La cabeza de Goliat. Ésa es la metáfora a la que el ensayista Ezequiel Martínez Estrada acudió a fines de los años 50 para definir la hipertrofia política, económica, social, cultural y administrativa que la ciudad de Buenos Aires tuvo históricamente en relación con el llamado “interior”. No tuvo: tiene. Obviamente que esa desproporción se manifiesta también en el campo del cine. Y se manifiesta exactamente en las mismas esferas en que lo hace a nivel global. Producir cine en la Capital Federal o sus inmediaciones resulta mucho más fácil, más accesible, más rápido que hacerlo desde una capital provincial. Ni qué hablar de lo que cuesta acceder a concursos, a fondos de fomento, a créditos, a inversores, desde cualquier localidad ubicada a algunos cientos de kilómetros de cualquiera de esas capitales.
El programa de reactivación Renacer Audiovisual, lanzado semanas atrás por el Ministerio de Cultura de la Nación, destina un fondo extra de $ 2.400 millones de pesos para producciones televisivas, con el objetivo específico de generar nuevos puestos de trabajo en todas las regiones del país. El programa dará respiro a quienes hacen cine más allá de la General Paz, pero que para que pueda representar algo más que una ayuda puntual requeriría de sucesivas actualizaciones anuales. ¿Se produce cine en las provincias? Obviamente que sí. Para certificarlo basta pensar en las salteñas La ciénaga y Modelo 73, la tucumana Los dueños, la correntina Las mil y una, las entrerrianas Los labios y Nosotros nunca moriremos, las mendocinas Los salvajes y Muere, monstruo, muere, las cordobesas De caravana, Salsipuedes y la mismísima Esquirlas, actualmente en cartel en Buenos Aires. No sólo ésas y otras ya estrenadas: una buena cantidad de producciones, provenientes de distintas regiones, se halla en producción o lista para su estreno. Todas ellas contaron y cuentan con apoyo del Incaa.
¿Se puede hablar de industria cinematográfica, de polos de producción, o se trata de esfuerzos individuales, eventualmente grupales? Sobre todo esto último, algo de lo segundo, nada de lo primero. ¿La realidad actual es mejor que la de hace unos años? Ligeramente mejor, menos de lo deseable y por supuesto pandemia de por medio. ¿Cómo pinta el futuro? Necesitado de cambios, de mayores incentivos, de partidas más generosas, de políticas que tengan más en cuenta a las provincias. ¿Representa un avance el proyecto de nueva ley de cine, que se halla en plena construcción? En muchos aspectos sí. Pero muchos implicados, representantes de regiones diversas, señalan que ese proyecto también peca de centralismo.
Lejos de Buenos Aires
El cordobés Mario Bomheker, documentalista y docente, es una de las voces más críticas y articuladas en relación con el centralismo porteño. “La única sede del Incaa está en CABA, las solicitudes de créditos y subsidios hay que presentarlas en esa única sede, no tiene delegaciones oficiales en ninguna provincia. Hasta actividades de carácter nacional, como es la programación de las salas Incaa que están distribuidas por todo el país, dependen de la decisión de funcionarios de la sede central.” Nicolás Capola, Presidente de la Cámara de la Industria Audiovisual de Tucumán, opina parecido. “Es casi imposible pensar que desde una oficina en un Ministerio en CABA pueden entender que necesita un realizador en La Cocha en Tucumán. Por lo que creo que si realmente se quisiera ser federal tendría que haber una partida de fondos para las provincias”.
“Genera alarma estar aún regidos por un plan de fomento creado por la gestión anterior del Incaa, que resulta muy restrictivo por su sistema de puntajes y requisitos”, señala a su turno el Colectivo de Cineastas de Córdoba, que agrupa a realizadores y productores independientes de esa provincia. “Durante 2019, 2020 y lo que va del 2021 no se han realizado llamados de los concursos de largometrajes por convocatoria, que eran las vías pensadas para las producciones que tenían menos estructura y necesitaban mayor apoyo financiero”, detallan los representantes de esa agrupación. El entrerriano Maximiliano Schonfeld, cuya película más reciente, Jesús López, es una de las cuatro argentinas que participan por estos días de la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián -Piedra Noche, de su comprovinciano Iván Fund, es otra-, aporta un dato que considera imitable. “En la mayoría de los países desarrollados las películas se fomentan por regiones”, dice.
Capola abunda en detalles. “Cada región de Italia tiene su Film Commission que gestiona recursos propios, y en Francia y España sucede algo semejante. Sin ir tan lejos, nuestros hermanos uruguayos están aplicando una fuerte serie de beneficios, que los posicionó en la región. Chile tiene una red de salas que, si bien es privada, se organiza con una partida anual de fondos de Cultura. Con eso afrontan los gastos y pueden llevar adelante una política de exhibición del cine chileno, que viene creciendo tanto interna como externamente.”
¿Nueva ley, o cumplir con ésta?
A comienzos de julio el EAN, organismo constituido por varias de las asociaciones más representativas del medio, presentó un anteproyecto de ley para remplazar a la anterior, que permitió relanzar el cine argentino a mediados de los 90, pero en más de un aspecto “quedó vieja”. “La iniciativa de la EAN no puede menos que celebrarse”, opina Bomheker. Pero matiza: “Es necesario señalar que en esta instancia de debate, en la EAN no hay ninguna representación de las asociaciones provinciales, que puedan plantear las particularidades y problemas específicos de la actividad en las provincias. Las sedes de las asociaciones que participan de la EAN, la mayoría de las actividades que despliegan, las cuestiones a las que se abocan, atienden principalmente a lo que ocurre en la Capital.”
La guionista y realizadora mendocina Cristina Raschia, que acaba de ser confirmada en su carácter de miembro del Consejo Asesor del Incaa (esperó un año para entrar en funciones), coincide en un todo con Bomheker. “Soy de las que creen que no hace falta una nueva ley, bastaría con aplicar la que está vigente. Con eso ya avanzaríamos bastante. Hace más de dos años que estamos redactando múltiples versiones de un nuevo Plan de Fomento, más inclusivo y federal. El Consejo Asesor ha tomado activa participación en eso. La Asamblea Federal también. Se formaron grupos de trabajo. Se ha conversado hasta el cansancio. Y nada...”
La realizadora jujeña Hebe Estrabou, cuyo nombramiento también acaba de confirmarse con un año de atraso, también considera que bastaría con aplicar la ley sancionada en 1994. Con ajustes imprescindibles, como el de gravar a las plataformas internacionales de contenidos online, que hasta el momento no pagan impuestos por exhibir cine argentino. “Hemos participado junto a algunos compañeros del NOA y otras regiones para conocer en profundidad el borrador del proyecto de nueva ley de cine. Encontramos aciertos en algunas propuestas y otras nos llamaron la atención. Como por ejemplo pensar el apoyo solo a la producción y no al fomento en su conjunto.”
El ejemplo misionero
Pero no todas son pálidas. La provincia de Misiones fue una de las primeras en tener una ley propia y su cinematografía es, en este momento, una de las de crecimiento más notorio. La realizadora Ana Zanotti, una de las redactoras de esa ley, repasa lo que suena a pequeña épica. “Empezamos a escribirla en 2006, 2007, por ahí. Éramos tres personas. La ingresamos a la Legislatura provincial tres veces. Las dos primeras no prosperó. El tercer ingreso a la Cámara fue el que llevó a la sanción, en mayo de 2014, porque ya el contexto que instalado por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual le dio viabilidad. Se reglamentó el año siguiente, y comenzó a funcionar de inmediato”. No se trató, por cierto, de un mero papel que se firma y se guarda en el cajón. “Como consecuencia de la ley, a principios del 2016 se creó el Instituto de Artes Audiovisuales de Misiones (IAAviM)”, detalla Zanotti. “El IAAVIM apoya desde ese momento actividades de fomento, circulación, formación y preservación audiovisual”.
Una nota reciente publicada en la página Latamcinema asegura que el cine misionero es ya un nuevo polo cinematográfico. Y da cifras. En cuatro años el IAAviM aportó fondos para la producción o el rodaje de veintitrés largos, y la posproducción de otros cinco. Uno de ellos, Matar a la bestia, realizado por Agustina San Martín, se estrenó en el Festival de Toronto, uno de los más importantes del mundo. Ese fin de semana, de Marta Pescio y con Miss Bolivia en el elenco, lo hizo en San Sebastián, junto con los films de Schonfeld y Fund. Además de los largos Selva y Fantasma vuelve al pueblo -esta última recién desembarcada en el canal Construir TV- en lo que va del año se filmaron en Misiones tres films, todos de próximo estreno. Uno de ellos, Las fronteras del tiempo, es enteramente de producción local, mientras que Coto de caza y Una sola noche aprovechan las locaciones y servicios que brinda la provincia. Para lo que resta del año se prevé el rodaje de otros siete proyectos, entre cortos y largos, de producción provincial o en coproducción con capitales provenientes de otras geografías.
“La generación de inversiones, la creación de puestos de trabajo y el crecimiento de la producción han provocado el regreso a la provincia de creadores y técnicos, que habían emigrado en busca de trabajo”, remata Zanotti. Y apunta que el ejemplo misionero se irradió. “A partir de nuestra experiencia, varias provincias sancionaron sus leyes o están en proceso de hacerlo”.
¿Polos o sucursales?
Los casos de Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Río Negro corroboran lo que señala Zanotti. Las cuatro provincias cuentan con leyes propias, mientras que San Juan trabaja en la redacción de la suya. En Tucumán la legislatura aprobó una ley en 2018, pero el Ejecutivo de esa provincia parece no haberse enterado. De todos modos, el hecho de “tener una ley” tampoco es garantía de nada. La productora rionegrina Lorena Galán, miembro del Cluster Audiovisual Patagonia Norte, señala que “al día de la fecha, el sector no sabe cuál será el monto para desarrollar el plan de fomento ni en qué formatos o líneas se aplicará. Solo conocemos un borrador donde mencionaban videojuegos, televisión y plataformas.” Desde Mendoza, Cristina Raschia apunta que “tenemos una ley, pero no es mucho lo que ayuda por ahora. Sólo los concursos que se lanzaron hace un mes para desarrollo de proyectos, cortometrajes, postproducción y videojuegos. Son 200 mil pesos por proyecto premiado solamente, cuando el costo medio de una película se estima en 20 millones. O sea, el 1 %.”
Sin embargo, y tal vez por aquello de la fuerza que los ponchazos siempre tuvieron en Argentina, en la región cuyana se ruedan en este momento dos documentales y dos series de televisión. Hay cinco que empiezan pronto. Una de ellas, Empieza el baile, cuenta en el elenco con Mercedes Morán, Darío Grandinetti, Jorge Marrale. Cuatro están en fase avanzada de posproducción. Entre ellas, Iosi, el espía arrepentido (serie dirigida por Daniel Burman para la plataforma Amazon), 1 %, protagonizada por Gustavo Garzón, e Historias invisibles, con Eleonora Wexler. Además, el cine cuyano cuenta con un estreno reciente, Todos tenemos un monstruo en el placard o un hijo en el closet) y un pequeño “tanque” en espera de estreno. Coproducción con Uruguay de la que participa la poderosa Patagonik, se llama Las rojas y es una suerte de western femenino-ecológico-cordillerano, con Natalia Oreiro y Mercedes Morán en los protagónicos y Matías Lucchessi a cargo de la realización, sobre guion de Mariano Llinás.
En Córdoba, dos realizadores con antecedentes tienen películas listas para estrenar. Rodrigo Guerrero (El invierno de los raros) aguarda con Siete Perros, y Nadir Medina (Instrucciones para flotar un muerto) se anota con Lxs desobedientes. Otras dos se hallan en posproducción: Paula, de Florencia Wehbe (Mañana tal vez) y El siervo inútil, de Fernando Lacolla. Tres provincias del NOA tienen cerca de una veintena de proyectos en distintas etapas de desarrollo, incluyendo un par de series. Por el lado de Entre Ríos están los casos mencionados. Pero casi todas estas producciones suelen requerír, para concretarse, de aportes de productoras pequeñas, medianas o grandes, con algo en común: todas están instaladas en Capital Federal.
“Para que haya verdadero federalismo es necesario que en este país se saquen las instituciones centrales de la ‘Cabeza de Goliat’”, vuelve a levantar la bandera federal Bomheker. “Suena a utopía, es algo a construir a largo plazo, pero hay cosas que se pueden ir haciendo mientras tanto, como ir creando delegaciones del INCAA en distintas ciudades. Pero no para que sean ventanillas del ente central a las que hay que enviar y responder, sino con verdadera autonomía.”