El desenlace de lo que se imagina no siempre es el ideal, y en algunas ocasiones se termina transformando en un calvario. Lo que tuvo que transitar Germán Chiaraviglio en los Juegos Olímpicos de Tokio no figuraba en ningún sueño, y la euforia con la que arribó desembocó en ganas de salir rápido de Japón.
El garrochista santafesino, de 34 años, dio positivo de covid en los días previos a su competencia, y a partir de ahí su permanencia fue un padecimiento en la isla. El desahogo llegó recién cuando se marchó a reencontrarse con su familia. El atleta, en un evento organizado por GP Sports, dialogó con Página/12 y exteriorizó sus sentimientos.
–¿Te dura todavía la frustración de lo que te tocó vivir en Tokio?
–Estoy procesando la experiencia muy dura que me tocó, porque fue muy difícil. Hay algo que era esperado, que era quedar afuera de la competencia por dar positivo de covid, ya que eso era algo que le podía pasar a cualquiera. Lo inesperado fue el encierro y el aislamiento al que fui sometido, durante diez días. Ahora que pasó más de un mes lo puedo contar con otra tranquilidad, pero fue muy feo.
–¿Te sentiste maltratado?
–La verdad, no me trataron. No teníamos relación ni malla de contención para transitar desde lo emocional esos días de aislamiento.
–¿Cómo era ese día a día?
–Uno estaba todo el día dentro de una habitación de hotel, muy chica, de tres por tres, donde nos daban la posibilidad de salir de la habitación en ventanas de una hora, tres veces por día, sólo para bajar al lobby a recoger la comida y regresar a la habitación. Esa era la única salida que teníamos, y no podíamos salir al exterior del hotel, por eso no vi el sol durante diez días. Las ventanas las teníamos selladas, no las podíamos abrir, y no podíamos respirar aire fresco. En el techo había un parlante que nos hablaba en horarios puntuales, para pedirnos que nos tomáramos la temperatura y la saturación de oxígeno. Algo muy carcelario. Lo único que teníamos era internet, que era lo que me entretenía.
–¿Se te cruzó por la cabeza iniciar acciones legales por algo que tenía que ver con lo humano y no con lo deportivo?
–Puntualmente no, pero sí poder hablarlo y visibilizarlo para que no le pase a otros. No sé si le llegará a alguna autoridad del Comité Olímpico Internacional (COI), pero me enteré que hubo quejas de otras personas que tuvieron que vivir lo mismo que yo. Y tiene que ver con justamente la parte humana, porque cuando era atleta olímpico estaba todo perfecto, en la contención y en la atención. Pero cuando pasamos a ser no sé qué, como ex atletas, o personas contagiadas, el trato desde lo humano fue distinto. Lo único que había era el control físico para los síntomas del covid, pero el trato fue frío. En ese punto la organización falló, porque no se sabía cómo iba a transitar la estadía una persona contagiada.
–¿Le pudiste rescatar algo positivo a esta experiencia?
–Sí, de disfrutar de ser libre. Cuando uno es libre no se da cuenta ni lo valora tanto, con esto que me pasó lo pude comprender mejor. Como estuve literalmente encerrado, cuando pude salir al exterior sentí una sensación de alivio muy grande. Y también estar en contacto con otras personas es súper importante, por eso lo asocio al tema de la pandemia, porque todos tuvimos que estar recluidos, y a muchos le costó desde lo emocional. Me parece que a eso se lo subestimó, y no se le dio la importancia que se merecía.
–Cuando pasabas esos días aislado, ¿se te vino a la cabeza los cinco años de preparación que tuviste para llegar ahí?
–Soy una persona positiva. Por supuesto que me dolió mucho no haber competido en el torneo más importante, donde hice muchos esfuerzos para estar, entre otros no ver a mi bebé de seis meses durante un mes y medio. A pesar de todo, el año fue bueno porque fui campeón sudamericano, fui muy regular, y tuve buenos niveles de competencia. Quiero pararme desde ese lugar y rescatarlo, y no ocultar la experiencia malísima que me tocó pasar en Tokio. Me quedo con la satisfacción de saber que clasifiqué, y el orgullo de estar en una ceremonia de apertura con mis compañeros.
–¿Pudiste tener el apoyo dirigencial en todo ese proceso?
–La gente del Comité Olímpico Argentino (COA) estuvo muy cerca mío en Japón, en la asistencia, inclusive me mandaban algunas viandas para comer un poco mejor, porque la comida era mala. Y hasta el presidente (Gerardo) Werthein me llamaba por la mañana todos los días para saber cómo estaba. Me sentí acompañado hasta que dejé Japón, donde fue el momento más grave de lo que me había pasado.
–¿Los planes para el futuro pasan más por lo personal o por lo deportivo?
–Me voy a tomar un tiempo de vacaciones para poder relajarme, para poder estar más cerca de mis seres queridos. Al mismo tiempo apliqué para una beca para estudiar Marketing Deportivo en una Universidad de Barcelona, de manera on line, y eso me gusta porque siempre me interesó la gestión deportiva.
–¿Te ves ocupando un lugar en esa rama?
–Me gusta, y ya estoy un poco activo porque soy integrante de la Comisión de Atletas del COI, y hace varios años que estamos colaborando en solucionar problemas, ayudar y estar cerca de los deportistas. Eso puede ser una transición para el día de mañana.
–¿Cuánto tiempo más te proyectás seguir compitiendo?
–Voy año a año. Mientras tenga la pasión y el deseo de seguir saltando lo haré, pero entiendo que no tengo diez años más para competir.