En una de las paredes de la primera sala, se disponen como en una constelación, varias fotografías y afiches gráficos. Uno de ellos, de 1968, está diseñado por Edgardo Giménez, referente de la escena pop nacional, que amalgamó el diseño gráfico, la moda y lo que entonces era considerado “arte culto”. En esta imagen lo vemos posando como una gran estrella junto a Carlos Squirru y Dalila Puzzovio, vestidos a la moda de los sesenta y rodeados de un escenario gráfico casi psicodélico. Hay una estridente pirámide escalonada y una nube gigante desde donde se inscribe, en forma de arcoíris, la impúdica frase con la que se titulan: “Pero ¿por qué son tan geniales?”. Esta obra es una referencia directa, digamos que un autohomenaje, a aquella otra obra mítica que habían realizado tres años atrás y que movió el arte de vanguardia al espacio público. Colocaron un cartel en lo alto de la esquina de Florida y Viamonte, donde tradicionalmente iban las publicidades, con una imagen de ellos tres, pintados al estilo de los anuncios cinematográficos del momento, riendo a carcajadas y rodeados de elementos inverosímiles con el slogan “¿Por qué son tan geniales?”. El uso del lenguaje propio de la publicidad, desorientaba al ciudadano de a pie que no entendía qué se le estaba intentando vender. Pero, ¿por qué fue ésta una obra tan mítica como para citarse a sí mismos? No sólo desdibujó los límites duros que se trazaban entre lo que era el arte y la cultura masiva sino entre el arte y la vida, como lo pregonaba Alberto Greco en su manifiesto Vivo Dito de 1962.
También está allí, el afiche para la película Sexoanálisis de 1967 de Héctor Olivera, para la que realizó también la escenografía. Una mona le ofrece la manzana a una Eva-Medusa, con serpientes multicolores formadas por estrellas, rodeados de nubes, flechas, corazones, arcoiris y más estrellas. Su obra apela al humor, la diversión, lo festivo y lo lúdico.
Siguiendo uno de los links conceptuales e imaginarios que traza la exhibición, tenemos las fotografías de Claudio Abate, que son obra y a la vez documento de las acciones de Alberto Greco. Sus “Vivo ditos” lo ubican en la calle, haciendo intervenciones, irrumpiendo para señalar que la obra de arte está afuera, y no en las galerías. Su obra “Albertus Grecus” realizada en Roma, es una fotografía que lo muestra vestido de monja mirando hacia arriba, suplicante con una luz divina que le enfoca la cara como las pinturas barrocas, usa un hábito exagerado y suspendido en el aire, como una novicia voladora.
SALIR AFUERA
“¿Qué pasa si leemos esta obra como un gesto queer? ¿Si a las lecturas hegemónicas de la obra de Greco, sin cancelarlas, se le agregaran otros sentidos? Cuando une empieza a mirar cómo la historia del arte ha colocado esta obra en el archivo de vanguardia argentina, arte conceptual latinoamericano, arte de acción, etc. Y yo me preguntaba por qué no inscribir a Greco dentro de los archivo de las disidencias sexuales, si situamos, si desorientamos esos registros, lo cual no implicaba sacarlo de esos archivos y decir que este lugar es mejor, sino con la posibilidad de superponer. Esto es propio del arte, una misma obra va acumulando capas de significación, y esas se entrecruzan, se interpelan, dialogan, se contestan unas a otras”, dice Fernando Davis, curador de la muestra.
En ese “salir afuera”, los documentos también nos proporcionan una imagen sobre el activismo del momento, hay obleas autoadhesivas que se pegaban en los colectivos, con la frase “Machismo=fascismo”. Volantes en forma de fruta que fueron repartidos en el día de la primavera del 73´, escritas con la frase “Cordobazo, rosariazo, tucumanazo, homosexualazo”, como otro estallido más para la liberación. La tapa del manifiesto “Sexo y revolución” del colectivo político Frente de Liberación Homosexual, cuya estética nos recuerda las estrellas de Edgardo Giménez.
Inventar a la intemperie. Desobediencias sexuales e imaginación política en el arte contemporáneo viene a inventar un espacio para estas narrativas que la historia del arte ha dejado fuera, no inocentemente. La sala Pays (Presentes ahora y siempre) del Parque de la Memoria enfatiza los vínculos propuestos en relación a la memoria, la necesidad de poner en entredicho las historias oficiales y la tácita presencia de la violencia sobre lo disidente.
A primera vista, la exhibición transmite una solidez conceptual y de sentido que escasea en muestras de esta magnitud coral. Y quedan a la vista los casi 10 años de investigación que llevan a cabo les curadorxs Fernando Davis, Fermín Acosta, Mina Bevacqua y Nicolás Cuello, sobre los vínculos entre arte contemporáneo, políticas sexuales y activismo. Plantean una red entre obras de arte y material de archivo, que se encuentra jerarquizado, con el fin de reconstruir, en este cruce, una escena cultural, social y política más completa de cada período propuesto.
UN TEJIDO DE MUNDOS
Vanguardias artísticas, teatro de revista, vodevil, carnavales, panfletos, artistas consagrados y no tanto, revistas y libros, diseño gráfico, moda; un tejido de mundos que los escritos de arte siempre han presentado como separados, y que acá despliegan su interconexión. Según el curador Fernando Davis, la muestra “plantea el recorrido cronológico organizado en cinco grandes núcleos, pero no traza una línea coherente que se piense como diagramando un relato coherente, es una línea quebrada, torcida, oblicua en el sentido de lo queer. Es una narrativa que funciona en la lógica de lo que llamamos ensamblajes, distintos territorios o ámbitos que generan como constelaciones de imágenes o en torno a una pregunta”, establece conexiones, cables imaginarios que se multiplican hacia dentro y fuera de estos bloques que abarcan desde los sesenta hasta la actualidad.
En la sala que enmarca los años ochenta entran en juego las conexiones que se establecen en espacios alternativos de creación e invención como el Parakultural, el Centro Cultural Rojas o el Café Einstein. Los reductos de la escena Under, los presentimos en las filmaciones de “Las gambas al ajillo”, en la obra “El camarín del Parakultural” de Marcia Schvartz y en las fotos de Urdapilleta y Fernando Noy, por sólo nombrar algunos. La burla, lo grotesco y lo absurdo sobrevuelan en el clima de las obras de esta sala.
Además de estos espacios míticos, “podemos pensar en la diagramación de circuitos editoriales minoritarios, de emprendimientos editoriales, iniciativas experimentales. Esta invención de circuitos y nuevos espacios lo podemos encontrar en la ocupación de la calle” menciona Davis. El recorrido para esta década, matiza la lectura histórica habitual de “la fiesta democrática”, y muestra las acciones de protesta de estos colectivos, que visibilizan la persecución política. Lo vemos en la fotografía de la acción de Karina Urbina fundadora de “Transexuales con derecho a la identidad”, manifestándose en Tribunales, portando un cartel que canta “somos personas”.
En la década de los noventa los cruces se enmarcan en torno a la temática del HIV- SIDA y a “la insistencia por rescatar, embellecer y celebrar lo desechado o descalificado por el orden social mayoritario”, como en la precariedad de los elementos que se ven en la elegante copa de Schiliro, construida con palanganas y en la de Feliciano Centurión cuyo soporte es una frazada.
ARCHIVOS ESTALLADOS
Las acciones performáticas del activismo se multiplican en las décadas siguientes, como la “Travesti piquetera” de Marlene Wayar realizada en plaza de mayo en el 2004. Estas van sentando la tradición de la protesta a través del arte, y del arte como denuncia. Los colectivos como Serigrafistas queer, Mujeres públicas y el Taller popular de serigrafía y las escrituras disidentes ocupan un espacio significativo en la exhibición y enfatizan la avidez por la participación activa que la muestra propone. Como lo hacen los múltiples archivos institucionales, autogestivos y particulares, que prestaron documentación. La muestra cuenta también con un micro sitio web donde puede encontrarse material de archivo que excede a la misma.
“¿Cuáles son aquellas memorias que se cuentan y las que aparecen obturadas, canceladas, olvidadas? -reflexiona Davis-. La muestra tiene sus silencios, y tratamos de ver como los interpelamos, ¿qué pasa con esas historias para las cuales no hay archivo, que nadie ha guardado o que son materiales que dado a las condiciones de violencia que históricamente hemos enfrentado las disidencias sexuales, que ha sido confiscado por la policía, que no ha sobrevivido más que en la memoria de sus protagonistas o algunos testimonios? Entonces hay algo de la ruina, de la memoria, del fragmento, con lo que también trabaja la exposición. Con inventar, ¿cómo la exposición inventa desde ese resto, desde esos archivos dañados, fragmentos de narrativas, de historias, de formas de vida, ubicadas a la intemperie de las historias oficiales? A la intemperie de los deseos normalizados, de esas formas de vida que aparecían como legitimadas”.
En el Parque de la Memoria, de martes a viernes de 12 a 17 hs.; sábados, domingos y feriados de 12 a 18.30 hs. con entrada libre y gratuita hasta el 12 de diciembre.