De tratar de encontrar un cauce en la diversidad, salió la idea: imaginar un hotel temático en que cada obra sea una “habitación musical”, con una ambientación novedosa y distinta de las demás. “Lo pensé así porque el disco es de un eclecticismo casi total”, orienta Leandro Ragusa. El destacado bandoneonista, compositor y director argentino habla de El Aleph, trabajo doble de su autoría que ya está subido a todas las tiendas digitales de música, muñido de un universo sónico en que conviven instrumentaciones camarísticas, sintetizadores, bandoneón distorsionado, guitarra española y canción francesa “sin superponerse”. “El disco es como una especie de encrucijada de donde parten numerosos caminos, un abrir la puerta abierta y dejarla entornada”, sigue orientando Ragusa
Grabado en triangulación entre Buenos Aires, Nueva York y Montreal, la obra consta de dos volúmenes. Uno acústico, otro electroacústico y ambos marcados por una variopinta exploración musical, ordenada en torno al fueye. “El desafío fue investigar de qué manera dialoga el sonido del bandoneón con una multiplicidad de estéticas, y dejar abierto ese camino. De todas formas, se han elegido algunas formaciones ya transitadas históricamente con el objetivo de contar con un pie en lo conocido”, subraya este referente de la música contemporánea, otrora docente de historia del tango en CETBA y realizador de un documental sobre los orígenes del género. “El tango me acompañó casi la mitad de mi vida. Es una música que amo como intérprete, compositor, docente y amante de la música”.
--Tal vez recalar en “Plutón”, la pieza más tanguera, refuerce este concepto.
--Es la que más sabor a tango tiene, sí, pero no fue concebida como tal. Esa pieza forma parte de un proyecto que estoy llevando a cabo junto a la artista plástica y astróloga Romina Miasnik. Consiste básicamente en combinar plástica, astrología y música, y en extraer información de cartas astrales, volcarlas en tablas ad hoc y desde allí dirigir al lienzo y al otro al pentagrama. Es un divertido proyecto que surgió a partir de conectar las experiencias de artistas como Holst, Xul Solar, Cage, Boulez, y Stockhausen.
--El nombre del disco, en cambio, suena más a la literatura que a esta trilogía…
--Es que a la hora de intentar encontrar alguna imagen que haga justicia con este trabajo, me llegó la del bandoneón como un Aleph borgiano. Quiero decir, la de ese punto mítico del universo donde todos los actos y todos los tiempos ocupan ese mismo punto sin superposición. Si bien entiendo que el nombre peque un poco pretencioso, en este, mi primer álbum solista, me quise dar el gusto de que mi música se perfume con la obra de Borges.
--Otro rasgo clave del disco es la preeminencia de instrumentos de viento.
--Mi querido Manolo Juárez, porque durante los años que estudiaba con él, entre tantos otros arreglos, me pedía que escribiese para cuarteto de vientos de madera… quería que hiciera un arreglo para flauta, oboe, clarinete y fagot. Hasta ese momento, yo nunca había escrito para esos instrumentos… los conocía muy vagamente. Pero, bueno, no sin algo de desgano y ante la negativa del maestro de prescindir de eso, me dispuse a la factura del encargo, y acá lo ve, como otra característica del aleph.