Hay algo que sabemos. Cuando algo sale mal la culpa es de las mujeres. Así, cierta parte de la sociedad civil y política, es hablada por el machismo: que hacemos todo mal, que nuestros temas no son importantes, que siempre estamos fuera de foco, que nuestra agenda no mueve la aguja, que el lenguaje, el techo de cristal y la menstruación son tonterías, que los femicidios pasan en todos lados, que a la gente le importan otras cosas.
Creo sinceramente que lo más interesante de ese discurso, de la potencia de ese discurso que hoy circula peligrosamente (porque puede arraigarse, porque puede sedimentarse, porque puede volverse forma de ver el mundo) es que muestra por la negativa la fuerza transformadora del feminismo popular.
La negación de algo no hace más que afianzar su razón, su lugar, su potencia, su centralidad. Entonces cuando nos volvemos foco de ataques es porque saben, quienes nos menosprecian, que el feminismo popular tiene la capacidad crítica y operativa de transformar privilegios y hacer justicia con las violencias por razones de género.
De una crisis nunca se sale con menos política, no se sale escondiéndose o evitando tocar intereses. De las crisis se sale por arriba, con proyectos superadores, con hechos que transforman la vida de una vez y para siempre en lo inmediato. Podríamos decir, entonces, que de una crisis se sale con más feminismo.
Decir más feminismo no es segmentar nuestra agenda ni que “nuestros temas” (como si mujeres, lesbianas, travestis y trans viviéramos en una especie de espera autónoma social) tengan mayor importancia, sino por el contrario teñir de feminismo la política estatal y la forma de gobernar.
Tenemos una noticia: no somos un tema. Somos una organización popular política y transversal. Tenemos una segunda noticia: las urnas nos dijeron que las mujeres, lesbianas, travesti y trans viven mal. Las cosas que hicimos bien, las victorias que conseguimos, era lo que había que hacer. Los movimientos populares no vivimos de facturarle nada al pueblo. Porque venimos a reconocer lo que ya era del pueblo y le fue negado. No nos tienen que votar como movimiento popular para hacer lo que falta. Tenemos que hacer ya lo que falta para ganar elecciones. Y así lograr una continuidad estructural en el gobierno del Estado que sedimente las bases de la justicia social.
El feminismo es justicia social, pero no como una consigna arbitraria, como un slogan que suena bien. El feminismo es precisamente la transformación de las desigualdades materiales y simbólicas de nuestra vida social. Es decir, hacer feminismo, hacer una práctica feminista es hacer justicia social.
Pero también podríamos pensarlo al revés en forma de pregunta ¿hay justicia social sin feminismo? ¿Puede considerarse justicia social si la mitad de la sociedad con identidades feminizadas gana menos por más trabajo, sufre más violencia, más desempleo, más problemas de acceso a derecho básicos?
Cuidado: la justicia social es una forma de construir igualdad. No es sostener la pobreza, no es hacer un andamiaje para que no se noten las desigualdades ni tampoco son fuegos artificiales para que sobrevivan las violencias estructurales. Cuidado. Y políticas de cuidado. Porque somos las mujeres, lesbianas, travestis y trans quienes todos los días empujamos la rueda de la reproducción de la vida social a través de las tareas de cuidado.
El transfeminismo es política de Estado y por eso no mueren más pibas por abortos clandestinos. El transfeminismo es política de Estado y por eso travestis trans acceden a su primer trabajo formal. El transfeminismo es política de Estado y por eso hay un abordaje integral para las mujeres que sufren violencia por motivos de género (que van desde la contención hasta el asesoramiento legal pasando por las necesidades materiales). El transfeminismo es política de Estado y por eso nacen en los barrios cooperativas de trabajo transfeministas que resuelven la vida material cotidiana con sus propias herramientas.
Necesitamos más. Transfeminismo es trabajo y pan. Transfeminismo es lazo social. Transfeminismo es comunidad organizada. Transfenismo en tierra y vivienda. Transfeminismo es poder adquisitivo. El transfeminsmo dignifica.
Queremos vivir mejor, pero sobre todo queremos vivir bien. Es justo. Es necesario. ¿Y saben qué? También es revolucionario. Y esta es la revolución del deseo.