La Hermandad estuvo a cargo del último tramo, del que participaron Sol Pereyra (“El leñador”) e Ignacia y Juani Rodíguez (“Morel”). El final, como no podía ser de otra manera, fue con “Estaré” y una breve coda con “Pi Pa Pu” a capella y público de pie. Hubo algunas desprolijidades. La velocidad de los cambios, los protocolos, la fugacidad de cada número y, principalmente, la emoción jugaron fuerte sobre el escenario. Pero quién le puede exigir precisión al duelo. Porque en definitiva lo que ocurrió el sábado fue eso: un duelo colectivo por la partida de un ser querido, de un personaje extraordinario, de un artista irrepetible. Y la oportunidad, para todos los que participaron, de llorar tanta pérdida en esas músicas infalibles, capaces de subvertir el tiempo cada vez que suenan.
En el Centro Cultural Kirchner
Emotivo homenaje a Palo Pandolfo
Fernando Ruiz Díaz, Santiago Motorizado, Juan Pablo Fernández, Mariano Fernández, Flopa, Lito y Liliana Vitale, entre otros, participaron de "Estaré", un viaje en zig zag a través de más de tres décadas de canciones, un retrato fragmentado de ese músico que encarnó y reencarnó el sonido de Buenos Aires.
Alguien nos vendió que el tiempo es lineal. Pero no. ¿La prueba? La música y su infinita capacidad de hacer con el tiempo lo que quiere. Estirarlo, aplastarlo, doblarlo, enredarlo. Es lo que ocurrió el sábado a la noche en el Centro Cultural Kirchner: casi 35 años de historia de un músico -y de muchos otros músicos y del público- perdieron su pretendida linealidad. Estaré, el concierto homenaje a Palo Pandolfo, fue más que nada eso: una flagrante manipulación del tiempo y de las emociones, un viaje en zig zag a través de más de tres décadas de canciones, un retrato fragmentado de ese hombre que encarnó y reencarnó el sonido de Buenos Aires, materializado en sus sucesivas bandas y en la voz y los instrumentos de artistas invitados de todos los géneros y las generaciones.
Lucio Mantel y Sol Bassa fueron los encargados de abrir la celebración con “Virgen”, junto a La Fuerza Suave. Los siguió Micaela Chauque con su personal versión de “Todos somos el enviado”, en la que participó también Tito Losavio. El primer gran trompazo que pegó el tiempo fue la irrupción de Los Visitantes en escena, con Juan Pablo y Mariano Fernández (¡Acorazado Potemkin y Me Darás Mil Hijos: herederos oficiales del legado visitante!), para tocar “Playas Oscuras”. Pasado y presente se fundieron en un vórtice temporal y la emoción confusa de cada una de las personas que poblaban la Ballena Azul volvió el aire un poquito más espeso, enrarecido, vibrante de recuerdos de tugurios más sombríos, calurosos y sudados que la estupenda sala con butacas, distancia y barbijos del CCK.
“Ay! oficio del cantor/Que sabe abrazar/Placer también dolor/Pues cantar/Es un gesto de valor/Para comunicar/Locura y esplendor/Siempre la pasión/Y el amor/Que viene y va”, escribió Palo. El arte como oficio, nada de artificio: comunicar, de eso se trata. Acompañados por El Ritual, Pablo Dacal y Lucía Riet le pusieron voz a esta bellísima canción que dio inicio al bloque más rioplatense del recital.
Y entonces llegó Don Cornelio y La Zona y “Tazas de té chino” más de tres décadas después, con el Cardenal Domínguez en la difícil tarea de plantarse frente al mic, y el tiempo que otra vez se volvió plano, borroso, esmerilado. Pero sin dudas el momento más alto del show fue la suite Patria o Muerte con Flopa Lestani (“Espirales”) y Paula Maffía (“Patearte hasta la muerte”). El disco maldito vuelto sobre sí mismo en la interpretación de estas mujeres que desangraron, desgarraron, iluminaron y actualizaron esas canciones. Fernando Ruiz Díaz recibió un escenario en llamas para dar su versión de “Ella Vendrá”.
El futuro llegó de la mano de Liliana y Lito Vitale (“El alma partida”) y Santiago Motorizado y Mora Navarro (“Tu amor”), canciones de Siervo, el disco que Palo tenía listo para lanzar y que finalmente estará en la calle el 22 de octubre.