La Justicia de Brasil desestimó una denuncia penal de Caetano Veloso contra el diputado y pastor Marcos Feliciano, quien había afirmado a través de sus redes sociales que el músico violó a Paula Lavigne cuando tenía 13 años. En 1998, la mujer --que luego se convirtió en esposa del cantante-- reveló a la revista Playboy que había tenido su primera relación sexual con él a los 13 años, cuando él tenía 40. Por esa época no se consideraban delito en el país las relaciones sexuales entre mayores de 18 años y menores. Las psicólogas Irene Fridman e Irene Meler aportan a Página/12 coordenadas para reflexionar sobre el polémico --y, seguramente, decepcionante para muches-- hecho.
"Los personajes admirados gozan de una valoración narcisista por el orden social y se les permiten ciertas transgresiones, más o menos graves, que no se permiten ni disculpan a los colectivos subalternizados", plantea Fridman, especialista en psicoanálisis y teorías de género. Por su parte, Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, sentencia: "Me parece importante evitar perseguir a la gente por haber tenido actitudes que fueron consensuadas en su momento y estaban naturalizadas. El escarnio público y el escrache son herramientas que hay que administrar con prudencia, porque corremos el riesgo de caer en nuevas formas de autoritarismo, tanto o más siniestras que las que se están combatiendo".
El caso
El juez Nelson Ferreira Júnior consideró que las declaraciones de Feliciano (Republicanos-SP) estaban dentro de los límites del "derecho a la crítica", según lo que publica el sitio ConJur. Por su parte, los abogados del músico, quien apelará el fallo, argumentaron que "los delitos cometidos por el diputado nunca tuvieron la intención de criticar o proponer debate alguno".
Antes de lo sucedido esta semana, Caetano había ganado por lo menos tres acciones por este mismo discurso: al activista político Alexandre Frota, exactor porno y empresario que lo había acusado de pedófilo, a Olavo de Carvalho, exponente teórico de la ultraderecha, y al escritor Flavio Morgenstern, militante del Movimiento Brasil Libre. Lavigne, quien lamentó haber contado sus "intimidades" y confirmó que todo es verdad, acompañó en esas acciones a Caetano. Actualmente están divorciados pero ella es su agente.
Todo esto ocurrió luego de que, en 2017, Veloso se posicionara a favor de la exhibición Queermuseu en el Museo de Arte Moderno, que contenía la performance de un hombre desnudo que podía ser tocado por los visitantes. Un niño lo tocó y se armó revuelo. Fue entonces que Feliciano escribió: "¿Por qué el Ministerio Público Fiscal no pide la detención de Caetano Veloso? La violación es un delito que no puede prescribir". Tras una campaña de grupos conservadores aquella muestra fue censurada.
En Brasil, la reciente noticia impactó ante todo por su efecto político, en las redes afines a la ideología del presidente, y acrecentó el poder de Feliciano, figura fuerte del activismo evangélico y uno de los puntales de Bolsonaro en San Pablo.
Régimen erótico desigual
¿El contexto y el consentimiento pueden verse como atenuantes? ¿O, sin vueltas, Caetano es un pedófilo? "Aunque cause mucho dolor --para mí es un músico maravilloso--, sí lo es. Pero lo que tenemos que entender es que la cultura patriarcal lo es", define Fridman, directora del seminario de Violencia de Género y Psicoanálisis de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA).
Para ella, la noticia tiene "varias implicaciones". "Una es la de la ley: eso no estaba prohibido en Brasil en esa época. Otra es la que tiene el régimen erótico entre varones adultos y mujeres púberes, jóvenes o adolescentes, que responde a un efecto de patriarcado. Y está la implicación política, porque la acusación surge de la ultraderecha", enumera Fridman.
Pone el foco en el régimen erótico, que "no es igualitario" sino que implica "sometimiento y dominación de varones sobre mujeres" y "habilita la histórica costumbre del abuso sexual". "Históricamente para la ley, hace algunos años, los delitos privados de esta índole eran de honor y se resolvían si el violador o abusador se casaba con la víctima. Lo que tenemos que interpelar es cómo ha habido una práctica abusiva en los modos de tramitación de la sexualidad en el patriarcado. En ciertos regímenes de consumo de prostitución se paga especialmente por la pérdida de virginidad de una niña. Aunque se hayan casado y él sea Caetano Veloso, tenemos que pensar en los beneficios que han tenido los varones sobre el cuerpo joven de las mujeres", explica.
"¿Podemos decir que un varón de 40 años, con una trayectoria sexual, con un acceso a mujeres muy facilitado por su lugar de artista está en las mismas condiciones que una adolescente de 13 años?", pregunta Fridman. "Lo que tenemos que entender es que la cultura patriarcal es pedófila. La erotización que surge en las niñas para feminizarlas es parte de una cultura pedófila que estimula una sexualidad precoz para los ojos de los varones, no para deseo y autonomía sexual de las mujeres", sentencia.
Caza de brujas
"Cuando la homosexualidad, la bisexualidad y las transidentidades, una serie de condiciones psíquicas y opciones identificatorias tradicionalmente discriminadas, salen a la luz, reclaman fuerza y reconocimiento, se da un proceso de desregulación en cuanto a las restricciones sociales y morales. Casi todo está permitido. La reacción a esa desregulación indiscriminada, irreflexiva, es un nuevo moralismo autoritario que se manifiesta bajo la forma, por ejemplo, de los escraches", analiza Meler. "Resucitan formas medievales de sanción colectiva que contrastan fuertemente con la tendencia posmoderna a que casi todo se puede", añade.
Meler no deja de lado el contexto en que ocurrió la primera relación sexual entre Caetano y Lavigne. "Hoy Caetano iría preso. Pero para él y para ella, en ese momento, ése no era el criterio. Una de las variables que juegan es la velocidad del cambio social. Lo que hoy está legalmente sancionado como prohibido hace dos décadas estaba naturalizado. Tiene que ver con la crisis del patriarcado, que pone en crisis la asimetría de edad entre los miembros de la pareja. No me parece que la solución a esta situación sea ver abusos en todos lados", postula. "El escarnio público no es el mejor recurso. Por supuesto cuando hay violencia, abuso, es importante hacerlo, pero contra situaciones que puedan ser vistas como de abuso por la asimetría de edad, el mejor remedio es el cultivo de la autonomía de las mujeres, su crecimiento y empoderamiento. Hay que evitar acompañar los rápidos cambios culturales con una actitud policíaca, violenta y autoritaria que evoca los shari varis. Una caza de brujas."
"Posiblemente sean movimientos espasmódicos en busca de lo que creo que habría que crear: una nueva ética, una formación intermedia entre una liberalización irreflexiva y una persecusión autoritaria", sugiere Meler. "La ultraderecha se apropia de discursos progresistas y los da vuelta para atacar al progresismo", aporta Fridman. En este punto, la mirada de ambas especialistas coincide.
La cultura de la cancelación
¿Qué nos pasa cuando las personas que admiramos, y que incluso tienen un discurso afín al nuestro, muestran su peor cara? ¿Es válida la cultura de la cancelación? Son interrogantes que el caso de Caetano --poco conocido aquí, por cierto-- dispara, como antes lo dispararon otros. "La cultura de la cancelación se asemeja a la justicia por mano propia. Roza algo que me parece peligroso. Si la política de la cancelación es una política de elección y no de legalidades nos tenemos que preguntar si no hay una falla en la ley que hace que se tenga que recurrir a la cancelación para que una persona no sea impune. Pero, por otro lado, tenemos que preguntarnos si al extremarla no estamos entrando en un régimen donde no hay un tercero de apelación que es la ley. Si no, caemos en nuevas formas del soberano, que es quien hace la ley", explica Fridman.
En línea con Meler, la psicóloga piensa que hacen falta "otros modos de tramitar lo que el patriarcado ha formado" y de "visibilización de los regímenes eróticos desiguales que siguen existiendo y están cristalizados y anudados fuertemente todavía". "Hoy en un barrio ese señor (Caetano) sería linchado. Habilitamos a figuras famosas ciertas prácticas que en otros niveles sociales adjudicamos al nivel social y tenemos permiso de aniquilar. El patriarcado define cuáles son los cuerpos valiosos y los desechables. Superviso chiquicientos casos en donde un señor desvirgó a una niña de 13 y está acusado... pero no es Caetano Veloso", compara Fridman.
¿Es posible separar al artista de la obra? "Las personas no somos una sola pieza. Una persona puede ser admirable por sus creaciones culturales o por cualquier otro desempeño social y eso no la transforma en un ídolo o una figura idealizable en todas las áreas de la existencia. Pretender esto de las personas que nos resultan admirables es la pervivencia de una actitud infantil que busca delegar la propia agencia en alguna figura que podamos idealizar; una especie de extensión del pensamiento religioso. Tenemos que crecer y dejar de idealizar. Tampoco corresponde la denigración. No creo que haya que desvalorizar a una persona por ser humana y no ser absolutamente consecuente en todas las áreas de su existencia. En algún sentido todos somos así", desliza Meler.
Fridman concluye: "Hay una alianza narcisista entre las personas que comparten ideología, que vela, algunas veces, la mirada sancionante de la transgresión. Si fuera Bolsonaro el que hizo esto nos levantamos e incendiamos todo, pero con Caetano es doloroso. Los sujetos son complejos. Pueden tener un aspecto de una creatividad maravillosa y junto con eso un aspecto muy perverso, patológico. Si seguimos con esta línea no tendríamos que mirar un cuadro de Picasso y, personalmente, sigo mirando el Guernica y me sigo emocionando. Pero Picasso fue un hombre muy violento con las mujeres. Para entender estas subjetividades tenemos que entender en qué mundo estamos inmersos. Si no, pensamos que son monstruos".