“La lucha va a seguir hasta que el aborto además de legal sea libre y feminista”, dijo a este diario la periodista y escritora Laura Rosso en marzo del 2020, nueve meses antes de que el movimiento feminista pariera la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. En ese momento estaba presentando Estamos para nosotras, una investigación sobre el socorrismo, la acción de acompañar a una persona gestante en su deseo o necesidad de abortar. Comprometida con esa práctica política, hoy presenta Contame cosas (Editorial Chirimbote), un texto que también refiere a esa experiencia pero en formato novela, a modo de contribución a una necesaria narrativa sobre los derechos conquistados.

El contexto de aparición de la novela –además de una pandemia feroz e inesperada—fue el de los veinte años de La Revuelta, la organización de activistas que desde Neuquén y en los albores del 2001 empezó a cambiar la historia de la interrupción voluntaria del embarazo con medicamentos. Ruth Zurbriggen y Belén Grosso, integrantes de la colectiva, le propusieron a la autora que imaginara mundos “más compasivos y amorosos”, y que diera pluma al relato de la experiencia de acompañamientos de tantos años. Así surgió el relato narrado en la voz de una joven que protagoniza la revolución de lo que significa en la Argentina la emergencia de los feminismos masivos, populares y audaces en la acción política.

La novela entrelaza las historias de tres generaciones (abuela, madre, hija protagonista y hermana), un linaje de mujeres con historias que, como dice Sonia Tessa en el prólogo del libro, “condensan muchas de las violencias que han sufrido las mujeres y disidencias en la Argentina”. Estructurada con saltos temporales, Contame cosas habla así también de los vínculos, los roles y de cómo el pasado y el presente se mezclan para construir la genealogía de la lucha por la decisión sobre el propio cuerpo y la forma de habitarlo.

“Hablar de los abortos es poner en palabras esas experiencias atravesadas por tantos cuerpos gestantes, y cuando se habla de eso y de otras memorias compartidas, o de las violencias sistemáticas que sufrimos las mujeres, se mueven cosas. Me interesó narrar esas memorias emocionales y cotidianas desde la potencia de la literatura”, cuenta Rosso, periodista de este diario, licenciada en Artes Combinadas por la Universidad de Buenos Aires, y dueña de una escritura cálida y atrevida en iguales proporciones.

-¿Por qué creés que es importante seguir escribiendo sobre el aborto, incluso habiendo ya conquistado la ley?

-A mí me parece que los abortos no han tenido tantas narrativas que se alejaran del estigma, la culpa, el trauma, la soledad y el miedo a morir. Creo que el socorrismo aparece también para proponer otros discursos que ubiquen a los abortos entre las experiencias que, si ocurren con información, contención y acompañamiento, pueden ser vividas como una más. Abortar, para quienes necesitan interrumpir un embarazo no buscado, se puede transformar en algo deseado, y representar un alivio y una liberación. Y eso también es importante narrarlo.

-Algo similar a lo que te propusiste con tu libro anterior... ¿Cómo fue hacerlo esta vez bajo el paraguas de la ficción?

-Me puse a pensar qué historias quería contar para desplegar esa complicidad entre mujeres que muchas veces es lo que nos salva. Busqué una voz en primera persona para darle a la narradora el tono de una piba que puede ser una de las tantas que vimos en las calles para conquistar el aborto legal, que se siente interpelada por un montón de temas, que pone en duda mandatos, que se sale de lo establecido, de los lugares donde no está cómoda, que teje vínculos. Y a la vez tenía claro que no quería que hablara “el discurso social” sino buscar en la propia voz de la narradora, poner en juego cómo es esa lengua. Que no hubiera un mensaje para dar sino abrir el universo que a Amanda, la protagonista, le despierta la vida.

-Luego de su propio aborto, su personaje quiere ser socorrista. ¿Por qué tomó esa decisión narrativa?

-Quise mostrar la emocionalidad alrededor de la cual se construye su mundo y los sentimientos que se le generan. Ella vivió en primera persona la importancia de sentirse acompañada y eso le dispara querer involucrarse en ese activismo. Estar para otras del mismo modo que estuvieron para ella. Mi idea no era responder a la pregunta de cómo se hizo socorrista sino mostrar su vida, el linaje silenciado de esas mujeres y todos esos intersticios que ocurren mientras acompaña abortos.

-A unos meses de aprobada la ley, ¿cómo ves que está llevándose a cabo ese derecho? ¿Sigue la lucha?

--Es una pregunta compleja porque no hay una única respuesta. La ley colabora un montón en desestigmatizar el aborto porque el Estado reconoce un derecho y colabora en sostener las decisiones. La ley trae ese sostén. Pero es cierto que se está aplicando de manera desigual. Hay diferencias según las provincias, las ciudades, las instituciones. Hemos visto una cantidad de cautelares que quisieron frenar la aplicación de la ley y recursos de amparo presentados en distintos juzgados desde sectores conservadores y religiosos para intentar declararla inconstitucional. Como dicen las socorristas, la ley hay que cuidarla, hay que hacerla valer. Es un piso inmenso de posibilidades pero nunca va a ser el techo de nuestras aspiraciones, por eso decimos que lo queremos libre y feminista. A cada persona que llama, las socorristas siempre le responden que hay dos posibilidades, ir al sistema de salud y el aborto autogestionado, como lo llaman ellas en los talleres. Y ellas acompañan de las dos formas. Donde la persona decida que quiera abortar, ellas la acompañan.