarrarme de algo, porque de lo contrario sería tan impersonal y objetivo que no tendría un mundo propio”.
Pacheco explica que las denominadas “proposiciones” las realizaban “personas que no eran especialistas en el tema, así como cuando se dice que el gobierno tendría que hacer esto o aquello, desde una lógica cercana a la práctica y lo personal. Y ésta me pareció una de las más interesantes. También porque busqué algo que me gustara, así que decidí abordarlo nuevamente. Se iba a estrenar en abril de 2020, lo seguimos ensayando por Zoom y lo sostuvimos hasta su estreno en diciembre, con muchas presentaciones en Jujuy y otras en Salta. Íbamos a venir antes, pero coincidió con el cierre de los teatros. Por suerte ahora podemos hacerla y eso nos permite el encuentro con un montón de amigos”.
El encuentro con el público y las amistades se da a partir de una obra de sonrisa torcida, de espanto meditado, donde “lo que se dice es contundente. Desde la escenografía y el vestuario quisimos por lo menos despegarlo y relacionarlo con el mundo de los cuentos, para que alivie un poco. La música de Carmen Baliero es inquietante y ofrece también un efecto de alivio. Pero el trabajo es como una piña fuerte. También, cuando la cosa es tan horrorosa, no queda otra que la risa, porque ya no hay más. ¿Quién puede pensar una solución así? De todos modos, me parece que Swift genera una ironía, que no sé si lo habrá sido para la época, que era bastante complicada, en donde Londres era la capital de la industria, y se había decidido sacar los cultivos para criar ovejas en Irlanda. Los agricultores estaban al borde de la ciudad, como mendigos, y la lana la llevaban a Londres, donde se hacían los grandes tejidos que se vendían a fortunas. Así se fue armando el mundo, entre los que proveían materia primera y los que tenían industria. Ese es uno de los temas. Por otro lado, Swift lo escribe cuando se vuelve a Irlanda, después de la muerte de su mujer, y estaba en un pozo depresivo. Decía que se sentía como una rata que esperaba a que la acuchillen. A estos textos uno los elige para decir algo, por supuesto, porque hay una correspondencia con la situación actual, donde hay mucho discurso que tiene que ver con esto. Discursos similares, de cosas terribles, que la gente aplaude porque se dicen con tal certeza que convence a muchos. Habría que pensar un poco más”.