Nuestra Argentina no ha reivindicado en la medida justa a uno de sus hijos más célebres planetariamente, Ernesto Che Guevara. Eso es porque la derecha teme a su ejemplo y compromiso y sigue imponiendo censura y desprestigio a su memoria, y la izquierda es estratégicamente perezosa en reclamarle a Cuba el uso de su imagen. Tampoco el peronismo lo hace a pesar de la conversión del Che, que pasó del antiperonismo de su adolescencia influenciado por su familia al respeto por Perón y su movimiento que años después expresó de muchas maneras, también ayudando a financiar el primer intento de regreso de Perón a la Argentina cuando era funcionario del gobierno cubano.

Ernesto Guevara de la Serna nació en la ciudad de Rosario, por lo que es argentino de nacimiento. Y si bien durante algunos años compartió dicha nacionalidad con la cubana, cuando abandona la isla camino a su experiencia africana deja una carta para Fidel en la que renunciaba a dicha nacionalidad. Es decir que murió exclusivamente argentino.

Por otra parte, su apodo, “Che”, no dejaba dudas de la argentinidad de quien además era un obsesivo bebedor de mate. Quienes lo visitaban sabían que no había regalo más agradecido que un paquete de la yerba misionera. Además, Guevara, cuando leía o escribía, distraído, entonaba tangos, desafinadamente porque la música nunca estuvo entre sus dones. En privado nunca abandonó su entonación argentina, porteña, sólo cubanizaba su habla en los actos públicos.

El indesmayable interés del Che por los asuntos de Argentina pudo ser atestiguado por quienes, como Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh o Rogelio García Lupo, trabajaron en la agencia Prensa Latina por él fundada con la anuencia de Fidel en La Habana, para contrarrestar la tendenciosidad de las agencias internacionales que difamaban a la revolución cubana y a los movimientos progresistas de Latinoamérica. Llamaba casi todas las noches a la redacción para interiorizarse de las noticias de su patria. Ese mismo interés estaba presente en las cartas que enviaba a su familia.

En su condición de revolucionario, la Argentina nunca estuvo fuera de sus proyectos. El intento más vigoroso fue la columna comandada por su amigo Jorge Ricardo Masetti, primer director de Prensa Latina, quien intentó hacer pie en la selva salteña que Guevara había diagnosticado como de condiciones similares a Sierra Maestra. Para dar una idea de la importancia que el Che y el gobierno cubano le dieron a la intentona digamos que Masetti era uno de sus amigos y colaboradores más próximos y que con él ingresaron hombres de su mayor proximidad y confianza en Cuba como fue el caso de Alberto Castellanos, en cuya casa se celebró el casamiento del Che con Aleida March. También el jefe de la custodia de Guevara en La Habana, Hermes Peña, y el comandante Ulises Rosales, años después jefe del Estado Mayor de la Fuerzas Armadas Revolucionarias. Asimismo participó el comandante Abelardo Colomé Ibarra, entonces jefe de la Policía de La Habana, luego ministro del Interior.

Masetti tomó el nombre “Comandante Segundo”, según algunos porque el “Comandante Primero” iba a ser el Che cuando pudiese incorporarse al intento una vez consolidado. Según otros, el revolucionario argentino había adoptado como alias el de “Martín Fierro”, por lo que Masetti, siguiendo la onda gauchesca, adoptó el de “Segundo Sombra”.

Los conjurados del EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo) llegaron a Orán a mediados de 1963 luego de un primer intento abortado. Pero la experiencia fracasa, rápidamente conjurada por la gendarmería argentina, a favor de un defectuoso funcionamiento de la estrategia guerrillera y de una conducción autoritaria de Masetti que incluyó el ajusticiamiento de dos integrantes a manos de sus compañeros. De los demás,  Peña perdió la vida, Castellanos pasó muchos años preso sin que las autoridades argentinas detectaran su proximidad con el Che y otros salvaron el pellejo milagrosamente. Masetti, por su parte, se internó en la selva con otros guerrilleros y nunca fue hallado, suponiéndose que murió de inanición y devorado por fieras e insectos. Así concluyó un intento del Che de exportar la revolución a su patria, siendo una de las primeras experiencias de sublevación guerrillera en nuestro territorio.

Años después, la por muchos motivos equivocada elección de la zona para la guerrilla en Bolivia, lo que fue decisivo para su fracaso, se vio influenciada porque Ñancahuazu estaba a pocos cientos de kilómetros de la frontera con Argentina, aunque no se tuvo en consideración que se interponía la impenetrable selva chaqueña. Todo indica que allí el Che pensaba fundar un campamento de entrenamiento para nutrir columnas que ingresarían en la Argentina, también en Perú.

Quien fuera, en la era pre López Rega, secretario y biógrafo de Perón, Enrique Pavón Pereyra, entrevistado para mi biografía del Che, me reveló detalles de una secreta visita del Che a Puerta de Hierro.

--Viene un sacerdote.

--Es el Che Guevara --respondió Perón.

El disfraz era obligado porque Franco amenazaba al líder peronista con expulsarlo de España si recibía visitas comprometedoras, había estado a punto de hacerlo cuando lo visitó Salvador Allende, entonces senador chileno. El objetivo fue recabar del líder peronista colaboración para su proyecto boliviano, sabedor ya de la defección del partido Comunista Boliviano. Perón, con lucidez anticipatoria, desvió el tema y le recomendó, con el pretexto de su asma, abortar el proyecto para no suicidarse. También le aclaró que estando su partido proscripto y él en el exilio, poca ayuda podía darle, aunque no se opondría si algún peronista quería incorporarse a su columna.

La búsqueda de apoyo argentino se renovará meses después cuando el Che manda llamar a Ciro Bustos y a Eduardo Jozami para encargarles el reclutamiento de voluntarios.

Los expuestos son solo algunos datos que apuntan a la argentinidad del Che Guevara. Sin embargo, pocos y nulos han sido los intentos de su patria para reivindicarlo. Las calles y escuelas que llevan su nombre se cuentan con los dedos de una mano. El único monumento de cuerpo entero, elevado por suscripción popular, está en Rosario y es acosado por insistentes pedidos e intentos de derribo. Ni siquiera se reclamaron sus restos cuando se los halló ocultos debajo de la carpeta del aeródromo de Vallegrande, rápidamente transportados a Cuba.

Ernesto Guevara es, sin duda, a nivel mundial, una de las grandes figuras del siglo XX y su influencia se extiende hasta nuestros días sobrevolando, en pancartas y cartelones, las protestas sociales en nuestra Argentina pero también en Perú, Polonia o Corea, en todos los países del mundo. En un mundo materialista, hipócrita, relativista, representa la ética solidaria, el ejemplo de que se puede dar la vida por el compromiso con los más humildes.

 

Ojalá las condiciones internacionales permitan que, así como los restos viajeros de San Martín, de Rosas o de Evita encontraron reposo en su patria luego de largos periplos, también lo hagan los de Ernesto Che Guevara para rendirle el homenaje que sus compatriotas aún le deben.