Hace unos días, todo era angustia. ¿Cómo revertir un golpe tan profundo y tan sutilmente preparado? Si era un fallo de la última instancia, ¿cómo evitar que los tribunales inferiores multiplicaran las libertades de genocidas? Los organismos de derechos humanos no dudaron y su enérgica denuncia impulsó una reacción social tan vasta y profunda como para generar los repudios más impensados, una ley votada por todos los bloques y una marcha que debe celebrarse por la multitud reunida pero también por el acuerdo de amplitud pocas veces alcanzada. Lejos de aquellos temores iniciales, hoy celebramos un avance histórico en la lucha por Memoria, Verdad y Justicia. Quienes quizá no celebren son los que, tirando la piedra y escondiendo la mano, promovieron este escándalo jurídico que rechazó la sociedad.
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