El trabajo es “un proceso entre el hombre y la naturaleza, (donde se) ponen en movimiento las fuerzas que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida” (Marx, 1867). El empleo en relación de dependencia e independiente es la forma histórica que adquiere el trabajo (ese que transforma la naturaleza) al venderse en el marco de las relaciones capitalistas.
La importancia del empleo en las sociedades está dada porque además de proveer ingresos brinda, al menos, cuatro tipo de experiencias:
1. Permite la estructuración temporal personal y la posibilidad de proyectar.
2. Aporta recursos para la definición de la identidad y el status personal.
3. Proporciona relaciones extra familiares.
4. Favorece la participación en objetivos colectivos.
Estas experiencias hacen, entre otras, a la salud mental según un estudio ya clásico de Marie Jahoda sobre los trabajadores desocupados de la ciudad sueca de Mariental (Jahoda, 1933).
Es sabido que el empleo se viene transformando ya sea en calidad como en cantidad. Se puede observar como proceso que el empleo asalariado protegido y el modelo de pleno empleo vienen coexistiendo con otras formas de empleo, como el independiente, y otros aspectos como la informalidad y las altas tasas de desocupación.
Debate sobre el empleo asalariado
No pareciera ser que el empleo asalariado estaría por desaparecer como hace 25 años Jeremy Rifkin público en su libro sobre El fin del trabajo. En realidad, el autor sostenía el fin del empleo asalariado y el pleno empleo tal como se lo conoce en la posguerra. Es decir, da cuenta de su transformación.
De hecho, ya adelantaba, entre otros tópicos, el impacto de la tecnología en el mundo del trabajo, la importancia de identificar nuevos nichos de empleo, en particular los asociados a instituciones de la sociedad civil, y el debate sobre la reducción de la jornada laboral, cuestión que hoy entró en la agenda pública local.
En este estado de situación, existe en torno al empleo una discusión respecto de cómo debe promovérselo. Por una parte, avanza la propuesta del trabajo garantizado en algunos países y, por la otra, la que se denomina el empleo productivo, el que debería ser el centro de las políticas públicas en Argentina, lo que no quita seguir con atención las experiencias del trabajo garantizado.
El trabajo garantizado
El trabajo garantizado consiste en que todo trabajador/a que pueda y quiera trabajar, pero no encuentre un empleo en el sector privado, acceda a un empleo en determinadas actividades llevadas a cabo por el sector público a cambio de un salario y de unas prestaciones que le permitan tener todas sus necesidades cubiertas (Wray, 2009).
La parte garantizada de la propuesta consiste en la promesa (garantía) de que todos/as aquellos/as que busquen empleo recibirán una oferta laboral. El Estado funciona como empleador de última instancia. Esta propuesta desarrollada por economistas postkeynesianos supone que al aumentar el empleo privado, cuando suceda, ocasionará una disminución en el público, ofrecido bajo esta modalidad.
Hay algo interesante respecto de los tipos de empleo que promueve esta iniciativa: en todos los casos son aquellos de utilidad social y que no generan las empresas privadas. Existe complementariedad entre público y privado.
Son tres categorías ocupaciones vinculadas al cuidado:
1. del ambiente (control de erosión del suelo, control de inundaciones, seguimiento de especies, mantenimiento y renovación de parques, eliminación de especies invasoras),
2. de la comunidad (limpieza de propiedades desocupadas, restauración de espacios y otras pequeñas inversiones en infraestructura, establecimiento de huertos escolares, paneles solares de uso comunitario y teatros comunitarios), y
3. de las personas (organizar actividades extracurriculares o clases de habilidades para adultos en escuelas o bibliotecas, facilitar programas de jornada prolongada para escolares, trabajadores/as de cuidados paliativos; organizar encuestas de nutrición).
Esta propuesta avanzó en dos aspectos centrales para ganar la agenda en países como los Estados Unidos. Por una parte, en llevar a cabo sondeos de opinión para medir la aceptación de una propuesta de este clase, que superó con creces a la del ingreso ciudadano. Por otra, diseñar un presupuesto y un mecanismo de financiamiento.
El empleo productivo
El empleo productivo es aquel registrado asalariado e independiente que produce valor a través de generar productos o servicios y que asegura estándares de ingresos y protección social para los/as trabajadores/as. En países como Argentina se debe generar valor al mismo tiempo que debe darse una discusión de cómo se distribuye esa riqueza.
Existe una diferencia con el trabajo garantizado. Este se basa en un esquema de refuncionalización de una riqueza que ya se creó, la que justamente permite que ese modelo pueda implementarse. En este punto, hay que revisar algunos datos sobre las empresas existentes debido a que allí, y junto con quienes se emplean de manera independiente, se genera el empleo productivo.
En el país operan 548.522 empresas con al menos un/a trabajador/a registrado en el Sistema Integrado Previsional Argentino. La cantidad de empresas transitó distintos estadios en los últimos años. El 2020 será recordado como el año de la pandemia de la covid con la actividad económica paralizada y cuando cerraron 26.586 empresas, mientras que en los dos últimos años de la administración Macri cerraron 30.126, según Observatorio del Empleo y la Dinámica Empresarial.
Las empresas y las competencias laborales de trabajadores/as deben pensarse en conjunto, como recursos críticos, activos, en el camino al desarrollo del país.
Fomentar el trabajo y la producción como modelo de desarrollo
Hablar de empleo productivo es hablar de empresas y también de los trabajadores independientes. En ambos casos supone revisar las condiciones que el Estado debe promover su creación y desarrollo.
En este punto, algunos aspectos priman sobre otros en la construcción de las condiciones necesarias para la creación y el desarrollo de empresas para que se genere empleo. Sucede lo mismo con los trabajadores/as independientes.
Algunos analistas destacan la necesidad de bajar impuestos, reducir los costos laborales, simplificar la registración y fomentar el espíritu emprendedor. Esta pareciera ser una receta suficiente para la generación de inversiones y de empresas. Esa fue la apuesta de el anterior Gobierno, con los resultados antes mencionados. Esta visión soslaya el aporte de los/as trabajadores/as en la generación de riqueza y desprecia la intervención estatal en la materia, aspectos centrales del gobierno de Alberto Fernández y visión del modelo de desarrollo para la Argentina.
Existen aspectos básicos para el desarrollo empresarial y del empleo. Uno de ellos es que pueden vender en tanto hayan consumidores. Esto supone el fomento de la demanda agregada en un marco de cuidado del mercado interno. Los instrumentos dispuestos por el Gobierno en esta materia fueron vía la política de ingresos. En concreto, aumento de salarios para los/as trabajadores/as (incluidas la reapertura de paritarias), el incremento de ingresos para trabajadores/as jubilados/as, la Asignación Universal por Hijo y el sostenimiento de la cobertura a los/as trabajadores/as desocupados/as que perciben el Seguro por Desempleo.
Además se sumaron otros instrumentos para alentar el consumo como la reformulación del programa Ahora 12 y la línea de créditos a monotributistas a tasa 0.
Proteger e impulsar la demanda doméstica
Las empresas pueden planificar cuando conocen el comportamiento de las variables del escenario en que actúan, y pueden tomar decisiones respecto de su actividad. En este punto el comportamiento de los precios sigue siendo un foco de especial interés del Gobierno. Existe un set de instrumentos desplegados que incluye la regulación de las tarifas de los servicios públicos pero también una política de precios más abarcativa y con énfasis en el control del aumento de los alimentos: Precios Cuidados, medidas para diversificar la oferta de productos, acuerdos sectoriales para garantizar la provisión de productos.
Sin desconocer la complejidad de la situación, se decidió avanzar en la implementación de medidas para favorecer el empleo productivo. En pandemia, y vinculado al sostenimiento de los contratos de trabajo, se puso en marcha el Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP) y en la transición, se llevó a cabo el Programa de Recuperación Productiva (Repro, incluida una línea para trabajadores/as independientes.
En la salida de la pandemia, y como parte de una apuesta a la recuperación, se puso en marcha el Programa de Jóvenes en Mipymes, en el que concurren los esfuerzos del Ministerio de Trabajo y el de Desarrollo Productivo para alentar la incorporación de jóvenes de 18 a 24 años a Micro, Pequeñas y Medianas empresas.
El trabajo y la producción ocupan hoy el centro de las políticas públicas impulsadas por el presidente Alberto Fernández. El Consejo Económico y Social se vuelve a presentar como un espacio donde estas discusiones deben ser protagonizadas por un amplio conjunto de actores sociales.
* Subsecretario de Promoción del Empleo del Ministerio de Trabajo de la Nación.