- No aceptamos leer el resultado de las elecciones del domingo pasado como un giro a la derecha de las mayorías. Mucho menos de lxs jóvenes. Y de lxs inconformes en general. Vemos, en cambio, la comunicación a través de las urnas de los efectos del empobrecimiento y la precarización generalizados, del miedo y la angustia que ha significado la pandemia en cada casa. El aumento sin control del precio de alimentos y alquileres, la imposibilidad de confrontar la inflación, y los efectos de desigualdad que la pandemia extremó son el principal dato de la actualidad, que no hace más que incrementar los efectos del neoliberalismo endeudador que se rechazó, también en las urnas, hace apenas dos años. La situación colectiva ha empeorado de forma contundente.
- Al mismo tiempo, proliferan los diagnósticos incluso dentro del campo popular al que pertenecemos, de que la derrota se debe a un despliegue de una agenda de ampliación de derechos para las “minorías” que iría en detrimento de medidas que resuelvan las necesidades más básicas de la población. Este argumento tiene muchísimos problemas. Como punto de partida, la denominación de la agenda del feminismo como un aglomerado de demandas de “minorías” es falaz cuando ha construido una política de mayorías. Desde el movimiento feminista se viene insistiendo desde hace años con una agenda centrada en la necesidad de reconocimiento del trabajo de cuidados, del trabajo comunitario, de la recomposición del salario, de la necesidad imperiosa de regular, penalizar y desconcentrar a los monopolios que forman los precios y que explican el terror cotidiano que sentimos quienes sostenemos la economía en las casas y en los barrios. No es un hecho anecdótico que haya sido el movimiento feminista quien organizó el primer paro realizado al macrismo mientras la CGT decía en los medios que había que “darle tiempo”. Fuimos y somos quienes de formas diversas, adentro y afuera de las organizaciones populares, sociales, sindicales, estudiantiles, nos organizamos, discutimos y supimos implementar medidas de fuerza contra las políticas neoliberales. ¿De esenciales a minoritarias en tan pocos meses? No somos una minoría, somos una mayoría cuando se trata de sostener la vida, algo que quedó demostrado de forma elocuente en la emergencia sanitaria, cuando nos decían esenciales.
- No aceptamos tampoco entonces que se reduzcan nuestras agendas a cuestiones que se desvalorizan como simbólicas. No aceptamos la maniobra de que se quiera segmentar y dividir el lenguaje inclusivo respecto al reclamo de los salarios, como tampoco la separación entre la importancia de la educación sexual integral y el acceso a la vivienda: los feminismos se dedican a pelear por las condiciones de vidas libres y dignas, que incluye todas estas cuestiones y las sabe intersectar porque funcionan de manera conectada. Esto es importante también porque no aceptamos la reducción del feminismo a una vertiente de la política liberal. No hay un solo feminismo, claro está. Hay feminismos con los que discutimos y no estamos de acuerdo: los liberales, los de los organismos internacionales de crédito y los transodiantes. Pero quienes nos hemos movilizado y organizado en los paros internacionales y exigiendo el aborto legal, seguro y gratuito en las calles, en los barrios y en las casas somos quienes sostenemos las ollas, quienes nos estamos cayendo de la clase media como trabajadoras empobrecidas, quienes tuvimos que cuidar y dejar de buscar trabajo, quienes teníamos un trabajo con salario y ahora somos monotributistas, quienes pasamos de vender en la feria a reinventarnos para vender en facebook, quienes no pudimos seguir sosteniendo el alquiler y tuvimos que volver a la casa de familiares, quienes por la inflación tomamos más trabajo y más deuda y no nos dan las horas del día, quienes fuimos desalojadas, quienes a la jubilación no nos alcanza, quienes hicimos teletrabajo a destajo, quienes soportamos hogares más violentos.
- La agenda de géneros es económica, social, política y popular. Por todo esto demandamos que se prioricen estas deudas antes que la deuda con el FMI.