Aunque algunas veces hasta podrían parecer intempestivas, las relaciones entre obras, nombres, fechas y lugares que se establecen en torno al jazz, arrojan siempre historias interesantes. Son relatos atractivos, que fatalmente terminan reflejando las tensiones entre el espíritu de una música creativa por naturaleza y la vocación materialista del mundo por el que circula. También el jazz que se hace en Argentina tiene su historia, hecha de travesías que en las últimas dos décadas consolidaron una vitalidad creativa fuera de lo común, en un contexto material no siempre favorable. Por sus particularidades, la época permite un recorte preciso, como el que hace Fernando Ríos en Un panorama del nuevo jazz argentino (2000-2020), el libro recientemente publicado por Gourmet Musical.
Con prólogo de Sergio Pujol, autor hace casi dos décadas de Jazz al Sur –un trabajo pionero en este campo–, Un panorama del nuevo jazz argentino condensa y ordena nombres y circunstancias para trazar un mapeo amplio y riguroso de los últimos 20 años del jazz en Argentina. “Las fechas suelen ser caprichosas, pero seguramente en este tiempo se dieron cosas que permiten entenderlo como un período con características propias”, comenta Ríos al comenzar la charla con Página/12. El surgimiento y la afirmación de currículas formales para el estudio del género es uno de los puntos de inflexión que Ríos marca. “El surgimiento de las carreras de Jazz, como en el caso del Conservatorio Manuel de Falla, fue determinante para cambiar las formas de circulación de los saberes. Antes, el músico de jazz se formaba sobre todo tocando, en las jam sessions y en los escenarios, ahora se da una mezcla de varios factores en un proceso ordenado”, asegura Ríos.
“No es casual que esto haya comenzado a gestarse en la época del uno a uno, cuando muchos jóvenes pudieron ir a estudiar afuera para después volver dispuestos también a hacer música original, cosa que acá no era tan habitual”, ubica Ríos. De hecho en el jazz actual, aunque en el tratamiento de piezas del songbook tradicional hay mucha creatividad en juego, la composición representa una instancia superior. “En realidad siempre se compuso en el jazz argentino, solo que los músicos no llevaban al disco sus propias obras, preferían grabar los standars. Hoy se graba mucha música original, o todo lo que se llaman ‘nuevos standars’, pueden ser temas de Radiohead, además de las aperturas hacia el tango y el folklore. Ni hablar de la revalorización que el jazz hizo de Spinetta”, ejemplifica Ríos.
Periodista experimentado –fue secretario de redacción en la agencia Télam y se desempeñó en la gerencia de noticias de la TV Pública–, Ríos escribe para numerosas publicaciones especializadas y es además editor de Argentjazz, el sitio web que creó hace ya dieciseis años, desde donde comparte entrevistas, críticas y análisis sobre las novedades del género. “Con Argentjazz hago un seguimiento casi diario de la actividad y eso me permitió comprender la escena y recopilar mucho material. En principio imaginé un libro con algunas de las entrevistas que están en el sitio, hasta que Leandro Donozo –editor de Gourmet Musical– me sugirió que hiciera un contexto de cada entrevista. Al final nos dimos cuenta que el libro, más que las entrevistas, era el contexto. Así empecé a trabajar sobre una línea en general cronológica, sirviéndome también de otras fuentes periodísticas”, cuenta Ríos.
En el relato bien desplegado de un libro necesario, que cuenta con pasión y detalle causas y efectos, nombres y circunstancias, vidas y obras, se van delineando también los puntos salientes de una movida cultural que lleva las marcas de un cambio de época. “Una de las cosas más significativas es el paso de los soportes físicos a los virtuales. Aparecen otras formas de escucha y esto influye en la manera de hacer música, pero los músicos y los sellos discográficos le van encontrando la vuelta y se sigue editando mucho jazz en Argentina”, dice Ríos, que no duda en poner al intenso intercambio generacional entre las fortalezas de la escena actual. “Hoy conviven tres generaciones de músicos y es muy frecuente que maestros y alumnos formen parte del mismo grupo, toquen y graben juntos. Se da una permanente evolución, una pluralidad de estilos y tendencias en la que los límites son más bien difusos y todo tiene que ver con todo”, dice.
El libro incluye además una discografía esencial con unos 800 títulos. “Como para que quien quiera comenzar, tenga una referencia de lo que se produce”, dice Ríos. Acerca de la identidad de jazz que se hace en Argentina, el autor no tiene dudas. “No llegaría al punto de hablar de un ‘jazz argentino’, pero es evidente que hay generaciones de músicos que crecieron cerca, comparten espacios, experiencias, formación y en general las mismas vivencias. Eso es algo en común que se refleja en una música con un acento particular. Por eso me molesta que al jazz no se lo reconozca como una música argentina. Si se reconoce un rock argentino, ¿por qué no es posible pensar en un jazz argentino? Grupos notables, como Escalandrum o el Quinteto Urbano, no podrían haber nacido en otro lugar” concluye.