Desde Río de Janeiro
El ultraderechista Jair Bolsonaro llegó este lunes a Nueva York. Y este martes cumplirá una tradición de más de medio siglo: desde 1955, le toca al mandatario brasileño proferir las palabras de inauguración de la Asamblea General anual de la ONU.
Una vez más, ya en su primer día en la ciudad, Bolsonaro se superó. Y de paso superó todas las vergüenzas sufridas por Brasil desde su llegada al poder, en el primer día de 2019.
Nueva York tiene protocolos rígidos de control de la pandemia. Exige, por ejemplo, la presentación de certificado de vacuna para los que pretenden ingresar en espacios cerrados, como cafés, tiendas y restaurantes.
Enemigo acérrimo de la inmunización – hace poco, siguiendo consejos de una exjugadora de voleibol transformada en comentarista internacional por una emisora igualmente ultraderechista, determinó la suspensión de vacunar a adolescentes – Bolsonaro es el único integrante del G20 que no se vacunó. Y en un ridículo intento de desafío, al día de su llegada salió del hotel sin ducharse luego del largo viaje (o se duchó y puso la misma ropa con la que viajó…) para comer una porción de pizza con la mano en una vereda, rodeado de varios cómplices, o mejor dicho, integrantes de su comitiva. Entre ellos, nada menos que el ministro brasileño de Salud. Todos, por supuesto, sin barbijo.
La ONU tiene determinaciones igualmente rígidas de protección frente a la pandemia, pero no puede impedir el ingreso de mandatarios en sus dependencias. El resto de la comitiva, sin importar el grado de importancia, tiene que presentar pruebas de haberse vacunado y usar barbijo.
Pues el mandatario brasileño será el único que se presentará como si nada. Con eso, no hará otra cosa que sedimentar aún más el aislamiento de Brasil en el escenario global.
Luego de los vejámenes sufridos por el país que hasta hace poco supo tener una de las políticas de relaciones exteriores más respetadas en el mundo, había una tensa expectativa en Brasil con relación a qué dirá Bolsonaro este martes. En su pronunciamiento de 2019 mintió de manera abyecta con la naturalidad de quien respira y en 2020 profirió estupideces que serían cómicas si no fuesen patéticas. Pues su estreno en la ciudad provocó tal torbellino de vergüenza ajena que mejor ni hablar.
El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, se dirigió directamente al brasileño: “Si no querés vacunarte, mejor no venir”. Pues no se vacunó y fue, como muestra de independencia. O mejor dicho, de desvarío.
Este lunes Bolsonaro se reunió con el premier británico Boris Johnson. Para este martes está previsto un encuentro con su colega de Polonia, el igualmente ultraderechista e igualmente desequilibrado Andrzej Duda. Y nada más.
Reunirse con Joe Biden, ni pensar. O con cualquier otro mandatario de envergadura.
¿Para qué diablos Bolsonaro fue a Nueva York? Pues para eso: hacer que Brasil pase olímpica vergüenza ajena.
A tiempo: uno de los integrantes de su comitiva, un diplomático cuya identidad no fue revelada, se realizó un test en el hotel. Resultado: positivo. Covid-19. Tuvo contacto directo con el menos 30 personas. Algunas de las cuales, a su vez, tuvieron contacto directo con la comitiva de Bolsonaro.
¿Y qué? Pues y nada.
Bolsonaro se declara autoinmune. Y no se refiere a sensatez, equilibrio, compostura, decencia o inteligencia.
Se refiere a la pandemia que ya diezmó casi 600 mil vidas en Brasil, en su mayoría por la indiferencia del gobierno genocida encabezado por él.