La falta de trabajo es la principal preocupación en los barrios populares del conurbano bonaerense, donde la recuperación del empleo que muestran las estadísticas laborales no ha logrado llegar. Así lo señala el último relevamiento realizado por la Universidad Nacional de General Sarmiento, que agrega información sobre el clima social a la lectura de los resultados de las PASO. En el Conurbano más del 60 por ciento de la población sobrevive con actividades económicas informales. Los investigadores señalan que las posibilidades de trabajo en esa franja es muy acotada y sufre de fuertes limitaciones por género. Entre los encuestados, quienes reconocieron la recuperación del empleo hablaron de un repunte en la construcción, tanto en obras grandes como en la refacción de viviendas familiares. Pero en contraste, un tercio de los entrevistados planteó que no se recuperó el trabajo en casas particulares, la ocupación central de las mujeres en los barrios.
El alcance de los programas de asistencia del Estado “es muy amplio”, describe la UNGS, especialmente en lo relacionado con el reparto de alimentos. En este momento, el problema central es encontrar dónde trabajar.
“Los hogares que no reciben programas estatales realizan actividades en el barrio --puestos de venta de alimentos, como tortillas, pan casero, parrillas, changas de cortar pasto, venta de productos en las redes sociales--”, plantea el informe. Y agrega que “la paleta de ocupaciones que se va generando tiene un carácter de autoempleo más marcado que el de antes de la pandemia”. Son actividades totalmente precarias, armadas casi sin capital y con menores niveles de capacitación.
El relevamiento fue realizado en los meses de junio y julio, con entrevistas a referentes territoriales. Es el cuarto informe que realiza el Instituto del Conurbano sobre la situación de los barrios populares del conurbano en la pandemia. Sus autoras son Verónica Maceira y Alejandra Beccaria, que coordinaron un equipo de investigadores docentes, entrevistadores y estudiantes.
El clima que encontraron en el territorio incluye los siguientes puntos:
- Alimentos: hay menos preocupación que hace un año por el acceso a los alimentos. “Reparten mucha comida. Hay contención. El estado y los referentes activan si pasa algo. Se ve que el Estado está presente”, dice uno de los entrevistados citados. Otro indica: “La demanda de alimentación sigue como el año pasado, pero las ayudas llegan más rápido y mejor del estado provincial y nacional”.
- Los investigadores señalan que la provisión de alimentos “en gran medida está desmercantilizada”, es decir que una parte de la población depende para comer de la asistencia alimentaria directa. Posiblemente por eso, la gente no habla tanto del precio de los alimentos como en otros sectores.
- Uno de cada tres entrevistados manifestó que faltan productos frescos y que la carne “escasea” y “es un tesoro”.
- “La cantidad de comida está, pero no la calidad. En las escuelas y lo que entrega la municipalidad es más de lo mismo, arroz, polenta, harina, latas de arvejas. No le podemos dar algo diferente, es la realidad”, describe un referente.
- Transferencias sociales: como la falta de trabajo persiste --especialmente el empleo en blanco-- de la mayoría de las entrevistas surge que el principal ingreso de las familias son las transferencias sociales. La Asignación Universal por Hijo es muy valorada. “Ese instrumento ya está plenamente integrado al presupuesto familiar y la regularidad de su percepción permite incorporarlo a la organización de los hogares”. La Tarjeta Alimentar es considerada “de gran utilidad”, y en las fechas de cobro menos gente concurre a los comedores. Tiene una limitación, y es que sirve para comprar en supermercados pero no es aceptada en todos los almacenes de barrio; respecto al año pasado, hay más comercios chicos que fueron incorporando su uso, pero todavía faltan medidas para que se extienda.
- Trabajo: en este momento, la preocupación por la falta de trabajo es mayor que al inicio de la pandemia. “Ciertamente, las expectativas de poder reinsertarse laboralmente en los meses de la cuarentena estricta era menor, mientras que ahora la búsqueda se ha reanudado en mayor medida en el nuevo contexto” y con ella vuelven a verse las limitaciones del mercado laboral.
- Sobre si en los barrios populares se siente el proceso de recuperación económica --los datos del INDEC señalan que en el primer trimestre del año subió la tasa de actividad y bajó la desempleo--, un tercio de los consultados dijo que en los asentamientos y villas el trabajo no se reactivó. También uno de cada tres consideraron que la situación barrial de precariedad estructural del empleo es “independiente” de lo que marcan las estadísticas oficiales.
La reactivación económica llega a los barrios populares en el caso de que estén cercanos a countries, agrega el informe, porque vuelven a haber búsqueda de jardineros, albañiles y otros servicios de ese tipo. Pero la exclusión laboral, con cada crisis, se asienta con mayor dureza, es decir hay más rebusque, pero no más empleo. Los principales modos de ganarse la vida mencionados son la producción y venta de comida, la compra venta de ropa y otros productos básicos. Cercano a esto, otra vez toma relevancia el trueque, ya sea de manera presencial como usando las redes.
La situación laboral de los más jóvenes aparece como especialmente compleja, porque una parte de ellos han abandonado sus estudios, con lo que verán restringidas sus ya acotadas posibilidades de insertarse en el mercado laboral.